Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 25 : Llegada a berlín

CAPÍTULO 25 : Llegada a berlín

El avión aterrizó en Berlín con un suspiro de neumáticos sobre asfalto húmedo. El cielo era una losa de gran gris, y el aire olía a lluvia reciente y combustible. Fénix descendió por la escalerilla, estirándose como un felino después de horas de encierro.

—¿Sabes, Alucard? —comenzó, girándose—. Lo primero que haré es…

El espacio junto a él estaba vacío. Solo una ligera bruma—como si el aire mismo se hubiera desgarrado—marcaba donde Alucard estuvo segundos antes. Una voz susurró en su oído, tan etérea como el viento:

Nos vemos, chico. Diviértete con tus… dolores de cabeza.

Fénix frunció el ceño.

—Como siempre, desapareciendo en el momento preciso —murmuró, ajustando su chaqueta—. Encantador.

Caminó hacia la terminal, sus pasos resonando en la pista desierta. De pronto, algo caliente y metálico le corría por el labio superior. Se tocó la nariz: sangre, brillante y espesa.

—Perfecto —rezongó, buscando una servilleta—. Esto mejora por momentos.

Entonces, la Voz llegó.

No era Alucard. Era algo más profundo, más antiguo, como piedras rozándose en las profundidades de la tierra.

Tu cuerpo no es lo que era… y lo sabes. Ignorar lo inevitable no lo detendrá.

Fénix se detuvo en seco, girando sobre sus talones.

—¿Quién eres? —exigió, los puños apretados—. ¡Sal de mi cabeza!

Solo el silbato del viento respondió. La Voz se desvaneció, dejándolo solo con el latido acelerado de su corazón y el sabor a cobre en su boca.

—Bienvenido a Berlín —murmuró, secándose la sangre—. Como siempre, un placer.

La oficina de Viktor en Antigen era un cubo de cristal y acero suspendido sobre la ciudad. La lluvia corría por los ventanales como lágrimas de gigante. Viktor, de pie frente al panorama urbano, no necesitó volverse cuando la puerta se abrió.

—Sabía que vendrías —dijo, su voz seca como un documento legal—. ¿Qué te trae por aquí, Irene?

Irene Vesper entró con la elegancia de una pantera. Llevaba un traje negro ceñido, y su cabello oscuro caía en ondas perfectas. Sus ojos—fríos y calculadores—eran versiones gemelas de los de Viktor, pero con un filo más peligroso.

—¿Ni siquiera un saludo, querido hermano? —su sonrisa no alcanzó sus ojos—. Has conseguido lo que querías. Antigen florece… por ahora.

Viktor finalmente se volvió. Su rostro era una máscara de calma profesional.

—Mi trabajo es asegurar el crecimiento de Antigen. No necesito tu aprobación.

Irene se acercó a la pantalla holográfica que mostraba informes financieros y esquemas de genética avanzada.

—¿De verdad crees que no veo lo que haces? —rio, un sonido frío como cristal roto—. Pero tus logros nunca serán suficientes. Yo lo habría hecho mejor.

—Tu envidia nubla tu juicio —Viktor no se inmutó—. ¿Asuntos de negocio o solo viniste a molestar?

Irene recorrió la habitación con la punta de los dedos sobre los muebles de acero.

—Solo me impresiona lo lejos que has llegado… por ahora. —Se detuvo frente a él—. Hay ojos observando cada movimiento tuyo, Viktor. Esperando que tropieces. Y cuando lo hagas… estaré ahí para tomar el control.

—¿Una amenaza o una advertencia? —preguntó Viktor, con una ceja arqueada.

—Un recordatorio —Irene sonrió—. Este es un juego de dos. Y yo no soy tan predecible como esos títeres que manejas.

—Todo está bajo control —replicó Viktor—. Y si intentas cruzarme, recuerda: yo no dejo nada al azar.

Irene se dirigió a la puerta.

—El control es una ilusión, hermano. —La cerró tras de sí sin hacer ruido.

Viktor permaneció inmóvil un momento, luego se acercó a la ventana. La ciudad brillaba bajo la lluvia, un circuito de poder y secretos.

—Paciencia, Irene —susurró—. La paciencia es el arma definitiva.

Irene sin decirm mas se retiro dejando a su hermano solo en su oficina.

...Patético. Viktor juega a ser dios en su torre de cristal, creyendo que controla el tablero. No ve que solo es un peón... como todos.

(Una sonrisa casi imperceptible se dibuja en sus labios. Sus dedos acarician un colgante oculto bajo su blusa—un símbolo antiguo que parece un ojo con alas.)

Pero pronto... pronto todo cambiará. Él regresará. El que duerme en la oscuridad entre las estrellas. El que no tiene nombre que los labios humanos puedan pronunciar.

Sus ojos se nublan por un segundo, como si vislumbrara algo vasto e insondable.

Y cuando lo haga, este mundo de ruido y ambición se inclinará. Viktor y sus experimentos... Enid y su arrogancia... todos serán barridos. Solo los elegidos permaneceremos de pie. Los que recordamos la vieja sangre.

Pronto, hermano. Pronto verás que tu "control" no era más que polvo en el viento. Y yo... yo estaré a su lado. Como siempre debió ser.




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