Code Fénix Ashes of the otherworld

Capítulo 38 - Caminos cruzados

Capítulo 38 - Caminos cruzados

Mientras avanzaban por el sendero, los tres caminaban en silencio hasta que Fénix rompió la tensión.

—Los soldados del Eclipse fueron eliminados demasiado rápido… —comentó, mirando de reojo el bosque—. Más de una docena de lycan primitivos acabaron con un escuadrón entero en menos de una noche. Es increíble… y preocupante.

Enid bajó la mirada, apretando los labios.

—Eran buenos guerreros… —murmuró con un tono que mezclaba orgullo y amargura—. No merecían morir así. Nadie debería caer devorado por esas cosas.

Marius soltó un bufido, frío y cargado de resentimiento.

—Pues mira cómo acabaron. Un buen recordatorio de que no todo en tu gloriosa banda es tan perfecto como crees.

Enid le clavó la mirada, molesta.

—Hablas como si no tuviera responsabilidad por ellos.

—Responsabilidad tendrías —respondió Marius con voz helada— si no estuvieras ocupada vendiendo gente como esclavos. —Desvió la mirada hacia Fénix sin ocultar el enojo—. ¿O ya te olvidaste de lo que intentabas hacer con nosotros hace unas horas?

Enid frunció el ceño, dolida y defensiva.

—No tenía opción… y necesito recursos. No todos nacemos con la suerte de contar con cruzados fanáticos o castillos oscuros para vivir —escupió con ironía.

Marius se detuvo un segundo, apretando los puños.

—Yo no “vivo” ahí. Yo los cazo. Uno a uno. Y si me hubieses vendido… habría muerto encadenado.

El ambiente se volvió denso. Enid parecía querer replicar, pero no encontró palabras. Fénix, con gesto serio pero calmado, intervino antes de que la discusión escalara.

—Da igual ahora —dijo, ajustando la God Killer en su espalda—. Discutir no cambiará lo que pasó. Lo importante es que seguimos vivos, y Vandrel está a seis horas. Allí podremos pensar mejor.

Marius gruñó, pero aceptó seguir caminando. Enid respiró hondo y continuó tras ellos.

La tensión se mantuvo, pero gracias a Fénix, no estalló. Por ahora.

Fénix aceleró un paso para colocarse junto a Enid, que caminaba con la mirada fija en el suelo, sin atreverse a levantarla. Marius iba unos metros por delante, fingiendo que no escuchaba.

—Oye —comenzó Fénix con un tono más suave—, ¿estás bien?

Enid tragó saliva antes de responder.

—He visto morir a mis hombres —dijo en voz baja—. Por muy dura que sea… nunca deja de doler.

Fénix asintió despacio.

—Lo sé. Y aunque no estuviera de tu lado al principio… no merecían ese final.

Enid soltó un suspiro.

—Tú tampoco lo merecías —añadió, casi a regañadientes—. Lo de capturarte fue… una decisión precipitada. Me dejé llevar por la urgencia y… por las órdenes. No te estoy pidiendo disculpas, pero… —miró de reojo a Fénix—, voy a intentar no repetirlo.

Fénix esbozó una ligera sonrisa.

—Con que no intentes venderme otra vez, estamos bien.

Enid soltó una risa nerviosa, la primera desde toda la tragedia.

—Prometo al menos pensármelo dos veces antes de intentarlo.

—Puedo vivir con eso —respondió Fénix.

En ese momento Marius, sin girarse, murmuró con sarcasmo:

—Menudo consuelo…

Fénix y Enid lo ignoraron y siguieron caminando.

El viento empezó a despejar la neblina matinal, y a lo lejos, entre colinas y campos abiertos, comenzó a formarse la silueta de un reino amurallado.

Una ciudad de torres grises, estandartes azules y tejados de piedra se recortaba contra el horizonte.

—Ahí está —dijo Fénix, señalando con la barbilla—. VandreI.

Enid entrecerró los ojos, intentando distinguir las murallas.

—Parece… más grande de lo que recordaba.

—Y más segura —añadió Marius, por primera vez en tono serio—. Si conseguimos llegar antes del anochecer, tendremos una oportunidad de descansar.

Fénix caminó un poco más cerca de Enid, observándola de reojo con una media sonrisa.

—Sabes… —dijo con tono travieso—, ahora que te conozco un poco más, creo que ya te tengo fichada.

Enid levantó una ceja, desconfiada.

—¿Ah sí? Ilumíname.

—En realidad eres blanda —respondió Fénix, sin pensárselo demasiado—. Finges ser fría, brutal y muy poderosa, pero en el fondo… eres como un pan caliente. Crugiente por fuera, blandita por dentro.

Enid tardó un segundo en procesarlo.

—¿Perdona?

Fénix siguió, encantado consigo mismo:

—Sí, incluso diría que eres… achuchable.

¡PAC!

La cachetada resonó entre los árboles como un latigazo. Fénix se quedó paralizado, con la mejilla roja al instante.

Marius, que iba al frente, soltó una carcajada silenciosa sin girarse.

Enid, con la cara ardiendo entre enojo y vergüenza, escupió:

—¡No soy achuchable, imbécil!

Fénix, aguantando la risa pese al golpe, respondió:

—Vale, vale… quizá me lo merecía.

Quizá, dice… —bufó Enid, cruzándose de brazos.

Marius añadió desde adelante, alzando la voz con tono burlesco:

—La próxima llama la God Killer, así al menos termina rápido.

Enid resopló indignada, Fénix se tocó la mejilla aún dolorida y los tres continuaron el camino, envueltos en una tensión tan absurda que casi resultaba reconfortante después de la noche infernal que habían vivido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.