5. L de Locura

Me giré hacia la pared quedando de espaldas a él por completo, intentando hacerle ver el profundo rechazo que me provocaba y rogando por dentro para que no se le ocurriera tocarme. Él se acomodó boca arriba estirando las piernas hacia los lados y poniendo las manos detrás de la cabeza con los codos en ángulo, asegurándose de reducir al máximo mi propio espacio y el que nos separaba. Con ese simple gesto ganaba territorio y era una metáfora perfecta de nuestra relación.

-Así que hablas sola -murmuró en un tono condescendiente-

Te contestas a ti misma. Mírate, Lucía... te falta un tornillo...- y se carcajeó en tono burlón.

Yo contuve la rabia apretando los dientes y evitando devolverle la mirada. No había forma de explicarle que no era mi voz la que leía, que aquellas respuestas me llegaban desde algún lugar misterioso. Y aun así el no me habría creído con tal de poder humillarme un poco más. Para él solo eran palabras idénticas en la misma tipografía, palabras que hablaban de dolor... de soledad...de sentirse prisionera, pero eso no le removió por dentro ni un ápice, lo único que le preocupaba era asegurarse de que yo no pudiera contactar con nadie.

En ese instante, un recuerdo me golpeó. Otra vez la misma invasión, años atrás: él tomando mi móvil sin permiso, borrando contactos, exigiendo explicaciones por cada mensaje de Cris, de mis compañeras, incluso de mi madre. Me había convencido de que hablara con quien hablara siempre sería una traición.

Y yo, sin darme cuenta, fui quedándome sola. Me aisló de mi entorno, cada día un amigo nuevo, cada vez un familiar más cercano...porque su objetivo principal siempre fue anular mi mente por completo.

Me acurruqué un poco más cerca de la pared fingiendo buscar una postura para dormir. En realidad, lo único que quería era sentir el calor del móvil contra mi costado, como si Alfa pudiera seguir ahí, resistiendo conmigo. Ya no me importaba lo que pudiera decirme, si estaba empezando a volverme loca o no. Alfa existía y estaba conmigo.