Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 20 : Comidas y revelaciones

CAPÍTULO 20 : Comidas y revelaciones

La cabaña era una estructura de troncos envejecidos, anidada entre cedros antiguos cuyo aroma impregnaba el aire nocturno. Dentro, el fuego crepitaba en una chimenea de piedra, proyectando sombras danzantes sobre paredes adornadas con herramientas de caza y hierbas secas. Una mesa de roble macizo, gastada por el tiempo, sostenía platos de madera con comida sencilla pero abundante: pan de centeno, queso curado, y estofado de venado que humeaba en cuencos de barro.

Alucard sirvió vino tinto de una jarra de estaño en dos copas de cuerno.

—Come, Fénix —dijo, deslizando un cuenco hacia él—. Los lobos necesitan reponer fuerzas.

Fénix se dejó caer en una silla de mimbre, sus músculos protestando con cada movimiento.

—Qué lujo —murmuró con sarcasmo débil—. Pensé que cenaríamos bayas y ratones crudos.

—Soy vampiro, no bárbaro —Alucard esbozó una sonrisa—. El estilo importa, incluso en el exilio.

Comieron en silencio un momento, el único sonido el del viento susurrando entre los árboles. Fénix rompió el hielo, su curiosidad venciendo al agotamiento.

—Dime, Alucard —dijo, mojando pan en el estofado—. ¿Quién eras antes de… esto? Algo más que un villano de cuento.

Alucard giró su copa de cuerno, la luz del fuego reflejándose en el vino como sangre líquida.

—Nací en una época donde la leyenda y la historia se confundían —comenzó, su voz adoptando un tono narrativo—. Fui un noble en una corte que ya no existe, en un reino devorado por el tiempo. Mi transformación no fue obra de un hechicero… fue una elección.

Fénix arqueó una ceja.

—¿Elegiste ser vampiro?

—Elegí el poder —corrigió Alucard—. La inmortalidad era el precio. La sangre, el tributo. No fue un pacto con el diablo, sino con la oscuridad que ya llevaba dentro.

—Suena como un viaje de autodescubrimiento muy sangriento —Fénix bebió un trago de vino—. Al menos no soy el único con una vida complicada.

Alucard rió, un sonido suave como seda rasgada.

—El poder siempre exige un precio, Fénix. La pregunta es si estarías dispuesto a pagarlo.

—Hablo de supervivencia —Fénix miró al fuego—. Esta guerra… ¿crees que acabará alguna vez?

—¿Tú qué piensas? —Alucard desvió la pregunta con elegancia.

—No —Fénix no vaciló—. Es un ciclo. Siempre habrá alguien que quiera control, otro que resista. Como las estaciones.

—Perceptivo —Alucard asintió—. La paz es solo un respiro entre conflictos. Pero esos respiros… valen la pena.

Alucard llenó de nuevo las copas.

—Y tú, mon petit loup? ¿Qué fantasmas te persiguen?

Fénix suspiró, jugueteando con su cuenco.

—Crecí en el siglo XVIII. Cuando los lycans éramos cazados, no estudiados. Éramos bestias en bestiarios, no soldados en laboratorios.

—Difícil época para ser diferente —murmuró Alucard.

—Después de… incidentes, acabé preso con otros de los míos —Fénix continuó, su voz más áspera—. Marius nos liberó. Luché a su lado hasta que lo mataron. Ahora… aquí estoy. Sobreviviendo.

Alucard lo estudió, sus ojos rojos brillando con interés.

—Marius… ese nombre resuena. Un idealista, ¿no?

—Un loco —Fénix sonrió con amargura—. Pero loco como nosotros.

—El caos tiene su encanto —Alucard alzó su copa—. Le da sabor a la eternidad.

—Sí, bueno —Fénix chocó su copa contra la de Alucard—. Supongo que sin él, me aburriría.

La cabaña se llenó de un silencio cómodo. Alucard recogió los platos, moviéndose con la gracia de quien ha tenido siglos para practicar.

—Tienes algo, Fénix —dijo de pronto, sin mirarlo—. Una… resistencia. No es solo la transformación. Es algo más profundo.

Fénix frunció el ceño.

—¿Como qué?

—Como hierro forjado en frío —Alucard se volvió hacia él—. Doblado, pero no roto. Es raro en lycans de tu edad.

—¿Elogios, Alucard? —Fénix sonrió—. Cuidado, podrías ablandarte.

—No es un elogio —Alucard secó un cuchillo con un paño—. Es una observación. Y una advertencia: eso que te hace resistir… también te hace peligroso. Para ti y para otros.

Fénix miró al fuego, las llamas reflejándose en sus ojos.

—Lo sé —susurró—. Lo sé.

Fuera, el bosque susurraba secretos antiguos. Dentro, dos monstruos compartían una tregua, sabiendo que al amanecer, la guerra los reclamaría de nuevo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.