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Cuando terminaron de cenar, Paty ayudó a limpiar la mesa y lavar los platos, mientras Julián se ponía a limpiar la salita de la casa y lavaba el baño.
— Acuesta a tu niña en la cama de Julián, mija. Ahí van a dormir ustedes. — Dijo la señora, desde su silla. — La pobrecita ya se está cayendo de sueño.
Paty se asintió y se acercó a la pequeña para tomarla en brazos.
— Di “buenas noches” Ely.
— Buenas noches. — Dijo la niña, ahogando un bostezo.
La joven fue a la habitación que le indicaron y luego de un rato regresó.
— Cayó como piedra. — Dijo con una sonrisa nostálgica. — Está acostumbrada a dormirse muy temprano.
Luego se dirigió a Julián.
— ¿En qué te ayudo? Me da pena verte trajinar por toda la casa y que yo no esté haciendo nada.
— No, tranquila, ya terminé. — Dijo él llevando el trapeador y la cubeta al patio. — Siempre limpio la casa por las noches, cuando regreso de trabajar, porque en la mañana no me da tiempo.
— ¿Y a qué horas cocinas? — Preguntó Paty. — ¿Tu mami tiene comida para mañana? ¿Quieres que te ayude a preparar algo?
— No es necesario, gracias. — Negó él, lavándose las manos. — Los desayunos y las cenas los hago al momento. En mi día libre es cuando cocino para toda la semana y lo congelo, y ya ella calienta cada día lo que se va a comer.
— Bastante práctico. — Asintió la joven. — ¿Necesitan que les ayude en algo?
— Nada mija, ven a sentarte, vamos a platicar un rato. — Dijo la mujer. — ¡Déjame aprovechar que tengo visitas! ¿Vieras cómo me aburro a veces?
Patricia sonrió y se sentó en una silla junto a la señora.
— Me imagino. — Dijo tomándola de las manos. — Dígame... ¿De qué quiere platicar?
— Conocí a tu mamá. ¿Sabes? — Dijo la mujer, poniéndose seria. — Era muy buena muchacha.
— ¿En serio la conoció? — Preguntó Patricia, sorprendida. — Platíqueme de ella, por favor.
— Era muy bonita. — Asintió la mujer. — Te pareces mucho a ella. Era muy seria, muy trabajadora y muy responsable. Vivía con sus tíos y su prima, porque tus abuelos habían muerto.
— Mi tía Matilde. — Dijo Paty con tristeza.
— Esa condenada bruja siempre le tuvo envidia a tu mamá. — Dijo la señora, con desaprobación. — Siempre hablaba mal de ella. Y como a tu mami todos los muchachos del pueblo la rondaban, aunque ella no le hacía caso a nadie, pues Matilde se moría de celos y de envidia, porque a ella nadie la miraba dos veces.
— ¿En serio? — Preguntó Patricia, sorprendida.
— Pues sí. — Asintió la mujer. — Por eso, cuando llegó ese fuereño con el que se fue, yo creo que, en realidad, no estaba enamorada, sino que quería huir de la vida de perros que le daban sus tíos y su prima. ¡Porque de verdad la trataban mal! Todos en el pueblo nos dábamos cuenta. ¿Pero qué podíamos hacer?
— Empiezo a entender muchas cosas. — Dijo la joven, con tristeza. — Cuando la dejó mi papá, ella nunca quiso regresar aquí. Así que se quedó en la ciudad a partirse el lomo para sacarme adelante.
— Es lo más seguro. — Asintió la mujer.
— De haberlo sabido, ni regreso. — Negó Paty. — Pero, la verdad, ya tenía el agua hasta el cuello y estaba desesperada. No encontraba trabajo y no tenía ya ni para pagar la renta. Era venirme acá con mi tía o prostituirme. ¡Y por supuesto que no iba a hacer algo así!
— ¿Y el papá de tu niña? — Preguntó la mujer, con curiosidad. — ¿No te ayudó?
Patricia negó con amargura.
— Ese hijo de la fregada sólo se burló de mí. — Dijo con enojo. — Me dijo que me amaba, que nos íbamos a casar y todo lo que dicen los hombres cuando quieren conseguir algo. Y yo de estúpida le creí. Y pues ya se imaginará. Cuando le dije que estaba embarazada, se burló de mí, me dijo que quién sabe de quién era el bebé porque de él no era y pues, hasta me echaron del trabajo.
— ¿Puedo preguntarte algo? — Dijo Julián, quien había estado escuchando todo en silencio.
Paty asintió sin decir nada.
— ¿Qué tiene que ver el patrón contigo? — Dijo él con seriedad. — ¿Por qué cuida y protege tanto a la niña? Discúlpame que lo pregunte, pero me llama la atención que, desde el momento que llegaste al rancho, prácticamente se hizo cargo de ti.
Paty lo miró con seriedad por un momento, sopesando si responder o no.
— Es que, de verdad es tío de Ely. — Dijo al final, encogiéndose de hombros. — Nada más que, por favor, no vayan a comentar esto con nadie. Ya conocen a Paolo, es muy reservado y no le gusta andar contando su vida privada a nadie.
— ¿Cómo que es su tío? — Preguntó la señora, con curiosidad.
— Pues, esas raras coincidencias de la vida. — Dijo Paty, ruborizándose un poco. — Resultó que él es medio hermano del papá de mi niña. Lo descubrimos el día que llegué al rancho a pedir trabajo.
— ¿En serio? — Preguntó Julián totalmente asombrado. — ¿De verdad es tío de Ely?