Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 10 : Asegurar y retirarse

CAPÍTULO 10 : Asegurar y retirarse

La lluvia azotaba el parabrisas mientras el vehículo de Enid Corp se adentraba en el camino forestal. Las luces del auto iluminaban la fachada del Waisenhaus Am Wald, su ladrillo rojo oscuro como costras de sangre seca bajo la tormenta.

Fénix apretó el volante hasta hacer crujir el cuero. Un escalofrío de anticipación le recorrió la columna.

El equipo descendió en silencio. La cinta amarilla de "PELIGRO" brillaba bajo los relámpagos mientras Lucian la desplegaba con manos temblorosas.

—¿Seguro que solo marcamos el área y nos vamos? —preguntó, mirando las ventanas rotas del orfanato—. Esto huele a trampa.

Fénix se ajustó el rifle.

—Las órdenes son claras. Asegurar y evacuar. —Una gota de sangre cayó de su nariz al barro—. Pero si algo sale mal... improvisamos.

Vanessa olió el aire.

—Huele a... carne podrida.

El equipo se acerco a la puerta principal, que cedió con un gemido de agonía. El interior estaba sumido en una oscuridad que ni siquiera las linternas militares podían penetrar del todo.

Fénix entró primero, sus sentidos de lycan amplificados por el suero captando cada detalle:

  • El crujido de cucarachas bajo sus botas.

  • El zumbido de moscas alrededor de... algo en el techo.

  • El susurro casi inaudible de "ayúdennos" proveniente del sótano.

Lucian se aferró a su arma.

—¿Escucharon eso?

Fénix sonrió, mostrando demasiados dientes.

—Bienvenidos al infierno, niños.

El dolor lo golpeó como un martillo. El suero en su sistema le hacía ver destellos de imágenes que no estaban allí:

Una niña de vestido blanco corriendo por el pasillo.
Manos esqueléticas saliendo de las paredes.
Darem riendo en la oscuridad.

—¡Fénix! —Vanessa lo sacudió—. ¡Te está sangrando la nariz otra vez!

Se limpió la sangre con el dorso de la mano.

—Efectos secundarios. Nada grave.

Mintió. El Dr. Reinhardt le había advertido: "El suero es peligroso ante el mas minimo efecto no dudes en consultar." Pero qué importaba, si le daba la fuerza para seguir peleando...

Las escaleras crujieron bajo su peso. El olor a muerte se volvió insoportable.

Cuando la linterna iluminó el fondo, hasta Fénix contuvo el aliento:

Docenas de pequeños cuerpos colgaban del techo como marionetas rotas. Sus rostros, congelados en gritos silenciosos.

—Dios mío... —murmuró Lucian, palideciendo—. Los niños desaparecidos.

Un crujido. Un susurro.

"Jugemos..."

Las sombras detrás de ellos cobraron vida.




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