CAPÍTULO 9: Recuperación

CAPÍTULO 9: Recuperación

La casa estaba sumida en un silencio antinatural. El suelo, las paredes y hasta las cortinas tenían salpicaduras rojas, todavía húmedas. El olor metálico impregnaba el aire como una bruma espesa. Había restos de muebles destrozados, señales de forcejeo y, sobre todo, rastros de que allí había habido una familia… una familia que ya no existía.

En medio de todo ese desastre, Alex estaba sentado sobre la mesa del comedor, las piernas cruzadas como si estuviera en un banco de parque. Su piel pálida brillaba con un tono fresco, renovado, y su cuerpo ya no mostraba ni una sola señal de las heridas que Alucard le había provocado. Sus dedos se movían con un leve temblor ansioso, como si aun sintiera vibrar dentro de él la energía que acababa de absorber.

Soltó un suspiro satisfecho mientras se miraba las manos.

—Perfecto… —murmuró con una sonrisa torcida—. Este cuerpo por fin está respondiendo como quiero.

Se levantó con un estiramiento felino, moviendo los hombros, el cuello, probando la flexibilidad de cada articulación. Al pisar un charco de sangre, se rió con total despreocupación.

—Bueno, bueno… creo que ya estoy al cien por ciento.

Caminó hacia una ventana rota y se asomó a la calle con aire distraído, como quien planea qué hacer por la tarde.

—Darem, Darem, Darem… —entrecerró los ojos con una mueca divertida—. Me estás dando más entretenimiento del esperado, chiquillo. Sería aburrido matarte ahora mismo.

Tocó el cristal astillado con la yema del dedo, contemplando la ciudad nocturna.

—Voy a dejarte un rato en paz, sí. Que te confíes. Que respires. Que pienses que estás a salvo. —Soltó una risita suave y chillona, casi infantil—. Y cuando estés más tranquilo… entonces te voy a cazar.

Se llevó una mano al pecho, justo donde antes había tenido el agujero hecho por Alucard. Sonrió con un gesto amplio, casi encantador.

—Quiero que sea un reto interesante. No tendría gracia si te rompes demasiado rápido.

Giró sobre sus talones, caminó entre los cadáveres sin siquiera mirar al suelo y salió de la casa silbando una melodía alegre, como si acabara de terminar una tarde cualquiera.

La puerta quedó abierta, moviéndose ligeramente con la corriente de aire.

La ciudad de Berlín dormía, sin saber que un monstruo estaba suelto… y que tenía toda la noche por delante.

Alex avanzó por la acera con paso relajado, todavía probando la ligereza de su nuevo cuerpo. A su alrededor, Berlín seguía con su ritmo indiferente, ajeno a la masacre que él acababa de dejar atrás. Entonces, algo rompió la monotonía: un perro pequeño, despistado, cruzaba la calle sin darse cuenta del coche que aceleraba hacia él.

El rugido del motor, un frenazo tardío, un grito lejano.

Alex ni siquiera pensó. Extendió una mano y, con un movimiento seco, sus uñas se alargaron como cuchillas. De un tajo limpio, perforó una de las llantas delanteras del coche. El vehículo perdió el control, se desvió bruscamente y se estrelló contra un poste. El perro quedó intacto, mirando a Alex sin comprender nada antes de salir corriendo.

El vampiro observó el desastre con una calma casi aburrida. Chispas, humo, un conductor aturdido. Un espectáculo menor.

—Qué triste —murmuró, llevándose las manos a los bolsillos—. En mis tiempos, hasta los humanos tenían más presencia. Más… garra.

Su mirada se perdió en el horizonte, decepcionada.

—Hoy todo es frágil, blando, sin emoción. Cuando nací, los luchadores eran fieros, te obligaban a esforzarte. Fénix… incluso Darem el verdadero… esos sí eran rivales dignos. —Soltó una risa suave, casi melancólica—. Ahora, en cambio, todo es tan fácil que hasta salvar a un perro resulta más interesante que enfrentar a la mayoría.

El vidrio roto del coche tintineó debido a una brisa nocturna. Alex ni siquiera miró hacia atrás mientras retomaba su camino.

—En fin… supongo que tendré que entretenerme como pueda hasta que el pequeño Roger esté listo —dijo, sonriendo de lado—. Sería triste que mi regreso fuese tan aburrido como este mundo.