CAPÍTULO 6 : Sombras en el hospital
La luna llena se filtraba entre las nubes, iluminando el Hospital San Fernando con una luz fantasmal. Las enredaderas trepaban por sus paredes como venas oscuras, y el aire olía a moho y muerte. El silencio solo se rompía por el crujido de las ramas y el zumbido intermitente de las pocas lámparas fluorescentes que aún funcionaban.
Fénix, Lucian y Vannesa se detuvieron frente al edificio. La neblina se enroscaba alrededor de sus botas mientras estudiaban el lugar.
—Bien, equipo —dijo Fénix, ajustando su arma—. Este lugar está hecho un desastre, pero no debería ser un problema. Hemos enfrentado cosas peores.
Vannesa asintió, sus ojos escaneando las ventanas rotas.
—Entendido. Cualquier cosa fuera de lo común, doy la señal.
Lucian se ajustó el equipo con nerviosismo.
—¿Sigilo o fuerza bruta?
Fénix esbozó una sonrisa sarcástica.
—Por cómo luce este lugar, diría que un enfoque directo funcionará mejor. Manténganse juntos, y no bajen la guardia.
Lucian intentó sonar confiado.
—Tres contra un par de chupasangres, ¿qué podría salir mal?
—Exactamente —respondió Fénix—. Pero no subestimemos a nuestros enemigos.
El interior del hospital era una pesadilla de sombras y escombros. Las paredes, cubiertas de grafitis y humedad, parecían sudar bajo la luz parpadeante de las lámparas.
Fénix se detuvo en un cruce de pasillos.
—Nos dividimos. Vannesa, ala este. Lucian, ala oeste. Yo revisaré los pisos superiores.
Lucian frunció el ceño.
—¿Estás seguro? Podríamos estar más expuestos.
—Confía en el plan —dijo Fénix—. Nos vemos en 20 minutos.
Vannesa sonrió.
—Cuento con que me dejes algunos, Fénix.
—No te preocupes —respondió él—. Te dejaré un par para practicar.
Fénix subió las escaleras, notando que el segundo piso estaba en mejor estado.
—Parece que alguien se olvidó de destruir esta parte —murmuró, sarcástico.
De repente, algo rodó hacia sus pies. Una cabeza decapitada, la expresión congelada en terror.
—Vaya —dijo Fénix, agachándose—. Parece que alguien más ya hizo el trabajo sucio.
Desde las sombras, una figura emergió con elegancia mortal.
—Me temo que me he adelantado, Fénix Rogers —dijo Darem, su voz como seda envenenada—. Pero no te preocupes, siempre hay más que hacer.
Fénix se enderezó, la mano cerca de su arma.
—¿Y a quién tengo el placer? No todos los días me ahorran el trabajo.
Darem hizo una leve reverencia.
—Darem, a tu servicio. Aunque no estoy aquí para ayudarte.
—Vaya —respondió Fénix—. No sabía que tenía fans en la comunidad humana.
El aire se espesó. En un instante, Fénix desenfundó su arma, pero Darem fue más rápido. Su bayoneta destelló, cortando los tendones de la mano derecha de Fénix. La pistola cayó al suelo con un golpe sordo.
—No me gusta perder el tiempo Fénix —dijo Darem.
Otro movimiento, y la mano izquierda de Fénix voló por los aires.
—¿Así es como te diviertes? —gruñó Fénix, sonriendo a pesar del dolor—. Cortando manos en lugar de cabezas.
Antes de que Darem pudiera reaccionar, Fénix lo embistió con un cabezazo. El humano retrocedió, sorprendido.
—Impresionante —murmuró—. Pero no lo suficiente.
La bayoneta se hundió en el cuello de Fénix. La sangre brotó, caliente y espesa.
—¿Eso es todo? —tosiendo sangre—. Esperaba algo más emocionante.
Justo cuando Darem levantaba la bayoneta para el golpe final, la hoja estalló en pedazos.
—¡Llegamos justo a tiempo! —gritó Lucian, con su rifle humeante.
Vannesa apareció a su lado.
—¿Qué hacías jugando solo, Fénix?
Fénix, tambaleándose, sonrió débilmente.
—Justo cuando estaba a punto de encontrar la paz eterna...
Darem retrocedió hacia las sombras.
—Esto no ha terminado, espero que nos volvamos a ver, Fénix...—dijo antes de desaparecer.
Fénix se desplomó. Lucian lo atrapó antes de que cayera.
—¡Está perdiendo mucha sangre! —gritó Vannesa—. ¡Tenemos que sacarlo de aquí!
Fénix murmuró, con voz ronca:
—Solo... asegúrense de quitarme este pincho... antes de que despierte...
Y cayó inconsciente.