Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 24 : El origen del suero

CAPÍTULO 24 : El origen del suero

La sala de conferencias de Enid Corp era un cubo de tecnología y oscuridad deliberada. Paredes de acero bruñido reflectaban las líneas de luz LED azul que serpenteaban como venas luminosas. Los inversores—hombres y mujeres trajeados con expresiones de escepticismo y avaricia—observaban el holograma que flotaba sobre la mesa central.

Enid estaba de pie bajo la luz fría del proyector, su silueta recortada como una estatua de hierro.

—Durante siglos —comenzó la voz del narrador, grave y editada para sonar omnisciente—, la humanidad ha buscado sus orígenes. Nosotros los encontramos.

El holograma mostró un desierto bajo un cielo estrellado. Luego, un bosque primitivo. En su centro, una figura musculosa y bestial—Adán, el primer licántropo—caminaba entre sombras. Sus ojos dorados brillaban con inteligencia antigua.

—Adán no fue solo un hombre; fue el eslabón perdido —la voz sonaba casi religiosa—. Una fusión perfecta de humano y depredador. Su código genético es la piedra roseta de la transformación lycan.

Las imágenes cambiaron a laboratorios subterráneos. Cápsulas de vidrio con sujetos retorciéndose en transformaciones fallidas. Líquido verde zumbando en tubos de ensayo.

—Tuvimos fracasos —admitió la voz—. Pero cada error nos acercó al suero definitivo.

El holograma terminó con el logo de Enid Corp—un águila devorando su propia cola—iluminándose en rojo sanguíneo.

Las luces se encendieron. Enid avanzó, sus tacones resonando en el silencio.

—Esto no es biotecnología —dijo, su voz cortando el aire como un cuchillo—. Es evolución dirigida. El Suero Uber Lycan redefine lo que significa ser poderoso. Y ese poder… es exclusivo de nosotros.

Un inversor—un hombre con cara de hurón—levantó la mano.

—¿Y los riesgos? Los sujetos previos…

—Fueron escalones necesarios —Enid lo interrumpió—. Ahora tenemos un ejército de élite. Y un líder que demuestra que el control es posible.

Sonrió, mostrando dientes perfectos.

—¿Están listos para escribir la historia?

Las copas de cristal se alzaron. El silencio se rompió con murmullos de aprobación. Enid bebió, saboreando el sabor metálico del triunfo.

El avion surcaba la noche como un halcón de acero. En la cabina, iluminada por luces tenues, Fénix estaba pálido y sudoroso. Una gota de sangre escapó de su oreja izquierda, zigzagueando por su mandíbula.

Alucard, sentado a su lado, hojeaba una revista de moda vintage. Sin mirarlo, comentó:

—Tienes algo de sangre en la oreja. Estilo goteo abstracto.

Fénix abrió los ojos. Se tocó la oreja, miró la mancha roja en sus dedos con fastidio.

—Genial —murmuró, limpiándose con una servilleta—. Justo lo que necesitaba.

—¿Dolor de cabeza? —preguntó Alucard, volviendo una página—. O solo estás decorando el avión con tus fluidos?

Fénix se masajeó las sienes.

—Sí, duele. Como si tuviera un martillo neumático en el cráneo. Nada nuevo.

Alucard cerró la revista.

—El cuerpo humano es divertido. Da señales sutiles… hasta que ya no puede. Sangre por los oídos, migrañas que no ceden… cosas que la gente ignora hasta que colapsa en un pasillo.

—No colapsaré —Fénix cerró los ojos—. Solo necesito dormir.

—Claro —Alucard encendió un cigarro electrónico que no usó—. Pero si vomitas, intenta no manchar mis zapatos. Son Ferragamo.

Fénix no respondió. El dolor era real—un taladro persistente detrás de los ojos—pero lo ignoró como siempre. Sin saber que era el eco de algo mucho más profundo.




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