Code Eclipse

CAPÍTULO 7: La pelea de los mas fuertes-2

CAPÍTULO 7: La pelea de los mas fuertes-2

Alucard retrocedió un paso, tambaleándose apenas, mientras la sangre que Alex le había escupido seguía ardiendo sobre cada herida abierta, impidiéndole cerrarse. El ghoul partido aún caía en pedazos cuando Alex, empapado en sangre ajena, avanzó con una sonrisa deformada.

—¿Qué pasa, Alucard…? —susurró Alex con una voz tan suave como venenosa—. Ya no te regeneras, ¿verdad? Qué pena. Me gustaba cuando fingías ser intocable.

Alucard apretó los dientes. Sentía la mandíbula resentida por el último golpe, el hormigueo de un hueso que intentaba recomponerse… sin éxito.

—Tu sangre sigue siendo igual de inmunda que hace ochenta años —gruñó.

Alex se rio con un tono desquiciado y volvió a saltar hacia él. Alucard reaccionó al instante: lo agarró por el rostro con una mano y lo estrelló contra un muro húmedo de la alcantarilla. El impacto retumbó por los túneles. Sin soltarlo, Alucard le estampó un puñetazo directo al abdomen, luego otro, luego otro, cada uno con la fuerza suficiente para deformarle el torso.

Pero Alex se retorció como si no tuviera huesos, liberándose con un movimiento serpenteante. Con las uñas extendidas, que parecían bisturíes, trazó varios cortes profundos sobre el pecho y los brazos de Alucard.

La carne se abrió. La sangre brotó. Y no sanó.

—Tú… —murmuró Alucard, sintiendo por primera vez en décadas la vulnerabilidad atravesarle la piel.

—Eso, así me gusta. Que lo notes —susurró Alex pegado a su oído, antes de rematar con un gancho ascendente directo a la mandíbula.

El golpe levantó a Alucard del suelo. Cayó de espaldas, deslizando los pies sobre el barro, mientras Alex se acercaba sin prisa, saboreando cada centímetro de agonía ajena.

La batalla no había terminado. Pero, por primera vez, ninguno de los dos tenía ventaja clara.

Alucard intentó dar un paso al frente para contraatacar, pero Alex fue más rápido. En un parpadeo, el vampiro sintió cómo su pecho se abría y un vacío helado le atravesaba el cuerpo. Cuando bajó la mirada, vio el corazón latiendo débilmente entre los dedos ensangrentados de Alex.

—Siempre fuiste rápido, viejo… pero yo soy más —susurró Alex con una sonrisa torcida.

Antes de que Alucard pudiera reaccionar, Alex inclinó la cabeza, escupió un chorro de su propia sangre directamente dentro del torso abierto de Alucard y la mezcla carmesí burbujeó al contacto. Alucard sintió un ardor antinatural, una corrosión que anulaba cualquier inicio de regeneración.

Un temblor le recorrió el cuerpo entero. Sus rodillas cedieron. Cayó al suelo, respirando con dificultad.

—Tu herida no va a cerrar —se burló Alex—. Y cada segundo será peor.

Pero incluso al borde del colapso, Alucard no era alguien fácil de rematar. Apretó los dientes, reunió lo poco que le quedaba de fuerza vital y concentró toda su energía en su puño derecho. La sangre goteaba, la visión se le nublaba, pero logró impulsarse hacia arriba.

Con un rugido casi animal, lanzó un golpe directo al techo de la alcantarilla.

El impacto fue brutal.

El concreto crujió, se abrió y una lluvia de escombros cayó en cascada. Alex, sorprendido por el movimiento suicida, solo alcanzó a levantar una mano antes de que toneladas de piedra y metal se desplomasen sobre él.

El cuerpo de Alex desapareció bajo la montaña de escombros.

Alucard, temblando, apenas logró ponerse en pie. Cada paso que daba le hacía brotar más sangre del pecho, pero sabía que era su única oportunidad. Agarrándose a la pared, arrastrándose casi, inició la huida.

La oscuridad lo envolvía. Cada latido era un cuchillo. Estaba al borde de perder la consciencia… pero avanzó.

Tenía que vivir.

Tenía que avisar.

Darem estaba a punto de apagar la luz de su habitación cuando un olor a hierro y humedad le heló la sangre. Antes de que pudiese reaccionar, una figura se materializó en la penumbra, sentada en su escritorio, chorreando sangre como si hubiese llovido sobre él.

—¿Tío… Alucard? —murmuró Darem, quedándose inmóvil.

Alucard levantó la mirada. Sus ojos, normalmente tranquilos, temblaban por primera vez en décadas.

—Tranquilo, chico… —dijo con voz ronca—. No vengo a asustarte.

Darem se acercó un paso, horrorizado por el estado de su mentor.

—¿Qué te pasó? ¿Quién te hizo eso? —preguntó con urgencia.

Alucard esbozó una sonrisa amarga, cargada de dolor.

—Problemas… con Alex. —La palabra “Alex” salió casi como un veneno—. Ese desgraciado… volvió más fuerte de lo que esperaba.

Se inclinó hacia delante, usando la pared para no caer.

—Escúchame bien, Darem. No voy a poder protegerte —admitió con una sinceridad que nunca antes había mostrado—. Mis heridas… aunque no son letales para mí, me van a dejar fuera de juego durante meses. Necesito entrar en un letargo para recuperarme… sin despertar.

Darem abrió los ojos de par en par.

—¿Meses? ¡Pero Alex está ahí fuera! ¡Yo no puedo…!

—Lo sé. —Alucard lo interrumpió con suavidad, aunque su voz temblaba de cansancio—. Pero no estarás desprotegido. Conozco a alguien. Bush está reclutando jóvenes para la prueba del portal de teletransportación del proyecto S.T.A.R.S. Si entras ahí, al menos… estarás seguro. Alex no podrá alcanzarte tan fácilmente.

Darem apretó los puños.

—No quiero esconderme —susurró, frustrado.

Alucard bajó la cabeza. Por primera vez, parecía viejo. No por la edad, sino por el peso del fracaso.

—Lo sé, chico. Créeme… si tuviera fuerzas para seguir peleando, estaría ahí fuera arrancándole la cabeza ahora mismo. —Alucard respiró con dificultad—. Pero no puedo. Y si te quedas aquí… te matará. No pienso permitirlo.

Guardó silencio un segundo. Después, con una voz casi inaudible, añadió:

—Perdóname, Darem. Perdona a este viejo idiota por no poder proteger al nieto… del único amigo que tuve en mi vida.

Una gota de sangre cayó al suelo.
Y por primera vez, Darem vio miedo en los ojos del inmortal más temido de la historia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.