CAPÍTULO 1: El heredero Roger
Año 2080, Berlín nocturna brillaba tras los cristales tintados de una limosina de lujo que avanzaba en silencio absoluto. Dentro, el ambiente olía a cuero, perfume caro y un leve aroma de incienso que Lilith siempre usaba para calmar los nervios.
Darem Roger, hundido en el asiento, tenía las piernas cruzadas y el rostro iluminado por las páginas de un tomo antiguo de Berserk, un manga que había terminado décadas atrás y del que él era fanático desde niño. Pasaba las páginas con una mezcla de concentración y apatía, como si nada en el mundo pudiera importarle menos que la gala benéfica a la que estaban camino.
A su lado, Lilith, impecable en un vestido negro minimalista, observaba por la ventana con una serenidad casi sobrenatural. A pesar de sus sesenta y ocho años, su presencia seguía siendo imponente.
—No entiendo —murmuró Darem sin levantar la vista— por qué tengo que ir. Podría estar en casa, tranquilo, leyendo… o durmiendo… o no sé… cualquier cosa que no sea esto.
Lilith volvió lentamente la mirada hacia él, arqueando una ceja.
—Es un evento importante. Tu presencia también lo es —respondió con voz suave, sin perder la compostura.
Darem resopló, cerrando el tomo de Berserk de golpe.
—Me importa muy poco que sea importante. No quiero ir. Odio estas galas, todos esos adultos falsos hablando de dinero y de cosas que no me interesan. ¿Para qué tengo que sonreírles si ni siquiera saben quién soy?
Lilith soltó un suspiro profundo, elegante, cargado de una paciencia que parecía infinita. Luego lo observó con atención: el ceño fruncido, el tono desafiante, la postura rebelde que intentaba disimular que en realidad estaba incómodo.
Era igual que Fénix.
Exactamente igual.
En su mente surgió el recuerdo de aquel hombre joven y testarudo que también se negaba a asistir a cualquier evento social, que prefería una misión peligrosa antes que una gala. La misma mirada, la misma forma de quejarse… incluso ese toque de melancolía escondida que nunca admitía tener.
Lilith no dijo nada durante unos segundos. Solo bajó la mirada y sonrió con un matiz nostálgico.
—Eres igual que tu abuelo —pensó, aunque no lo dijo en voz alta—. Hasta para quejarte tienes su estilo.
La limosina siguió avanzando mientras Berlín se reflejaba en los ojos de ambos, llevando a la nueva generación del linaje Roger hacia un destino que ninguno de los dos estaba preparado para enfrentar.
Darem cerró el manga y apoyó la frente contra la ventana. Las luces de Berlín pasaban rápidas, distorsionadas, como líneas de neón que se estiraban bajo la lluvia fina que empezaba a caer.
Durante unos segundos, no dijo nada. Solo observó la ciudad, perdido en sus propios pensamientos. Luego habló, sin apartar la vista del cristal.
—Oye, abuela… —su voz salió más baja, menos desafiante—. Tú siempre mencionas a mi abuelo.
Pausa.
—¿Cómo era de verdad?
Lilith giró la cabeza lentamente, sorprendida. Darem casi nunca preguntaba nada sobre su familia. Casi siempre huía del tema. Ese simple gesto le pinchó un lugar del pecho que llevaba años cerrado.
—¿Por qué quieres saberlo ahora? —preguntó ella, aunque su tono no era duro, sino curioso.
Darem se encogió de hombros, aún mirando la calle iluminada.
—No sé. Siempre dices que me parezco a él… pero nunca me cuentas nada.
Se detuvo, buscando las palabras.
—Solo quiero saber quién era. Un poco.
Lilith guardó silencio un momento. Apoyó las manos sobre su regazo, enderezó la espalda y exhaló con suavidad, como quien abre un libro viejo que lleva demasiado tiempo guardado.
—Tu abuelo, Fénix… —empezó— era el hombre más complejo que he conocido.
Darem la miró por fin, atento.
—Era testarudo, impulsivo, incapaz de quedarse quieto. Siempre discutía conmigo cuando le obligaba a asistir a eventos importantes, igual que tú ahora. Pero… —una pequeña sonrisa apareció en su rostro— también tenía un corazón inmenso. Daba más de lo que tenía. Se entregaba por completo a las personas que amaba, aunque jamás lo admitiera.
La limosina avanzaba sobre el pavimento mojado mientras Lilith continuaba con aquella voz que solo usaba cuando hablaba de cosas que le dolían.
—Cargó con un pasado lleno de pérdidas, peleó en guerras que nadie debería haber peleado, y aun así siempre encontraba la forma de seguir adelante. Era valiente hasta el extremo, pero también muy frágil por dentro. Tenía miedo de perder a quienes quería. Y aun así… siempre siguió luchando.
Darem bajó la mirada, pensativo.
—Suena… diferente de lo que imaginaba.
—Lo era. —Lilith inclinó ligeramente la cabeza—. Era un héroe para muchos, un monstruo para otros, y para mí fue… —hizo una pausa, tragó saliva, y su voz se suavizó— fue la persona más difícil de amar y la más imposible de olvidar.
Darem volvió a mirar la ciudad a través de la ventana, pero con otra expresión, como si aquella conversación hubiese abierto algo en él que no sabía que tenía.
—Ojalá lo hubiera conocido.
Lilith lo observó de perfil y, sin decirlo en voz alta, pensó que quizá era mejor así. Que el mundo que rodeó a Fénix jamás debería tocar a Darem.
La limosina se detuvo frente al enorme edificio acristalado donde tenía lugar la gala benéfica. Las luces, los flashes y los drones de prensa sobrevolando la entrada daban a todo un aire de espectáculo exagerado.
El chófer abrió la puerta y Lilith salió con una elegancia automática, como si hubiera nacido para ese tipo de eventos. Darem bajó detrás de ella, guardándose el tomo de Berserk bajo el brazo.
—Venga, recto, espalda alta —murmuró Lilith sin mirarlo.
—Sí, sí… —gruñó él.
Entraron en el vestíbulo y una oleada de gente perfumada, vestida de gala y con sonrisas tensas les rodeó de inmediato. Había música suave, camareros con bandejas de cristal y demasiados ojos curiosos.
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Editado: 23.12.2025