Capítulo 39 - Monarquía
El sol ya estaba bajando cuando, por fin, los tres cruzaron las primeras murallas del reino de Vandrel. Lo que debería haber sido un lugar lleno de vida estaba silencioso, casi apagado. Las calles vacías, las ventanas cerradas, y solo unos pocos civiles que caminaban deprisa, mirándolos con evidente miedo. El aire tenía un olor a humedad y decadencia, como si algo estuviera consumiendo el reino desde dentro.
Fénix miró a sus compañeros.
—Esto no parece un reino próspero —murmuró.
—Ni tampoco seguro —añadió Enid, inquieta.
Apenas avanzaron unos metros cuando un grupo de guardias reales apareció desde una intersección, armados con lanzas y con armaduras marcadas por el desgaste.
—¡Alto ahí! —ordenó el capitán—. Identificaos.
Enid dio un paso al frente con absoluta seguridad:
—Comandante Enid Drakewood, del Ejército Eclipse. Venimos del Bosque de los Marcados.
Los guardias se miraron entre sí… y luego estallaron en una risa nerviosa, casi incrédula.
—¿Del Bosque de los Marcados? —repitió uno—. Sí, claro. Y yo soy el mismísimo Rey.
—Es imposible sobrevivir ahí —dijo otro guardia, tensando la lanza—. Nadie sale vivo. Así que dejad de bromear.
Enid frunció el ceño, molesta.
—No estamos mintiendo, idiotas. Hemos sobrevivido a—
—¡Basta! —interrumpió el capitán—. Sea verdad o no, vais a venir con nosotros. El Rey decidirá qué hacer con vosotros… y de paso podríais resultarle útiles.
Los guardias rodearon a los tres, apuntándoles con las lanzas. Enid bufó, Fénix levantó las manos sin resistencia, y Marius bajó ligeramente la cabeza.
Mientras los escoltaban, Marius guardaba silencio, pero su mente era un torbellino:
“Si estuviera al cien por ciento… estas lanzas no significarían nada. Podría romperles los brazos antes de que parpadeen. Podría sacar a Fénix y a la estúpida comandante de aquí sin que nadie lo note. ¿Cómo dejo que me lleven como si fuera un animal atado? Tch… maldita plata… maldita mansión… necesito un poco más de tiempo. Solo un poco. Cuando me cure del todo, nadie volverá a ponerme cadenas.”
Sus ojos dorados brillaron un instante, apenas perceptible.
Fénix notó el cambio en su expresión.
—¿Todo bien? —susurró.
Marius solo respondió con una sonrisa ladeada, tranquila pero peligrosa.
—Perfectamente. Que nos lleven con su Rey. Ya tendré mi momento.
La sala del trono de Vandrel era imponente, aunque no ostentosa. Grandes columnas de mármol recorrían un salón iluminado por antorchas altas y por grandes ventanales que dejaban entrar la luz gris del atardecer. Sin embargo, pese al tamaño majestuoso del lugar, la atmósfera era pesada, como si el reino entero tuviera el aliento contenido.
Los guardias empujaron suavemente a Fénix, Marius y Enid hasta colocarles frente al trono.
El Rey de Vandrel no era lo que uno imaginaría. No llevaba una corona pomposa, ni ropajes bañados en oro. Vestía una capa azul simple, con un broche plateado en forma de lobo. Su mirada era cansada, pero cálida; un hombre que había visto demasiadas pérdidas en muy poco tiempo.
—Así que vosotros sois los que dicen haber cruzado el Bosque de los Marcados con vida… —murmuró, examinándolos con curiosidad—. No veo mentiras en vuestros ojos… y desde luego, parecéis bastante golpeados como para ser impostores.
Fénix inclinó la cabeza respetuosamente. Enid, en cambio, alzó la barbilla con orgullo. Marius solo suspiró, aburrido.
El Rey se puso de pie y descendió un escalón del trono.
—Permitid que me presente adecuadamente. Soy Aldren de Vandrel, actual soberano de este reino. Imagino que ya os habrán informado del estado lamentable de estas tierras…
Hizo una pausa, apretando los puños con frustración.
—Mi hija, la princesa Lilith, fue secuestrada por el Imperio Milenario hace ya dos semanas. He enviado escuadrones enteros… y ninguno ha regresado. Ni una sola carta. Ni un solo cuerpo. El pueblo está cayendo en la desesperación.
Fénix sintió un escalofrío. Marius frunció el ceño. Enid abrió ligeramente los ojos, sorprendida.
El Rey continuó:
—Si realmente habéis sobrevivido en ese lugar maldito, significa que sois… excepcionales. Especialmente tú. —Señaló a Enid—. Eres la comandante de la banda Eclipse, ¿no es así?
Ella asintió con firmeza.
Aldren respiró hondo, como si estuviera apostándolo todo en una sola jugada.
—Necesito guerreros capaces y sin miedo. Y tú, Enid Drakewood… te haré una propuesta.
Si tú y tus… acompañantes… sois capaces de rescatar a mi hija y traerla de vuelta a Vandrel sana y salva… te otorgaré un puesto en la estructura política del reino.
Enid abrió los ojos con auténtica sorpresa. El Rey prosiguió:
—Serás nombrada Comandante de los Tigres Blancos. Un nuevo ejército de élite, bajo mi mandato directo. Seréis el Escudo de Vandrel, la fuerza más respetada de estas tierras.
Los ojos de Enid resplandecieron como si hubieran encendido antorchas dentro de ellos. Era ambición pura, mezclada con orgullo y un toque de incredulidad. Marius ladeó la cabeza, incómodo. Fénix simplemente observó cómo la comandante tragaba saliva.
El Rey sonrió, cálido pero insistente.
—¿Aceptas, Enid Drakewood?
Enid dio un paso al frente, con la postura recta y la voz firme.
—Acepto, Majestad.
Rescataré a la princesa Lilith… y le prometo que no fallaré.
Fénix notó cómo incluso su respiración se volvió más decidida. Marius solo rodó los ojos, murmurando en voz baja:
—Genial… ahora tenemos una aspirante a heroína…
Pero Fénix no pudo evitar sonreír. Algo le decía que ese viaje… no sería nada sencillo. Y que la ambición recién encendida de Enid iba a traerles más problemas de los previstos.
Los grandes portones del salón del armamento se abrieron de par en par. Las antorchas del pasillo iluminaron una estancia amplia, repleta de estantes de acero, armaduras colgantes y mesas llenas de armas aún humeantes por el calor de la forja. En el fondo, un hombre corpulento, de barba espesa y ojos vivaces, levantó la vista.
#1668 en Fantasía
#846 en Personajes sobrenaturales
fantasia oscura magia vampiros, fantasía épica romántica, fantasía osura
Editado: 23.11.2025