La tranquilidad del día se desvaneció de repente cuando un rugido gutural resonó en el aire, acompañado de gritos lejanos que se aproximaban rápidamente. Los abyssyans, criaturas del caos y la oscuridad, avanzaban como una horda imparable hacia el pueblo. Sus cuerpos eran oscuros, envueltos en una neblina maligna, y sus ojos ardían con un brillo rojo intenso, como brasas infernales. Entre ellos, una figura destacaba: un abyssyan con una apariencia humanoide, con cuernos negros y una postura dominante que revelaba su alto rango dentro de esas criaturas.
Kael observaba la escena desde la distancia, paralizado por el miedo. Las casas, una tras otra, caían ante las criaturas. Los gritos de desesperación de los aldeanos se mezclaban con el sonido de garras desgarrando carne y las explosiones de magia oscura que arrasaban con todo a su paso. Las personas del pueblo, caían uno tras otro, sin poder hacer nada para defenderse.
Por un momento, Kael sintió como si todo a su alrededor se ralentizara. Los abyssyans, con sus cuerpos deformes y garras afiladas, parecían imponentes, invencibles. Un frío indescriptible recorrió su columna, inmovilizando sus músculos y apagando cualquier pensamiento coherente. No podía moverse, no podía gritar, solo podía observar con ojos desorbitados mientras el caos se desataba a su alrededor.
— ¡Kael! —la voz de su madre lo sacudió, tirando de él hacia la realidad.
Alyssa, con una expresión de puro terror en sus ojos, lo agarró con fuerza de la mano, sacándolo de su parálisis. Kael sintió el calor y la urgencia en el apretón de su madre, y sin pensarlo más, dejó que lo guiara hacia el interior de la casa, alejándolo de la escena apocalíptica que se desarrollaba en el exterior.
—Ve al sótano, rápido —le dijo Alyssa, con la voz temblorosa pero firme, mientras lo empujaba suavemente hacia la puerta que llevaba al nivel subterráneo de la casa—. Tu padre instaló un inhibidor de magia allí. Si te quedas dentro, no podrán detectar nuestra energía. ¡Corre!
Kael, todavía aturdido por lo que había visto, asintió con la cabeza sin decir una palabra. Su cuerpo temblaba mientras descendía las escaleras apresuradamente, tropezando en el proceso. La oscuridad del sótano lo envolvió rápidamente, pero a diferencia de los abyssyans que traían muerte y destrucción, la penumbra del sótano se sentía segura, como un refugio que lo protegía de todo lo que ocurría arriba.
El sonido de los pasos de su madre llegó poco después, mientras aseguraba la puerta de la casa tras de sí. Alyssa bajó apresuradamente, seguida por Gerold, quien traía consigo una pequeña bolsa que contenía las pertenencias más valiosas de la familia, además de su vieja espada, símbolo de su pasado como guerrero.
—Lo siento, no hay tiempo para más —dijo Gerold en voz baja mientras cerraba la puerta del sótano detrás de él, asegurándola con el pestillo. Había tensión en sus movimientos, pero también una frialdad calculada, como si estuviera preparado para lo peor.
Kael estaba sentado en el suelo, aun temblando, con los ojos bien abiertos, incapaz de procesar completamente lo que acababa de suceder. Gerold, con un gesto rápido, convocó una pequeña esfera de luz mágica en su mano, iluminando tenuemente el sótano, mientras se acercaba a su hijo.
—Guarden silencio —susurró Gerold, su voz firme pero apenas audible—. No deben saber que estamos aquí.
El sótano estaba casi vacío, solo algunas cajas de almacenamiento y herramientas llenaban las esquinas del espacio. El silencio era denso, interrumpido únicamente por el sonido lejano de la masacre que se desarrollaba en el pueblo. Cada grito o rugido que llegaba a sus oídos parecía más cercano, como si los abyssyans estuvieran buscando metódicamente cada rincón en busca de presas.
Alyssa se sentó al lado de Kael, abrazándolo con fuerza. El contacto con su madre era lo único que lograba calmar su respiración acelerada. Pero aunque su madre trataba de consolarlo, Kael podía sentir el temor en su pecho. Podía percibir el miedo en los ojos de ambos, aunque Gerold intentaba mantener una fachada serena.
Pasaron minutos que se sintieron como horas. Cada golpe en las puertas de las casas vecinas, cada estruendo de algo derrumbándose sobre ellos, hacía que Kael se estremeciera. Su corazón latía con fuerza, y las palabras de su padre resonaban en su mente: "No deben saber que estamos aquí".
El inhibidor que Gerold había instalado, un dispositivo rudimentario que había confiado ciegamente en mantener a su familia a salvo, falló en el momento más crucial. El abyssyan de alto rango, con su maligna sonrisa, había rastreado la vida dentro de la casa. Aunque el inhibidor de magia ocultaba su presencia mágica, la vida misma de Kael, Alyssa y Gerold era un faro imposible de ignorar para una criatura como esa. El demonio sentía las pulsaciones de sus corazones, y esa energía vital lo atraía con una morbosa fascinación.
Afuera, los gritos de los aldeanos se iban desvaneciendo, y el silencio que los reemplazaba era aún más aterrador. Gerold, consciente de lo que eso significaba, escuchó con atención los pasos pesados del abyssyan dentro de su hogar. El crujir del suelo bajo esas pisadas resonaba como un presagio de muerte, y su mente se llenó de un miedo que no había experimentado desde sus días como guerrero.
—Ustedes quédense escondidos —les susurró Gerold a Kael y Alyssa, su voz teñida de una mezcla de miedo y resolución—. Yo me encargo de esto.
Kael sintió el pánico en su pecho crecer, pero las manos de su madre, aferradas con fuerza a las suyas, lo mantenían en su sitio, tembloroso, pero inmóvil. Alyssa, aunque aterrorizada, no dejaba de observar a Gerold con una mezcla de amor y preocupación. Sabía lo que estaba en juego. Sin perder el tiempo se posiciono frente a la escalera en su posición de batalla con su espada en mano.
#3932 en Fantasía
#4713 en Otros
#839 en Acción
medieval, magia aventura y fantasía, seres sobrenaturales mágicos místicos
Editado: 28.10.2024