Code Fénix Ashes of the otherworld

Capítulo 49 - Hermanos de Armas

Capítulo 49 - Hermanos de Armas

En los establos, los Tigres Blancos se movían con precisión militar. Sillas de montar, armas, mochilas de viaje y cajas de suministros iban de un lado a otro mientras los caballos resoplaban, impacientes por la agitación del ambiente. El olor a heno fresco y cuero húmedo llenaba el aire.

En un rincón apartado, junto a un corcel negro que pateaba suavemente el suelo, estaban Fénix, Marcus y Marius revisando su equipo. El ambiente entre ellos era más silencioso que de costumbre.

Marcus rompió el silencio mientras ajustaba el cinturón de su armadura.
—Bueno, ya todos lo dicen… ese bosque está maldito —comentó en voz baja, mirando hacia los árboles que se veían a lo lejos—. Hablan de sombras que se mueven sin cuerpo, voces que llaman desde lo profundo y espíritus que vuelven a caminar entre los vivos.

Marius bufó, pero no hubo burla en su gesto.
—Eso no es nada. También dicen que aparecen criaturas sin ojos, que huelen el miedo y que corren más rápido que un caballo.

Marcus tragó saliva.
—Justo eso me preocupa. Entre todo lo que se escucha… —bajó la voz— no sé si todos vamos a salir con vida esta vez.

Fénix, que estaba limpiando la God Killer con movimientos lentos y meticulosos, levantó la mirada.
Lo observó en silencio un instante, como evaluando cuánto miedo había realmente detrás de esas palabras.

Se acercó y le dio un golpe amistoso en el hombro.
—Marcus —dijo con calma—, te recuerdo que han intentado matarnos como veinte veces desde que entramos a los Tigres Blancos.

Marius levantó un dedo.
—Veintidós.

—Eso —continuó Fénix—. Y aquí seguimos.

Marcus hizo una mueca.
—Ya, pero esta vez es distinto.

Fénix sonrió apenas.
—¿Distinto? ¿Como aquella vez en la frontera norte cuando nos emboscaron cincuenta bandidos?

Marius añadió:
—O cuando el golem de piedra nos persiguió tres kilómetros porque Fénix le rompió la nariz.

—No tiene nariz —protestó Fénix.

—Por eso se enfadó —replicó Marius.

Marcus soltó una risa nerviosa, pero una risa al fin.

Fénix continuó con tono más firme:
—Marcus, escúchame. Los Tigres Blancos siempre hemos vuelto. Siempre. Hemos caído, hemos sangrado y aun así hemos ganado cada batalla que nos han puesto delante.

Marcus respiró hondo.
—Supongo que tienes razón…

—No supongas. Recuerda —corrigió Fénix—. No importa lo que haya en ese bosque, no iremos solos. Iremos juntos. Y mientras sigamos luchando como un equipo, saldremos de esta igual que de todas las demás.

Marius asintió.
—Y si algo intenta comernos… primero tendrá que comerse a Fénix. Él tiene peor sabor que todos nosotros juntos.

Marcus soltó una carcajada más sincera esta vez.
—Vale, vale… ya me siento mejor.

Fénix envainó su espada y le dedicó una sonrisa tranquila.
—Eso quería oír. Ahora prepárate. Enid nos llamará en cualquier momento.

Enid avanzó entre los caballos con paso decidido. El sonido de las herraduras golpeando el suelo y el murmullo de los soldados se fue apagando cuando su voz resonó con claridad:

—Capitán Fénix. Ven un momento.

Fénix giró la cabeza al instante. Marcus y Marius dejaron de hablar cuando lo vieron enderezarse. El joven capitán se acercó con la God Killer colgando a la espalda y el ceño ligeramente fruncido.

—¿Sí, comandante?

Enid tenía la mano dentro de la capa, donde aún guardaba la carta. Podía entregársela en ese mismo instante. Podía decir “la princesa te ha escrito”. Podía quitárselo de encima en un segundo.

Pero no lo hizo.

La mano se quedó quieta.
No supo explicar por qué, solo… no quiso.

Improvisó.

—Necesito hablar contigo antes de que partamos —dijo con tono completamente profesional.

Fénix asintió, atento.
—¿Sobre la misión?

—Sobre la misión… y sobre ti.

Fénix ladeó la cabeza, ligeramente sorprendido.

Enid se cruzó de brazos.
—He revisado los informes. Te estás esforzando más de lo necesario, capitán. Has estado entrenando desde antes del amanecer todos los días de esta semana.

—Solo quiero estar listo —respondió él, sin dudar.

—Estás más que listo —corrigió Enid con firmeza—. Pero si sigues empujando tu cuerpo al límite, vas a colapsar en mitad del bosque, y no pienso permitir que uno de mis mejores hombres caiga por agotamiento.

Fénix resopló, apartando la mirada.
—Estoy bien, comandante.

—No, no lo estás. —Enid dio un paso hacia él—. Te conozco lo suficiente para saber cuando estás intentando distraerte con trabajo.

Fénix abrió la boca, pero no respondió.

Marcus miraba de lejos, con el codo sobre el caballo; Marius también observaba, sin fingir discreción.

Enid continuó, bajando un poco el tono:
—Fénix, eres disciplinado, leal y fuerte… pero no eres indestructible. Y no necesito a un héroe suicida en esta misión. Necesito a mi capitán en su máximo rendimiento.

Él respiró hondo.
—Haré lo que haga falta para que la misión salga bien.

—Lo sé —respondió Enid—. Pero no quiero que luches solo. Ni que cargues con todo tú.

Fénix la miró con una mezcla de confusión y gratitud.

—…Gracias, comandante.

Enid asintió una sola vez y, por un instante, su mano volvió a posarse sobre la carta guardada. Podría dársela ahora.

Pero algo en el gesto de él, en su mirada sincera y en su calma recién recuperada, la detuvo otra vez.

—Una cosa más —añadió Enid, recomponiendo su postura—. En este bosque habrá cosas que no conocemos. Mantente cerca de tu unidad. No improvises. No te adelantes. Y si ves algo que crees que puedes enfrentar tú solo…

—No lo haré —prometió Fénix.

Ella entrecerró los ojos.
—Más te vale cumplirlo.

Fénix sonrió apenas.
—Lo haré, comandante.

Fénix regresó a su caballo, todavía procesando la conversación con Enid. Ajustó la cincha, revisó la montura y acomodó la funda de la God Killer, intentando centrarse en la tarea para no pensar demasiado.




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