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Capítulo XXIX: El principio del fin

Ernesto

Horas más tarde

No recuerdo el camino hacia el hospital, solo recuerdo ver la cara de la enfermera mientras me explicaba pacientemente que tenía que esperar noticias de Andrea en la sala de espera, recuerdo a las personas ir y venir de la sala a pesar de que ya era algo tarde.

Me encuentro encorvado en el sillón de la sala de espera y despeino mi cabello con desesperación, maldita sea, soy un estúpido… en realidad había reaccionado mal a la noticia, creo que cualquiera lo hubiera hecho, aunque acepto que Andrea lo menos que necesitaba en aquel momento era esa reacción, mi chica había necesitado apoyo y yo lo único que hago es cometer error tras error.

–Hermano–volteo a mi derecha cuando escucho la voz de Carlos.

Me levanto rápidamente y veo que viene con mi papá, este último se nota más preocupado y solo puedo negar con la cabeza. No voy a negar que me duele, la mujer que quiero está hospitalizada, pero aun así me niego a perder la poca cordura que me queda.

–¿Qué ha pasado, hijo? – pregunta mi papá tocándome el hombro.

–No lo sé– claro que lo sabía, solo que en mi mente todavía no procesaba lo que había ocurrido–estábamos discutiendo y de repente…– mi voz se entrecorta, siento un nudo en mi garganta y miro hacia otro lado en un vano intento de contener mis emociones– Comenzó a sentirse mal y…

–¿y…? – quiso indagar Carlos.

–está embarazada– susurre– o lo estaba.

La mirada de Carlos es muy diferente a la de mi padre, ya que mientras mi hermano me mira con severidad mi padre me mira con lastima. No se cual es peor.

–¿Dónde está Diego? – mi hijo se había quedado con Carlos en la tarde y claramente mi hijo no venía con él.

–Lo deje con Vania– al menos es alguien de confianza.

–¿Has llamado a la mamá de Andrea? – me pregunto mi padre a lo que yo negué con la cabeza, ya era algo tarde para que vinieran y prefería llamarlos cuando estuviera fuera de peligro.

–Los llamare más tarde– repentinamente mi celular comienza a sonar, con el número de Roberto, el supuesto amigo de Andrea.

Contesto a regañadientes mientras me alejo de Carlos y mi padre; en lugar de contestar una voz grave me contesta una mujer la cual no me cae en gracia y yo a ella tampoco.

–Dr. Marín– me saluda con voz sarcástica.

–Jocelyn– contesto con sequedad en mi voz– ¿se te ofrece algo?

Al otro lado de la línea se escuchan ruidos y presiento que todos sus “amigos” están reunidos.

–Andrea no contesta su teléfono– dice directa al grano al parecer ninguno de los dos nos soportamos ni por celular–Quisiera hablar con ella.

–No está disponible.

–pásame a mi amiga– demanda la chica. –ahora.

–Dejo de ser tu amiga cuando la corriste del departamento.

Jocelyn no me contesta y voces entrecortadas se escuchan, no distingo lo que dicen, pero todo termina cuando Roberto me contesta.

–Dr. Marín, le pido por favor que nos diga donde esta Andrea– dice Roberto con voz ansiosa. – en serio estamos preocupados.

–En el hospital ángeles– contesto rápidamente– Roberto espero que ninguno de ustedes tenga algo que ver.

Fue lo último que dije antes de cortar la llamada.

Jocelyn

Tiare y yo somos las primeras de bajar de la camioneta.

Claro que sabía los riesgos al darle las pastillas a Andrea, pero era algo necesario, no soy una persona que es de arrepentirse y la verdad es que esta no es la excepción.

Wey ¿Qué tal si le paso algo grave? – Todos estaban preocupados, todos sabían lo que hice y todos me reprocharon, pero la que más me ha estado cagando la existencia durante la última hora es Tiare.

–Cierra la puta boca de una vez– dije con voz golpeada– Estará bien, no es la primera ni la última en tener un aborto.

–¿no te arrepientes?

–¿de salvar a mi amiga de un futuro desastroso? – digo con sarcasmo mirando a mi amiga castaña y de dulces ojos– Para nada.

Juzguen todo lo que quieran, a final del día las personas hacemos lo necesario y yo hago lo que sea por mis amigos.

A travesamos las puertas de vidrio y vemos a Ernesto, junto a un tipo guapo y un hombre grande, su padre seguramente.

–Si se entera nos mata– susurra Tiare antes de hacerle un gesto con la cabeza, un saludo en pocas palabras.

Ernesto me mira con desconfianza y yo simplemente ruedo los ojos y lo ignoro.

Después de unos momentos llegan la comitiva, o sea, Alan, Ben y Roberto, este último va a saludar a Ernesto un tanto nervioso y lo peor es que cuando regresa lo veo aún más ansioso.

–Andrea si tuvo un aborto– Afirmo cuando llego a nuestra bolita.

–Dime algo que no sepa– contesto rodando los ojos.

–Sospecha que tuvimos algo que ver– dice ignorando mi comentario ajustándose sus anteojos. –No le caes bien Jocelyn.

–Ni él a mí. – contesto mirando al susodicho, el cual tengo que admitir que nunca se ha visto más preocupado y desalineado.

Eso pasa cuando te metes con la chica equivocada.

Ernesto y Andrea nunca debieron comenzar una relación, lo único que mi amiga debía hacer era cogérselo en Guanajuato, un par de encuentros y era todo. No que jugara a la casita con él, que estupidez.

Ernesto

Había acercado una silla hasta la cama, tome su mano y la lleve a mis labios. El doctor ya me había explicado la situación, que incluso le hicieron una especia de lavado por si quedaba algún resto del feto, lo cual yo dudaba era muy pequeño, pero nunca se sabe.

Ahora solo quedaba que despertara.

Y eso era lo que más me preocupaba, Andrea ya tenía claro lo que iba a hacer y ahora sus planes se iba a la basura.




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