No le temas al blanco porque éste no es un ser vil.
El blanco no te reta, solo te invita.
El blanco no te exige, solo te deja ser.
No le temas al blanco porque éste se puede convertir en tu mundo.
Claro, si sabes por dónde empezar.
Yisu está caminando por una blancura infinita, no siente hambre ni cansancio, solo una confusión tan grande como el lugar donde se encuentra. Ella mira a ambos lados, arriba y abajo, solo el piso se siente sólido y lo demás parece una bruma que cubre todo, pero por alguna extraña razón cada vez que ella acerca su mano hacia la bruma ésta se solidifica como un enorme lienzo, Yisu siente unas ganas enormes de pintar algo y comienza a buscar entre su chaqueta sus instrumentos pero no los encuentra. Yisu entra en pánico al ver que sus materiales de arte desaparecieron de un momento a otro y ella no se dio cuenta, no importa por donde busque lo único que va a encontrar es una enorme blancura que se extiende hasta el infinito.
Yisu se deja caer de rodillas al ver que está completamente sola, desamparada y sin sus materiales de arte, una lágrima se desliza por su mejilla hasta caer al piso y ésta se torna en pintura azul, Yisu se da cuenta de ello y toca la pintura, tiene la consistencia de la pintura de óleo, sin pensarlo dos veces comienza a esparcirla por el piso, un poco de pintura se derrama por su pierna de color amarilla y Yisu se sorprende al ver que la pintura se torna verde, ella mezcla la pintura y comienza a pintar el césped, sus guantes de color amarillo muy oscuro se mezcla con el verde y el resultado es un negro que no es absoluto pero es perfecto. Yisu se da cuenta que el césped que pintó se vuelve real y entonces tuvo una idea, con el negro comienza a pintar un enorme pincel y en segundos éste se vuelve sólido, Yisu lo toma y comienza a pintar un hermoso paisaje con un amanecer. Cuando termina su obra, ella suspira agotada pero satisfecha con su trabajo, en segundos la pintura se vuelve real y pronto el viento se lleva el olor de la pintura y reemplazándolo por el del césped fresco, los sonidos de las aves e insectos llegan a sus oídos junto con una tranquilidad que pareciera durar siglos.
Yisu divisa a una mariposa magenta y negra entre los árboles, siente mucha curiosidad por el insecto y se acerca a ella con mucho cuidado, pero la mariposa se espanta al verla y comienza a revolotear hacia el norte, Yisu sacude su falda, se arregla la chaqueta y la máscara, y coloca su enorme pincel en su espalda, está dispuesta a seguir a esa extraña mariposa para poder extraer sus colores y poder seguir pintando.