Code Fénix Ashes of the otherworld

Capítulo 16 - Duelo de titanes

Capítulo 16 - Duelo de titanes

Cain extendió una mano hacia el interior del ataúd y extrajo una espada de aspecto regio. La hoja era fina, pulida, de un acero oscuro con grabados dorados que parecían runas antiguas. El pomo estaba adornado con un rubí del tamaño de un ojo. Aquella arma no era un simple instrumento de guerra; era un símbolo de realeza, forjado para un monarca de las sombras.

—Esta espada —dijo Cain con una voz suave, casi elegante— ha probado la sangre de reyes y demonios. No me deshonres con movimientos toscos, Guerrero Oscuro.

Fénix apretó la empuñadura de su enorme espada y gruñó entre dientes.
—No vine a bailar contigo, viejo.

Se lanzó hacia adelante, su arma describiendo un arco devastador. El impacto del acero chocando contra el de Cain resonó por toda la cámara. El vampiro bloqueó el golpe con una facilidad insultante, giró la muñeca y desvió la hoja de Fénix como si apartara una pluma.

Fénix retrocedió medio segundo, intentó otro ataque, pero Cain se movía con una precisión imposible. Cada movimiento suyo era elegante, medido, casi artístico. En apenas unos segundos, la espada del vampiro encontró los antebrazos de Fénix, atravesándolos con una precisión quirúrgica.

La sangre brotó caliente. Fénix soltó un gruñido de dolor y cayó de rodillas, su espada resonó al golpear el suelo de piedra.

—Tienes fuerza, pero careces de forma —dijo Cain, limpiando la hoja con calma—. La rabia no sustituye a la técnica.

Fénix, furioso, se lanzó hacia él y le propinó un cabezazo con toda su fuerza. El sonido del golpe retumbó… pero Cain ni se inmutó. Era como si Fénix hubiera golpeado una pared de granito. El dolor le recorrió el cráneo y lo dejó aturdido.

Cain apenas arqueó una ceja.
—¿Ya has terminado? —murmuró con una sonrisa helada. Luego lo empujó con una mano, enviándolo hacia atrás con una fuerza sobrenatural.

Fénix cayó contra una columna y escupió sangre.

—Ten clase, guerrero —añadió Cain, acomodando su espada con elegancia—. Esto no es una pelea de taberna.

Nym observaba desde una esquina, escondido tras una roca, con el rostro tenso.
—¡Fénix, esto es una locura! ¡No puedes con él en ese estado! —chilló.

Elira, temblando, dio un paso adelante.
—No… no puedo creerlo… está luchando contra Cain… el vampiro original… ¡nadie puede vencerlo!

Nym giró hacia ella con desesperación.
—¿Y tú qué? ¡Haz algo, lanza un hechizo, distrae a ese tipo, lo que sea!

—¡No entiendo cómo sigue en pie! —respondió Elira, sin apartar la mirada de la escena—. Su gemelo está dañado, sus brazos están heridos… y aun así… sigue intentando levantarse.

Fénix apretó los dientes y, tambaleante, apoyó una rodilla en el suelo. La sangre le resbalaba por los antebrazos, pero su mirada seguía fija en Cain.

—No se… —murmuró entre jadeos— …subestima al que ha peleado contra la muerte más veces de las que puede contar.

Lentamente, con una mano temblorosa, desenfundó su cuchillo de plata. El arma brilló bajo la luz azul de las velas, reflejando un destello frío e implacable.

—A ver si el “salvador” también sangra —escupió con una sonrisa cansada.

Cain sonrió de vuelta, mostrando apenas sus colmillos.
—Interesante. Aún tienes fuego en el alma. Veamos… si tu cuchillo puede tocar a un dios.

Fénix, tambaleante, avanzó hacia Cain con el cuchillo de plata en la mano. Su respiración era un rugido ronco que se perdía entre los ecos de la cámara. Dio un paso, luego otro, y lanzó un tajo horizontal que Cain desvió con un simple giro de muñeca.

El sonido metálico retumbó, y en un parpadeo, la espada del vampiro comenzó a moverse con una gracia letal. Cada movimiento de Cain era una danza, un flujo de cortes precisos que dibujaban líneas rojas en el cuerpo de Fénix.
Un tajo en el hombro.
Otro en el costado.
Uno más cruzando su espalda.

El guerrero apenas lograba mantenerse en pie. Cada respiración era una punzada de fuego, pero seguía intentando atacar.

Cain dio un paso hacia un lado, esquivó otro golpe desesperado, y Fénix logró rozar su mejilla con el filo del cuchillo. Una pequeña línea de sangre se abrió… pero se cerró al instante, la piel del vampiro regenerándose como si nada.

—Patético —susurró Cain, con una calma cruel.

Con un golpe rápido, desarmó a Fénix. El cuchillo voló por los aires, resonando al chocar contra el suelo. Cain aprovechó el impulso y lo empujó, haciéndolo caer de espaldas. En un segundo, su mano fría como el mármol sujetó la cabeza del guerrero, forzándolo a mirar hacia arriba, dejando su cuello al descubierto.

—No te preocupes —dijo Cain, su voz baja y elegante—. Te prometo que tu sangre no será desperdiciada. Me nutrirás… y vivirás eternamente dentro de mí.

Sus colmillos brillaron a la luz azul de las velas, acercándose lentamente.

Pero Fénix… sonrió. Una sonrisa torcida, teñida de sangre.

—¿Eternamente? —susurró con voz rota—. Pues vas a tener… un recuerdo corto.

Cain frunció el ceño un instante antes de notar cómo Fénix tiraba de un fino hilo que sobresalía de su pechera.

—Click.

La placa metálica del pecho se deslizó hacia abajo. Un destello rojo intenso iluminó toda la sala.

Cain apenas alcanzó a abrir los ojos antes de que una explosión brutal estallara en el centro de la cámara. El aire se llenó de fuego, piedra y metal.

Fénix fue lanzado hacia atrás como un proyectil, estrellándose con fuerza contra un pilar y dejándolo agrietado. Tosió, escupiendo sangre, riendo entre jadeos mientras el eco de la detonación se apagaba.

El humo cubría todo. Y entre los restos calcinados… se alzaba Cain.

Su cuerpo estaba destrozado: la mitad de su rostro arrancado, la carne chamuscada, el pecho abierto. Pero lentamente, horriblemente, comenzó a reconstruirse. La carne volvió a unirse. La piel se regeneró. Sus ropas se remendaron como si retrocediera el tiempo.




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