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Julián se encontraba acomodando las mesas y las sillas, luego de que se cerrara el lugar al público mientras Patricia ayudaba a doña Juana a limpiar la cocina.
— ¿Ya terminaron? — Preguntó Elenita, entrando al local y dejándose caer en una silla, soltando un profundo suspiro.
Julián no pudo evitar una gran sonrisa al verla. La pequeña tenía la carita con algunas manchas de tierra, lucía algo despeinada y la coronita de flores que siempre usaba estaba torcida sobre su cabello.
— Ya casi terminamos. — Dijo él acercándose a la pequeña y agachándose frente a ella. — ¿Y a ti cómo te fue cuidando el bosque mágico?
— ¡Bien! — Asintió la niña con entusiasmo, luego se puso seria. — Pero un niño malo se portó mal y quería subirse a los árboles y le dije a su mamá que lo regañara porque si no, las hadas se iban a enojar y le iban a salir verrugas en la lengua.
El joven soltó una gran carcajada ante eso.
— Las verrugas en la lengua deben ser una cosa muy fea. — Dijo divertido, luego de reír. — ¿Te imaginas? ¡No vas a poder comer nada! ¿Y lo regañó su mamá?
La pequeña sonrió divertida.
— Sí, y le dijo que me hiciera caso y que se portara bien.
Patricia y doña Juana salieron en ese momento.
Julián se levantó y se giró hacia ellas.
— ¿No has llevado a Ely al cine? — Le preguntó a Paty. — Ya pusieron la película esa de princesas que está tan de moda.
— Desde que llegamos aquí, mi niña no ha salido para nada. — Negó con la joven con un suspiro. — Yo sólo he ido al pueblo una o dos veces a comprar y me regreso de volada.
— ¿Y eso? — Preguntó Julián, sorprendido. — ¿No las dejan salir los patrones?
Paty negó divertida.
— ¿Cómo crees? Ellos no nos prohíben nada. Simplemente, no hemos sentido la necesidad de salir. Y Ely se la pasa tan genial aquí que no extraña nada, aunque acabe tan sucia y cansada, como hoy, que pareciera que un cerdo la arrastró por el chiquero.
Todos se rieron ante eso.
— ¿Por qué no vamos al cine? — Preguntó Julián luego de reír. — Yo creo que sería bueno que sacaras a Ely del rancho por una tarde, para que no se olvide que existe el pueblo y que hay otras cosas que hacer además de estar en el rancho. ¿No crees? Yo las invito.
Paty meditó por un momento y luego asintió.
— Te voy a tomar la palabra. Creo que yo también necesito cambiar de aires por un rato. — Dijo decidiéndose. — Dennos cinco minutos para cambiarnos las blusas y peinarnos, por favor.
Tomó a la niña de la mano y corrió a la oficina de Paolo, que es donde dormían ella y la pequeña en un sofá cama. Abrió el baúl donde guardaba su ropa, tomó un par de prendas y se dirigió a toda prisa al baño con la pequeña.
Limpió a la pequeña en tiempo récord y salieron lo más rápido que pudo terminar de arreglarse. Mientras caminaba hacia la salida tomó el celular y llamó a Delia, la dueña del rancho.
— Jefa, voy a ir al pueblo, quiero llevar a la niña al cine a ver la película de princesas. Regreso por la noche. — Dijo mientras empezaban a poner los candados ayudada por los demás. — Si, gracias, cualquier cosa yo les aviso.
Cortó la llamada con una gran sonrisa y se dirigió a los demás.
— Listo, dijo que nos divirtiéramos mucho. — Explicó mientras tomaba a su niña de la mano y caminaba junto con los demás a la parada del autobús.
— Perfecto. — Asintió Julián. — Si no te importa, me gustaría pasar primero a mi casa a echarle un ojo a mi mamá y ver que no necesite nada. Nos da tiempo perfectamente antes de la última función.
— ¡Por supuesto! — Asintió Paty sin reparos, sabía que la mamá del joven había tenido un accidente en el que se había lesionado la cadera y él, al ser hijo único, había tenido que dejar los estudios para poder atenderla. — ¿Quién le hace de comer? ¿Tú?
— Pues sí. — Asintió él. — Le dejo la comida en la mesa, cubierta con papel aluminio y ya ella, cuando tiene hambre la calienta en el horno de microondas.
— ¿Ya camina o todavía no? — Preguntó doña Juana, con curiosidad.
— Ya puede dar unos pasitos. — Explicó Julián mientras se subían al autobús. — Puede levantarse e ir al baño ella solita o cosas así. Pero aún no tiene suficiente fuerza en las piernas, así que se la pasa en su silla de ruedas la mayor parte del tiempo.
— Pobre. — Dijo Paty con pesar. — Debe darse unas aburridas mortales.
Julián se rio un poco.
— No te creas, se entretiene bastante bien. — Negó divertido. — Le gusta coser y tiene una máquina, así que se dedica a hacer reparaciones o algunas costuras para las vecinas, así se ayuda ganando unos centavitos. Además de que se echa el chisme con ellas.
Hicieron el resto del viaje en silencio, cuando llegaron a la terminal todos bajaron.
— ¿Quiere ir con nosotros al cine, doña Juana? — Preguntó Julián a la señora.
Esta negó.
— Estoy muuuy cansada, pa’qué más que la verdad. — Dijo agradecida. — Me urge llegar a mi casa, darme un baño y tirarme en mi cama. Vayan ustedes y diviértanse mucho. Salúdame a tu mami, dile que en mi próximo día libre paso a darle su vuelta.