Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 22 : El despertar del Uber Lycan

CAPÍTULO 22 : El despertar del Uber Lycan

La noche en el bosque era una manta negra tachonada de estrellas frías. El fuego crepitaba entre ellos, proyectando sombras que bailaban como espectros en los troncos de los cedros. Fénix se frotó los brazos, no por el frío, sino por la anticipación. Sabía lo que venía.

Alucard observaba las llamas, su perfil afilado como una lámina contra la luz anaranjada.

—Es hora —dijo, su voz un susurro que cortó el silencio nocturno—. Transforma. Forma Uber Lycan.

Fénix sintió un nudo en el estómago. Los recuerdos de la última vez—el dolor, la pérdida de control, la sangre—regresaron como una marea negra.

—¿Estás seguro? —su voz sonó más débil de lo que hubiera querido—. La última vez… no pude detenerme.

Alucard giró hacia él, sus ojos rojos brillando con una calma sobrenatural.

—Si pierdes el control, te noqueo antes de que parpadees. Soy el más fuerte aquí, ¿recuerdas? —sonrió—. Esta vez será diferente. Confía en mí.

Fénix asintió, respirando hondo. Alucard sacó una caja de metal. Dentro, tres jeringas descansaban sobre terciopelo negro, llenas de un líquido oscuro que parecía absorber la luz.

—Sabes dónde —Alucard le pasó la caja—. Ojo, hombro, columna. Si fallas… bueno, será un espectáculo memorable.

Fénix tomó la primera jeringa. La aguja brilló bajo la luz de la luna. Sin vacilar, se la clavó en el ángulo del ojo izquierdo. El dolor fue instantáneo—un rayo blanco que le atravesó el cráneo. Contuvo un grito, los dientes apretados.

La segunda inyección fue en el hombro. Su brazo se entumeció al instante, como si le hubieran inyectado hielo seco.

La tercera—en la columna—fue la peor. Un fuego líquido que se expandió por sus vértebras, haciendo que cada nervio gritara. Cayó de rodillas, jadeando.

—Esto… es… peor —logró escupir entre dientes.

Alucard observaba, inmutable.

—El dolor es el precio del poder, Fénix. Siempre lo ha sido.

La transformación comenzó. Su piel se oscureció, adoptando un tono grisáceo de piedra pulida. Los músculos se expandieron, desgarrando su ropa. Los huesos crujieron, reformándose en una estructura más grande, más mortífera. Pero esta vez, su mente no se nubló por completo.

Visualizó anclas—Enid, Lucian, Vanessa—y se aferró a ellas como un náufrago a tablas.

Cuando abrió los ojos, era el Uber Lycan. Tres metros de músculo puro y furia contenida. Pero algo era diferente: sus ojos—antes rojos como sangre—ahora eran los de Fénix: dorados, alertas, humanos.

Alucard silbó, impresionado.

—Vaya, vaya… El cachorro domó a la bestia. —Se acercó, estudiándolo—. ¿Cómo se siente? Tener todo ese poder y aún poder pensar…

Fénix intentó hablar, pero solo salió un gruñido bajo. Levantó una garra, examinándola como si fuera la primera vez que la veía.

—No necesitas palabras —dijo Alucard—. Tus ojos dicen suficiente. Has ganado esta batalla.

Fénix asintió lentamente. La bestia rugía dentro de él, pero ahora era una herramienta, no un amo.

Fénix cerró los ojos y se concentró. El poder retrocedió como una marea, dejando atrás un cuerpo exhausto pero entero. Cayó de rodillas, jadeando, sudoroso, pero victorioso.

Alucard le lanzó una cantimplora.

—Bebe. Rehidrátate. —Una sonrisa casi genuina asomó en sus labios—. Nada mal, Fénix. Nada mal.

Fénix bebió, el agua fresca aliviando su garganta rasposa.

—¿Y ahora? —preguntó, su voz ronca pero estable.

—Ahora —Alucard miró hacia el bosque oscuro—. La verdadera pelea esta por empezar.




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