Code Eclipse

CAPÍTULO 11: Rivalidad

CAPÍTULO 11: Rivalidad

La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la luz tenue que entraba desde el pasillo. Las literas crujían de vez en cuando, acompañadas por el zumbido constante del sistema de ventilación.

Darem estaba recostado en la litera inferior, con JoJo’s Bizarre Adventure abierto entre las manos. Pasaba las páginas con calma, completamente absorto.
En la litera de enfrente, Seraphine dormía boca arriba, respirando de forma pausada.
Chris, con los auriculares puestos, miraba el techo mientras la música le aislaba del mundo.

Un pequeño impacto rebotó contra el manga.

Darem frunció el ceño, pero no levantó la vista.

Otra bolita de papel cayó sobre su pecho.

Luego otra.

Darem suspiró, pasó la página y siguió leyendo.

Una cuarta bolita le dio en la frente.

Esta vez, cerró el libro despacio y alzó la mirada.

César Sentinel estaba sentado en su litera, con una sonrisa burlona y un sorbete improvisado entre los dedos.

—¿Qué pasa, friki? —dijo César, sin disimular—. ¿Muy ocupado leyendo dibujitos raros?

Darem lo miró en silencio durante unos segundos, con una calma que no coincidía con el cansancio en sus ojos.

—¿Te divertiste ya? —respondió—. Porque si es así, intenta dormir como el resto.

César soltó una risa nasal.

—Vamos, Roger, no te piques. Solo digo que es patético. Tres meses de entrenamiento militar y sigues leyendo mangas como si tuvieras doce años.

Darem apretó el libro con fuerza.

—¿Y eso qué tiene que ver contigo?

César se inclinó hacia delante.

—Tiene que ver con que no encajas aquí. Este proyecto no es para niños que viven en fantasías.

Chris se quitó un auricular.

—Eh, déjalo en paz, César —intervino—. No te está haciendo nada.

César ni siquiera lo miró.

—Nadie te habló, Mercer.

Darem se levantó despacio de la litera, sin apartar la mirada de César.

—¿Sabes qué es lo gracioso? —dijo con voz firme—. Que te esfuerzas demasiado en provocar. Es como si necesitaras que alguien te mire.

La sonrisa de César se torció.

—Cierra la boca.

—¿O qué? —replicó Darem—. ¿Me vas a tirar más papelitos?

Durante un instante, la tensión llenó la habitación.

Seraphine se movió ligeramente en su cama y murmuró algo incomprensible, sin llegar a despertarse.

César chasqueó la lengua.

—Eres un payaso, Roger. Igual que tu familia.

Eso fue suficiente.

Darem dio un paso al frente.

—No vuelvas a hablar de mi familia.

Chris se levantó de golpe.

—Ya está, los dos —dijo, colocándose entre ellos—. ¿Queréis que los instructores entren aquí? Porque os aseguro que no va a acabar bien.

César sostuvo la mirada de Darem unos segundos más, con odio puro en los ojos, antes de recostarse de nuevo.

—Como quieras —murmuró—. Sigue leyendo tus tonterías.

Darem no respondió.
Volvió a sentarse en su litera, abrió el manga por la página exacta y respiró hondo.

Chris lo miró de reojo.

—Ignóralo —susurró—. No vale la pena.

Darem asintió levemente, sin apartar los ojos del papel.

Pero esta vez, ya no estaba leyendo con la misma tranquilidad.

Horas después, el interior del vehículo blindado avanzaba en silencio por la carretera nocturna. El motor apenas se oía gracias al aislamiento del habitáculo. Las luces del panel iluminaban los rostros tensos del equipo.

Darem iba sentado junto a la puerta lateral, con el rifle apoyado entre las piernas. Miraba la pantalla incrustada en la pared, intentando concentrarse.
César, frente a él, giraba distraídamente una bala entre los dedos, con una sonrisa arrogante.
Seraphine dormitaba con la cabeza apoyada contra el respaldo, respirando con calma.
Chris revisaba su cargador por enésima vez, nervioso pero intentando no demostrarlo.

De pronto, la pantalla se encendió.

La imagen de George W. Bush apareció, conectado desde la base. Su cuerpo mecánico ocupaba casi toda la silla de ruedas, cables y placas visibles bajo el traje oscuro.

—Atención, equipo S.T.A.R.S —dijo con voz firme—. Esta será vuestra primera misión real.

El vehículo continuó avanzando mientras el mapa del objetivo aparecía junto a su rostro.

—Destino: hotel abandonado, a las afueras de la ciudad. Lleva años cerrado. Según nuestros informes, una plaga de vampiros lo ha tomado como nido.

César alzó una ceja, interesado.

—¿Plaga? —murmuró—. Suena aburrido.

Bush lo ignoró.

—La misión es sencilla: entrar, localizar y eliminar a todos los vampiros. No hay civiles en la zona. No hay negociación. Es una limpieza total.

Darem tragó saliva y ajustó el agarre del arma.

—¿Cuántos objetivos? —preguntó Chris.

—Número indeterminado —respondió Bush—. Puede que una docena… o más. No subestiméis el lugar. Los vampiros se adaptan rápido y conocen el terreno.

Seraphine abrió un ojo.

—Genial… mi primera misión y es en un hotel fantasma —murmuró, medio dormida.

Bush continuó:

—Recordad vuestro entrenamiento. Cobertura en parejas, comunicación constante y nada de heroísmos. Si algo sale mal, retrocedéis. La prioridad es volver con vida.

La mirada de Bush se detuvo un instante en Darem.

—Especialmente tú, Roger. Mantente alerta.

Darem asintió sin decir nada.

La pantalla se apagó.

Durante unos segundos, nadie habló.

El vehículo redujo la velocidad.

Las luces exteriores comenzaron a iluminar una estructura enorme y oscura que se alzaba entre la niebla: el hotel abandonado.

César sonrió, cargando su rifle con un sonido seco.

—Bueno… —dijo—. Supongo que ya no hay excusa para no divertirse.

Chris respiró hondo.

—O para sobrevivir —añadió.

Darem miró el edificio, sintiendo una presión extraña en el pecho, como un mal presentimiento imposible de explicar.




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