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CAPÍTULO 2: Némesis a través del tiempo

CAPÍTULO 2: Némesis a través del tiempo

Lilith y Darem siguieron avanzando por el salón principal, abriéndose paso entre trajes brillantes, discursos falsamente amables y sonrisas tan tensas que parecían hechas de plástico. Darem ya estaba perdiendo la paciencia cuando, de pronto, alguien chocó brutalmente contra su hombro.

El impacto fue lo bastante fuerte como para hacerle dar un paso hacia atrás.

—Eh —soltó Darem, frunciendo el ceño—. Mínimo podrías pedir perdón, ¿no?

El joven que lo había embestido se giró con lentitud, como si la culpa no fuera con él. Debía de tener una edad similar, quizá un año más, con un porte altivo y un gesto que irritaba a simple vista.

—¿Y por qué tendría que pedir perdón? —respondió, clavándole una mirada fría, casi desafiante.

Darem no tardó en replicar.

—Pues porque casi me tiras al suelo, genio.

El otro dio un paso hacia él, sin bajar el tono.

—No exageres. Si no sabes caminar en línea recta, no es mi culpa.

Lilith observaba la escena con los brazos cruzados y un suspiro preparado en el borde de los labios. Se parecen demasiado a dos cachorros peleándose por un hueso, pensó, sin intervenir… de momento.

La discusión subió un poco de intensidad, voces cruzadas y alguna que otra mirada asesina, hasta que un miembro del staff apareció apresuradamente entre ambos.

—Señores, por favor, este es un evento benéfico —dijo, separándolos con las manos extendidas—. Mantengan la compostura.

El joven extraño se sacudió la chaqueta con desdén.

—Sea lo que sea —masculló, clavando nuevamente la mirada en Darem—. ¿Cómo te llamas?

Darem sostuvo el contacto visual sin retroceder.

—Darem Roger.

El otro arqueó una ceja. Había reconocimiento en su expresión, o tal vez sorpresa.

—¿Roger? Vaya… interesante.

Darem chasqueó la lengua.

—¿Y tú? ¿Cómo te llamas?

El joven se dio un pequeño golpe en el pecho con dos dedos, como si presentarse fuera parte de una coreografía habitual.

—César Sentinel.

Lilith, detrás de Darem, abrió ligeramente los ojos. El apellido no le era desconocido… y eso no le gustaba nada.

Darem y Lilith atravesaron el último tramo del salón hasta llegar a la mesa que les habían asignado. La decoración era tan recargada que las velas parecían competir con las lámparas del techo. En una de las sillas, con una copa de vino oscuro entre los dedos, un hombre elegante y de mirada penetrante ya los esperaba.

—Vaya, ya era hora —dijo Alucard con una sonrisa apenas insinuada.

—¡Tío Alucard! —exclamó Darem, animándose al instante mientras se acercaba para darle un abrazo breve pero sincero.

—Siempre tan efusivo —rió Alucard, dándole un par de palmadas en la espalda.

Lilith tomó asiento con la gracia que la caracterizaba, y Darem ocupó la silla junto a ella. Alucard los observó a ambos con un brillo en los ojos que mezclaba nostalgia y una cierta diversión silenciosa.

Mientras la conversación superficial comenzaba sobre la gala, los invitados y la comida, Alucard quedó atrapado unos segundos en sus propios pensamientos.

Curioso… muy curioso.
Ese muchacho con el que Darem discutió hace un momento… César Sentinel.
Sentinel… ¿eh? Qué vueltas tiene el destino. Ese apellido no aparece por casualidad.

Darem Sentinel, el eterno rival de Fénix. Dos fuerzas opuestas que, aun enfrentadas, se respetaban más que nadie. Ese duelo… aquel duelo que Fénix siempre decía que había ganado “por un pelo”. Y ahora…

Alucard dirigió una mirada de reojo hacia Darem, que seguía rebuscando en su plato con un gesto distraído.

Y este chico lleva ese nombre precisamente por él. Qué ironía tan deliciosa… El nieto de Fénix chocándose en su primera gala con el descendiente de su mayor rival. Es como si el universo quisiera repetir el ciclo.

Un pequeño gesto escapó de sus labios, una risa tenue, apenas audible.

Sí… definitivamente están destinados a encontrarse. Y a chocarse.

Lilith levantó ligeramente una ceja al escuchar el suspiro divertido de Alucard, pero decidió no preguntar. Darem, por su parte, ni se enteró: estaba más ocupado intentando descubrir si la mesa tenía pan o si ya se lo habían comido todos.

Alucard, en silencio, disfrutaba del espectáculo. El futuro prometía ser entretenido.

Darem dejó por fin el pan en paz y se giró hacia Alucard con genuino interés, apoyando los codos sobre la mesa.

—Tío Alucard, ¿cuál fue el último país que visitaste? —preguntó—. La última vez que hablamos estabas de gira por medio mundo para cerrar acuerdos. Ni me acuerdo dónde te habías quedado.

Alucard dejó su copa en la mesa con elegancia y entrelazó los dedos, como si preparar la historia fuese parte del ritual.

—La India —respondió con una ligera sonrisa—. Un lugar fascinante, aunque caóticamente hermoso.

—¿La India? —Darem ladeó la cabeza—. ¿Qué hacías allí? ¿Vampiros también necesitan acuerdos internacionales?

—No solo vampiros, muchacho —respondió Alucard, divertido—. También hay que mantener a raya a ciertas criaturas, regular ciertos movimientos… Ya sabes, cosas que es mejor que el público no sepa.

Lilith asintió, cruzándose de piernas.

—Y cosas que Darem no debería saber hasta dentro de algunos años —añadió con suavidad.

—Oh, vamos, abuela… —bufó Darem—. Solo estoy preguntando.

Alucard continuó, ignorando la mini discusión.

—Estuve visitando Calcuta primero —explicó—. Un socio nuestro tenía problemas con unos espectros que aparecían en un templo antiguo. Si te soy sincero, era más superstición que amenaza real, pero había que revisarlo.

—¿Un templo maldito? —preguntó Darem con los ojos encendiéndose—. Eso sí suena interesante.

Alucard soltó una risa leve.

—Tú tienes una idea muy romántica de lo sobrenatural. La mayoría de los “malditos” suelen ser solo nidos de energía residual. Pero reconozco que el sitio era impresionante. Después pasé por Jaipur para cerrar un pacto con un pequeño clan de metamorfos locales.




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