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CAPÍTULO 6: La pelea de los mas fuertes

CAPÍTULO 6: La pelea de los mas fuertes

Y sin más aviso, se lanzó hacia Alucard como una bala.

Pero la mano de Alucard se adelantó, atrapando la muñeca de Alex en pleno movimiento. El crujido resonó por el túnel antes de que Alucard lo girara como si no pesara nada y lo estampase contra la pared con una fuerza brutal. El cemento se resquebrajó alrededor del impacto.

Alex cayó de rodillas, pero se levantó al instante, con los ojos brillando de diversión enfermiza.

—Así me gusta —susurró—. ¡Que no te rompas tan rápido esta vez!

Y volvió a lanzarse, furioso, sus garras cortando el aire.

Alucard esquivó cada ataque con elegancia sobrenatural, moviéndose como si ya conociera de memoria los patrones del enemigo. Alex rasgó paredes, tuberías, el suelo… pero no logró rozarle.

Alucard no dejó espacio para respirar. Se abalanzó sobre Alex con una velocidad brutal, encadenando golpes directos al rostro, al torso, al abdomen. Cada impacto retumbó en la bóveda de la alcantarilla como si fueran martillazos contra metal. Alex logró cubrirse con los antebrazos, retrocediendo mientras sus pies arrastraban agua sucia.

—Tsk… sigues siendo igual de pesado —escupió Alex, intentando bloquear un puñetazo que aun así le fracturó medio costado—.

Alucard no se detuvo. Lo tomó del cuello, lo alzó unos centímetros y lo estrelló contra una pared húmeda. El cuerpo de Alex quedó incrustado en el cemento agrietado. Pero, en un destello de resistencia, Alex lanzó un manotazo desesperado. Sus uñas alargadas trazaron un arco que cortó el aire y rasgó la mejilla de Alucard, dejando tres líneas profundas y brillantes de sangre oscura.

El impacto obligó a Alucard a retroceder un paso. Alex aprovechó ese mínimo espacio para deslizarse hacia la oscuridad del túnel, desapareciendo como una sombra deformada.

Desde algún rincón sin luz se escuchó su risa, suave, vibrante, casi burlona.

—Vaya… qué sorpresa. Pensé que la edad te habría vuelto lento —provocó Alex con tono juguetón—. Pero sigues siendo tan duro de matar como siempre.

Alucard se limpió la sangre de la mejilla con la punta de los dedos, sin mostrar dolor. Su voz resonó firme y autoritaria.

—Esconderse es inútil —murmuró—. Sé exactamente dónde estás. Puedo oír tu respiración, sentir cómo tu aura se retuerce. Solo estoy esperando el momento oportuno para acabar contigo.

El eco de sus palabras llenó la alcantarilla, sólido como una sentencia de muerte.

Alucard ladeó la cabeza, observando la negrura del túnel como si viera a través de ella.

—Me resulta curioso… —murmuró con un tono frío—. Tu corazón no late. Ni una sola vibración. Como si tu cuerpo fuera un cadáver reciclado.

Antes de que pudiera dar un paso, un destello metálico surgió de la oscuridad.

¡CLANG!

Una tubería oxidada emergió desde las sombras y atravesó el antebrazo de Alucard, perforándolo de lado a lado. La fuerza del impacto le obligó a retroceder un par de pasos.

Alex salió de entre la penumbra con una sonrisa torcida, aprovechando la distracción para encadenar varios golpes más: un rodillazo al estómago, un codazo al mentón y un garrazo directo al costado.

Alucard resistió, gruñó, y entonces movió la pierna con una precisión quirúrgica.

¡BAM!

La patada impactó contra el pecho de Alex, lanzándolo varios metros por el aire hasta estrellarlo contra un muro húmedo. El eco retumbó por toda la alcantarilla.

Alex cayó de pie, casi felino, sin perder tiempo.

En un parpadeo volvió a aparecer frente a Alucard y hundió sus colmillos en su cuello, arrancándole un gemido grave. No satisfecho, abrió su propia boca y escupió sangre directamente sobre la herida abierta, dejándola chisporrotear de forma antinatural.

Alex se echó hacia atrás riéndose, limpiándose la boca con el dorso de la mano.

—Ay, Alucard… —rio con burla—. ¿Es que ya lo has olvidado? Si mi sangre toca una de tus heridas… no solo no cerrará. —Se inclinó ligeramente hacia adelante, disfrutando del momento—. Puede empeorar. Mucho.

Su risa reverberó por toda la alcantarilla, mezclándose con el goteo constante del agua y el olor a óxido.

Alucard sujetó a Alex del cuello con una fuerza brutal y lo levantó del suelo como si no pesara nada. Antes de que Alex pudiera soltar una burla, Alucard lo estampó contra el suelo con un impacto seco que hizo vibrar las paredes de la alcantarilla.

—Te voy a hacer pedazos —gruñó Alucard, con la mandíbula tensada y la sangre oscura escurriendo por la herida del cuello.

Sin darle respiro, Alucard agarró la cabeza de Alex y la aplastó de un golpe contundente contra el pavimento, haciéndola estallar en un estallido húmedo. El cuerpo sin cabeza cayó de rodillas, tambaleándose mientras intentaba regenerarse.

Alucard no esperó. Lo tomó por lo que quedaba del torso y lo lanzó con todas sus fuerzas contra una pared lateral de la alcantarilla. El impacto abrió un agujero en el cemento y el cuerpo de Alex salió despedido hacia el túnel del metro, cayendo directamente sobre las vías.

Alex quedó tendido, regenerándose a trompicones. Su carne intentaba recomponerse, pero no podía mover ni un músculo. Apenas podía emitir un sonido burbujeante.

En ese mismo instante, se escuchó el retumbar de un tren que se acercaba a toda velocidad.

—Quédate ahí —murmuró Alucard, observando desde las sombras.

Un segundo después, el tren pasó como un meteorito, y el cuerpo de Alex fue arrollado sin piedad, convertido en una mezcla de acero, carne y polvo rojo mientras el convoy seguía su camino por la línea.

Silencio. Solo el eco lejano de las ruedas del tren.

Las sombras de la alcantarilla temblaron cuando la materia triturada bajo el tren comenzó a vibrar. Alucard entrecerró los ojos. Un latido inexistente, un zumbido extraño… y algo empezó a juntarse.




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