Gracias a la velocidad de su Impulso Alys, Kael logra acercarse rápidamente a la caballera, aterrizando justo a unos metros al frente de ella. Se detiene un momento para controlar su respiración, observándola con seriedad mientras recupera su postura, sus ojos fijos en los de ella.
—Escúchame, algo se aproxima aquí —le dice Kael seriamente—. Si no detenemos esto ahora, ambos estaremos en peligro. No es cualquier cosa; esta presencia es... difere, más oscura. Será mejor que dejemos esta batalla por ahora.
La caballera aprieta los labios, sus ojos se entrecierran en una mezcla de desconfianza y desafío. En su mirada hay furia y rencor acumulado, pero también una chispa de incredulidad.
— ¿En serio crees que soy tan idiota como para caer en ese truco? —responde, cada palabra escupida como una daga afilada—. No voy a dejarte escapar, ¡imb...
Antes de que pueda terminar, un crujido profundo y extraño, llena el aire. Los dos instintivamente giran sus cabezas en la dirección del sonido, y entonces lo ven. Emergido de entre las sombras del bosque, un ser monstruoso y esquelético de piel blanca, los observa en silencio. Sus ojos, dos pozos vacíos y sin vida con una tenue luz blanca en cada ojo como una pupila, se clavan en ambos con una mirada fría y distante que parece atravesarlos como si fueran meros objetos.
La criatura es delgada, casi inhumana en su estructura, con extremidades alargadas y dedos afilados que rozan el suelo mientras avanza lentamente hacia ellos. Kael siente un escalofrío recorrerle la columna; esa cosa no emite una presencia común. La magia oscura que exuda es abrumadora, como una nube espesa que absorbe cualquier rastro de luz y calor a su alrededor.
Kael da un paso atrás, sus ojos entrecerrados mientras intenta asimilar lo que tiene frente a él. La sorpresa en su rostro es inconfundible, y sus palabras salen en un murmullo involuntario.
— ¿Qué mierda es esa cosa? —murmura, su voz cargada de incredulidad.
La caballera también permanece inmóvil, su respiración suspendida al ver a la criatura que avanza lentamente desde las sombras. No había esperado encontrar una de estas criaturas en el bosque; y, por primera vez, su mirada se desvía brevemente hacia Kael, cargada de una mezcla de incertidumbre y arrepentimiento.
— ¿Hablabas en serio...? —su voz es apenas un susurro, pero el tono es claro: no puede creer que haya subestimado el peligro que Kael había percibido antes.
En ese instante, la voz de Kazrareth resuena en la mente de Kael, con su habitual calma imperturbable, como si la aparición de esta monstruosidad no fuese más que un inconveniente menor.
—Llegó antes de lo esperado —comenta Kazrareth, sin atisbo alguno de preocupación. Su tono hace que Kael frunza el ceño; incluso ante una amenaza como esta, Kazrareth parece… entretenido.
Sin desviar la mirada de la criatura, Kael se inclina levemente hacia la caballera.
— ¿Sabes que es esa cosa? —pregunta, aunque sospecha la respuesta, pero necesita confirmarla.
La caballera, aún sin apartar sus ojos de la figura esquelética que los observa con su siniestra quietud, asiente lentamente, su voz firme a pesar del temor que intenta ocultar.
—Es un muldar… una criatura cambia formas. Puede imitar las habilidades de sus presas. —La caballera toma un respiro, tensando el agarre en su espada—. Si no actuamos con rapidez, hará nuestras habilidades suyas.
Las palabras de la caballera añaden una capa nueva de gravedad a la situación. Kael siente que el peso de su magia fluctúa, como si el aire mismo comenzara a cargarse con la presencia de ese ser. La criatura, al escuchar sus voces, emite un sonido bajo y gutural, una especie de crujido que parece provenir de lo más profundo de su cuerpo. Lentamente, sus huesos delgados y puntiagudos parecen alargarse, estirándose como si su carne estuviese hecha de arcilla húmeda y maleable.
— ¿Qué tan rápido puede aprender? —Kael se vuelve hacia la caballera por un instante, sus ojos cargados de determinación.
Ella niega con la cabeza, su rostro reflejando una mezcla de furia y resignación.
—No lo sabemos. Cada muldar es diferente, y algunos… aprenden con solo mirarte.
En ese momento, el muldar comienza a moverse, con una agilidad espeluznante para una criatura tan grotesca. Kael siente cómo su cuerpo responde por instinto, poniéndose en guardia. La caballera también se prepara, adoptando una postura defensiva, sus ojos fijos en cada movimiento del monstruo.
Pero el muldar, en un giro inesperado, se detiene y comienza a retorcerse de manera extraña, sus extremidades alongándose y contrayéndose en patrones irregulares. Entonces, ante sus ojos, empieza a cambiar de forma, sus huesos rompiéndose y recolocándose mientras su carne blanquecina parece plegarse y amoldarse. En cuestión de segundos, un reflejo distorsionado de la caballera se alza frente a ellos, con ojos los mismos ojos que la criatura y una sonrisa perversa. “La caballera” falsa se acomoda en una postura de combate idéntica a la de la original
— ¿Eh? —exclama Kael, el desconcierto en su rostro evidente—. ¿Tan rápido…?
La "caballera" falsa se lanza hacia él con una velocidad y precisión espeluznantes, cada movimiento ejecutado con destreza. Sus ojos no muestran ninguna emoción, solo un impulso imparable. Kael apenas tiene tiempo de levantar su espada para bloquear el primer golpe, pero la criatura no pierde ni un segundo: conecta un rodillazo directo a su abdomen, seguido de una patada giratoria que lo desequilibra y lo obliga a retroceder.
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Editado: 25.02.2025