El crepúsculo se alzaba sobre la caverna, sus colores se fundían con la piel de Hades que por fin salía de su encierro. Miro la libertad como algo tan suyo, que nunca la desesperación lo domino o al menos eso se dijo él. Libre, el dios de los muertos vuelve libre…
Tenía los pies mojados, la lluvia que inaugura a noviembre siempre es la más fuerte, Camilo se sentía adolorido, había tenido mal sueño, y sabía que alguna imagen había navegado en su mente durante la noche, pero no podía recordarla. Se incorporó del suelo como pudo, la espalda le mataba y la barba de días crecía desfigurada sobre su cara delgada. Un mes completo en esta situación, un mes completo sin salida.
La figura esbelta y morena de Sibila, enfrente de él lo miraba entre el estupor y la tristeza. Hermosa y resplandeciente, envuelta en unos oscuros jeans y una hermosa blusa amarilla, parecía que a Sibila el invierno no la tocara, pero en sus adentros, la melancolía y el desespero se incubaba.
Camilo se incorporó lo más rápido que pudo y no pudo enfrentar la mirada de su amante, quien se preguntaba que vacío tan profundo albergaba el alma de Camilo, para que su amor no fuera suficiente.
Sibila extendió su mano y Camilo la tomo desprevenidamente. Sabía lo que vendría, la reclusión, el encierro, la ira, la calma; aun así, Camilo tomo su mano y se dejó llevar.
Camilo estaba avergonzado, pero no quería perderla, a ella, a lo único que consideraba bueno, a lo único que amaba…
Mientras se duchaba, Camilo sintió que su estómago se revolvía y que el miedo lo paralizaba, solo una imagen vino a él, la de Reina, tal vez, huiría y ella le daría refugio, no dejaría que se lo llevaran. El pánico lo envolvió y sentía que la ducha se hacía pequeña, muy pequeña. Temía alejarse, estar solo, al encierro. Cerro lo ojos para apoyar su cabeza en la pared y respirar lo más profundo que podía.
Mientras Sibila, en su mente repasaba el escombro de cuerpo que tenía Camilo, parecía un costal de huesos envuelto en una tirante piel. Lo espero afuera para secarlo, y ordeno su ropa, o al menos la mejor que podría poseer.
Sibila lo tomo de la mano hasta llevarlo al taxi. El camino fue largo y tedioso, en silencio con un Camilo acurrucado en las piernas de Sibila como un niño pequeño. Ella mirábale ventanilla como tratando de encontrar respuestas. Y el ardor de los celos la quemo otra vez, tomo su celular, y mientras arrullaba a Camilo, entro a su red social. Claro que sabía la clave, de allí podría monitorear si hablaba con la perra esa. Tomo la foto que acababan de tomarse y la publico… “Juntos en las buenas y las malas. SC”. Respiro más calmada, así ella se enterará dónde estaba Camilo no iría, como es tan correcta, sabia Sibila que no iría.
Sibila miro a Camilo, se había quedado dormido, así que ella impulsada por la herida de su corazón, la busco en las redes sociales, miro su foto, detenidamente, analizando cada fibra cada pliegue.