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Capítulo XXXXVIII: Solución

Andrea

Cierro mis ojos con fuerza al escuchar la respuesta de Ernesto. Un parte de mí no se sorprendía, aunque en mi fuero interno yo albergaba la esperanza de que pudiéramos solucionar esto por nuestra cuenta, sin involucrar a más terceros y en este caso de ceder ante la propuesta de uno de los candidatos a división.

–Les aseguro que no se arrepentirán– asegura mi profesor de mercadotecnia– Todos saldremos beneficiados.

El estómago se me cierra en un nudo. Una parte de mi dice que nos fuimos por el camino fácil pero después de esto se eliminaran las pruebas, la cual la que más me apuraba era el correo, mi estúpido e inmaduro correo que le envié a Ernesto ¿en que estaba pensando? En fin, ya lo pasado pisado… más o menos.

–Unos más que otros– susurra Ernesto, pero estoy segura que solo yo lo alcancé a escuchar–¿Para mañana ya no abra pruebas?

–Las pruebas son tuyas, Ernesto– dijo Pérez con seguridad– Ustedes sabrán que hacen con ellas.

–¿Cómo sé que ustedes no tienen copias? –Pregunta Ernesto y su pregunta hace que mi espalda se tense por completo– Necesito saber si ustedes no tomaran provecho de esta información.

–Tendrás que confiar en nosotros– dijo Centeno encogiéndose de hombros.

–No te preocupes, Ernesto– dijo Pérez y por primera vez se aproximó a nosotros, el hombre quedo a medio metro de nosotros– Yo no busco que ustedes salgan perjudicados.

Eso me lleva a otra cosa.

–¿Quién es la persona que nos denunció? – inquiero con seguridad, aunque por dentro este temblando del miedo estas personas no me causan buena espina.

–Mi querida Andrea– dice Pérez sonriéndome como si fuera una niña pequeña– deberías buscarte amigas más confiables. La señorita Luisa Fernández fue su denunciante.

Trago saliva con fuerza.

Volteo a ver Ernesto quien me mira con lastima y une nuestras manos, bajo mi mirada hacia el piso, los ojos se me llenan de lágrimas y mi cuerpo comienza a temblar.

Aquellas capturas de pantalla de mi celular, aquel día en los tacos que le di mi celular sin miramientos

Esa perra.

Todo estaba ahí, el problema es que alguien tuvo que haberle dicho a Luisa que existía esa conversación con mi profesor. Mis antiguos amigos y compañeros de departamento no pudieron haberle dicho, ni siquiera los conoce, me temo que solo quedan dos personas en mi lista ¿Xiomara o Gloria?

–Gracias, Dr. Pérez– contesté cortante, incluso sentí mi garganta tensa. –le aseguro que tanto Ernesto como yo, lo apoyaremos en la candidatura, tal como usted quiere.

–me alegra escuchar eso, señorita– dice el viejo pervertido– Estoy seguro que harán un gran trabajo. Mañana les hablaran para dar conclusión a su caso, pueden dormir tranquilos queridos amigos.

Después de aquello fueron las despedidas incomodas, Ernesto no soltaba mi mano y pareciera que después de saber el nombre de la persona que quería joderme, mi mente se había ido a otro lugar, uno muy oscuro y frio.

Salimos de aquella bodega, hago todo en automático, abro la puerta del vehículo de Ernesto, pero este me sostiene para detenerme.

–Lo siento mucho, cariño– me dice con lastima, pero eso es lo último que quiero.

–No tienes por qué. – digo cortante– Tu no confiaste en las personas equivocadas.

–Cariño, es tu amiga– insiste Ernesto tomando mis manos frías.

–Esa perra no es mi amiga desde hace tiempo– le digo llena de rencor y soltándome de su agarre– Mi relación con ella no estaba bien, pero de ahí que nos denunciara… simplemente no me lo creo.

Luisa y yo éramos amigas hace dos años, éramos inseparables, le contaba todo y ella a mí, la consideraba de mis mejores amigas ¿Qué había pasado? No lo sé, cambio de la noche a la mañana. De lo que estaba segura es que esa chica me tenia coraje, tal vez en algún momento albergue el mismo sentimiento, pero la llegada de Ernesto, el apoyo de mis anteriores “amigos” y las tareas interminables de la carrera, me hicieron olvidar ese sentimiento tan negativo por ella.

No soy una persona vengativa, amo el karma y sé que le llegara a Luisa… pero antes yo tomare justicia por mi propia mano. Sonrió ante el plan en mi cabeza ¿esta chica quería atención? La obtendría y va a desear nunca haberme conocido.

–¿Qué piensas hacer? – inquiere preocupado al ver mi sonrisa siniestra.

–Ya lo sabrás– respondo y subo a la camioneta– Vamos que mañana tengo examen rápido y quiero un 10.

 

Media hora más tarde. Ernesto me deja afuera de mi casa, me despido escuetamente de él y bajo del vehículo dando saltitos alegres porque a final de cuentas Ernesto y yo ya estábamos fuera de todo peligro y terminando el peligro y terminando con mis constantes encuentros con mi ex.

–¡he vuelto! – exclamo al ver la sala y el comedor completamente solos–¿hola?

Me voy hacia la cocina por un vaso de agua y seguido de eso escucho los pasos de Dante y Oliver.

–¡Al fin! –exclama Oliver– ¿Cómo te fue?

–Bien– digo dejando el vaso sobre la mesa del comedor– Muy bien, a decir verdad.

–¿Y eso es por qué…? – Dante se rasca su nuca y me mira con fijeza.

–El caso esta resuelto– les digo sonriendo con sinceridad, la cara de ambos me hace soltar una carcajada, claramente están sorprendidos así que aclaro– Nos reunimos con tres maestros que conocen a Ernesto– omitiré nombres y lo que tendremos que hacer mi ex y yo a cambio de las evidencias– Resulta que ellos eliminaron cualquier evidencia así que… ¡estoy fuera de peligro!

Los dos me miran sin salir de su asombro, creo que no me creen.

–¿no se alegran? – inquiero frunciendo el ceño.

–Claro que nos alegramos– dice Dante inmediatamente, aunque en su voz hay cierta emoción que no logro identificar– pero es demasiado bueno para ser verdad.

–Lo sé, sigo sin poder creérmelo– voy a su lado y engancho mi brazo con el suyo– pero el caso se cierra mañana y mi carrera no estará ya en riesgo.




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