"Nunca voy a lavarme la mejilla", en mi mente solo pasaba ese pensar, ese momento había sido especial.
Mi mano se movió por si sola, tocó mi mejilla y recorrió todo mi cuerpo, mi corazón anhelaba esparcir el poquito amor recibido en ese casto beso por todo mi cuerpo, tanto anhelaba esa palabra a la que llaman "AMOR", la cuál no había recibido en años. Levanté la mirada al cielo, sabía que mamá me estaba viendo.
—Mamá, ¿Acaso tú mandaste a David para cuidarme y darme amor?—
¿Si quiera merezco ser amada?
—¿David es un ángel que mandaste del cielo y bajó a consolarme?—
Dios no es tan injusto como pensé
Ay, ni siquiera sé que pensar...