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A la mañana siguiente, muy temprano, cuando los habitantes del rancho estaban atendiendo a los animales del refugio y aún faltaba un par de horas para abrir al público, Julián sorprendió a todos llegando en el primer autobús que salía del pueblo. Con decisión se acercó a Patricia, quien estaba ayudando a limpiar los corrales.
— Buenos días a todos. — Dijo en general, luego se giró hacia la joven. — ¿Podemos hablar, por favor?
Ella, algo dudosa miró a Delia, quien asintió en silencio. Así que Patricia, soltando un suspiro, empezó a caminar hacia los árboles del bosque mágico.
— Te debo una disculpa. — Dijo Julián, caminando detrás de ella.
— Yo también quiero disculparme contigo. — Asintió ella, mirando al suelo.
— No, espera, déjame hablar, por favor. — La interrumpió él. — Lo mío es grave y sé que puedo ofenderte.
Ella se detuvo y se giró a mirarlo, intrigada.
— Me gustaste desde que te conocí. — Dijo él plantándose frente a ella. — Me gustaste muchísimo, no tienes idea cuánto. Pero... ¿Sabes qué es lo que me detenía de intentar cualquier cosa contigo?
— ¿Mi niña? — Preguntó ella, frunciendo el ceño.
— No, a Ely la adoro y lo sabes. — Negó él.
— ¿Entonces?
— El jefe. — Musitó él, apenado. — De alguna estúpida manera, yo sospechaba que tú tenías o habías tenido algo que ver con él y que quizá la hija fuera suya. Discúlpame por pensar así, por favor.
Patricia no respondió nada, lo siguió mirando con el ceño fruncido y Julián se pasó las manos por el rostro, con frustración.
— Desde que llegaste al rancho dio la impresión que recibiste trato preferencial, no me lo puedes negar. — Continuó hablando. — A ti te contrataron aparte, a doña Juana y a mí nos sacaron del restaurant para que no escucháramos y nunca supimos lo que hablaron contigo, y luego, ese mismo día, fueron por tus cosas y te mudaste aquí. Y es más que obvio para todos que el jefe realmente adora a la niña y la trata casi como si fuera su hija. De hecho, esa noche en mi casa, cuando te llamó para ver cómo estaban, me sentí terriblemente celoso y enojado. Lamento haber pensado mal. Por favor perdóname por eso.
Ella asintió en silencio.
— Pero luego, cuando nos confesaste a mi mamá y a mí que en realidad era tu cuñado...
— No... — Ella lo detuvo tajantemente. — No somos cuñados. Odiamos esa palabra. Ni él se considera hermano de ese maldito ni yo me considero su mujer. No queremos tener nada que ver con esa gente.
— Bueno, lo que sea. — Respondió él encogiéndose de hombros. — Cuando nos dijiste que en realidad sí es su tío biológico, no tienes idea del peso tan grande que se me quitó de encima y por eso me atreví a cortejarte, a pedirte que salieras conmigo. Yo quiero algo serio contigo y con tu hija, no es para tener una amante o llevarte a la cama, como lo piensas. Bueno, sí quiero llevarte a la cama, pero no te considero mujer de un rato. ¿Me entiendes? Quiero que seas mi mujer, quiero algo definitivo contigo.
— Pero... — Negó ella. — Tengo una hija.
— ¡Lo sé, carajo! ¡Lo sé! — Exclamó él. — ¿Te la he tratado mal? ¿La he hecho a un lado o algo así? ¡Yo las respeto a ambas! ¡Las quiero a las dos! ¡Quiero el paquete completo!
Se acercó a ella y la tomó por los hombros.
— Te quiero Paty. — Dijo con intensidad. — ¿No te has dado cuenta de lo mucho que estoy enamorado de ti?
— ¿Qué? — Exclamó ella, abriendo mucho los ojos.
Julián no dijo nada más, simplemente la abrazó y la besó mientras, a lo lejos, se escuchaban silbidos y aplausos.