Salgo de casa con Mariela a mi lado, es hora de ir a la escuela. Mi lugar está al fondo del salón de clases, es perfecto para poder encogerme y así el profesor no me vea. Soy la chica invisible del grupo, la rezagada del salón.
Puedo ver al profesor, pero no logro escucharlo, su voz es tan bajita y suave que me da sueño. Veo el movimiento de sus labios, sé que está emitiendo palabras pero no puedo descifrarlas.
El timbre se escuchó, ha llegado el receso pero no tengo ganas de salir, quiero dormir en el aula pero Mariela me saca a la fuerza. Hemos llegado a la cafetería y Mariela se sienta junto a su novio.
No quiero hacer mal tercio, así que decido irme y me siento en la mesa del rincón, aquella desde dónde se puede ver el lugar completo. Nadie se sienta allí, esa parte es oscura y triste, el lugar perfecto para mí, el ambiente es igual que yo.