CAPÍTULO 3 : El Rastro en la Oscuridad
La lluvia en Berlín caía como un manto gris, lavando las calles pero no los secretos que escondían. Fénix y Marcus avanzaban con los paraguas inclinados contra el aguacero, sus botas chapoteando en los charcos.
—¿Y ahora qué, genio? —preguntó Marcus, escudriñando las fachadas oscuras—. Sin rastro, sin pistas… ¿o vas a olfatear el aire como un sabueso otra vez?
Fénix ya estaba haciéndolo. Las fosas nasales se le dilataron al captar un aroma metálico bajo el olor a tierra mojada.
—Siempre lo mismo, Marcus —murmuró—. Los vampiros huelen a sangre vieja y azufre. Y ese rastro… —señaló un callejón infestado de basura—. Apesta a podrido.
El alambrado al fondo del pasadizo estaba torcido, como si algo lo hubiera derribado. Marcus intentó escalarlo, pero el barro le resbalaba en las manos.
—¡Maldita sea! —escupió, resbalando por tercera vez.
Fénix no perdió tiempo. Con un salto sobrenatural, superó la valla y aterrizó al otro lado. Marcus lo siguió, maldiciendo entre dientes.
—¡Se nos escapó! —gritó Fénix, pateando un charco.
Marcus señaló una alcantarilla abierta, de la que emanaba un vaho helado.
—No tan rápido. Bajó ahí.
Fénix sonrió, sacando la Matilda.
—Perfecto. Una cacería en las cloacas. Justo lo que necesitaba para rematar el día.
El túnel olía a muerte. El haz de sus linternas reveló paredes mugrientas y ratas que huían. El silencio era peor que el hedor.
Hasta que lo rompió un crujido.
En un rincón, agazapada sobre algo informe, estaba ella: piel cetrina, flequillo empapado y mandíbulas desencajadas en pleno festín. La cabeza decapitada de su víctima yacía a un lado, los ojos vidriosos reflejando la luz.
—¡Eh, belleza! —Fénix accionó el seguro de la pistola—. ¡Hora de digerir plomo!
La vampira giró el cuello con un chasquido antinatural. Sus ojos amarillos brillaron antes de lanzarse como un rayo.
Fénix disparó. Falló.
El impacto la arrojó contra él, clavándole las garras en los hombros. Rodaron por el suelo, mezclándose con el fango, hasta que Marcus apareció blandiendo una barra de tubería rota.
—¡Apártate!
La plata atravesó el pecho de la vampira como un cuchillo en mantequilla. Un aullido desgarrador llenó el túnel mientras su carne chisporroteaba. Marcus gritó: las quemaduras le devoraban las palmas.
Fénix se incorporó, observando cómo el monstruo se desintegraba en cenizas.
—Buen disparo —resopló, tendiendo una mano a Marcus—. Aunque ahora tú hueles a barbacoa.
Marcus le mostró las manos ampolladas.
—Gracias, idiota. ¿Y eso?—señalo a una pulsera que habia en el suelo.
Fénix recogió la pulsera hospitalaria junto a los restos.
—"Paciente #27". Esto es más grande que una vampira hambrienta…
—Muy bien es hora de volver a EnidCorp y entregar el informe—dijo Fénix mientras caminaba a la salida de las alcantarillas.
Una vez en EnidCorp Fénix y Marcus le entregaron el informe a Enid, la CEO de EnidCorp.
Enid leyó el informe bajo la luz tenue de su despacho.
—Impresionante —musitó, rozando el borde del papel con las uñas—. Aunque me preocupa lo de Antigen.
Fénix se removió en la silla.
—¿Sabes algo?
—No lo suficiente —admitió ella, deslizando una invitación hacia él—.Pero admito que hicieron un trabajo impresionante.
Con una última sonrisa, Enid se despidió de Fénix mientras él salía de la oficina.
Fénix se encontraba en su habitación, la cual estaba iluminada únicamente por la tenue luz de una lámpara de escritorio. La misión de ese día había sido ardua, y el agotamiento se hacía sentir en cada músculo de su cuerpo. Aún así, había algo en el aire que lo mantenía alerta. Quizá era la adrenalina o el simple hecho de saber que debía darse su segunda dosis del antídoto para el nitrato de plata. Se levantó con una mezcla de resignación y rutina, dirigiéndose al pequeño botiquín que tenía junto a la cama.
Con un suspiro, sacó la jeringa y el vial de antídoto, preparándose para la inyección. Mientras lo hacía, comenzó a hablar consigo mismo, su tono lleno de sarcasmo.
—Oh, el placer de inyectarme esto nuevamente. No hay nada como el dulce alivio del antídoto para recordar lo emocionante que fue enfrentarse a una vampira que parecía más una pieza de arte macabro que un ser viviente. —dijo Fénix, mientras se inyectaba el líquido en el brazo.
Miró la jeringa con desdén antes de desecharla en el recipiente adecuado. La sustancia comenzaba a hacer efecto, y una sensación de alivio se extendía por su cuerpo. Se sentó en la cama, dándose un leve masaje en el brazo.
—Hoy ha sido bastante abrumador, pero emocionante. Aunque, sinceramente, nada se compara con cuando estaba en el ejército de Marius. Eso sí que era un caos organizado. Aquí, al menos, tenemos un poco de orden... o algo así. —murmuró Fénix mientras se recostaba en la cama, recordando viejos tiempos con una mezcla de nostalgia y ironía.
De repente, un leve deslizar por debajo de la puerta interrumpió sus pensamientos. Fénix se levantó, y al abrir la puerta, encontró una carta. La recogió y, con una mueca de curiosidad, comenzó a leerla.
Querido Fénix,
Espero que te encuentres bien después de la misión de hoy. He estado pensando que, después de un día tan intenso, te vendría bien un descanso. Me encantaría que vinieras a cenar conmigo esta noche en mi despacho. Será una oportunidad para relajarnos, hablar un poco y disfrutar de una buena comida.
No es nada formal, solo una cena entre viejos amigos. Me encantaría ponernos al día y, tal vez, discutir un poco más sobre cómo te estás adaptando a tu nuevo entorno en Enid Corp. Estoy segura de que hay mucho que contar y, personalmente, creo que podríamos disfrutar de una velada agradable.
Espero verte esta noche.
Con cariño,