CAPÍTULO 30 : El Fugitivo Parte-1
10:00 a.m. - Estacionamiento cerca del Berghain, Berlín
La furgoneta negra de Enid Corp estaba aparcada en la sombra de un edificio abandonado, lejos de las miradas curiosas. El runrún del motor diesel era el único sonido que rompía el silencio matutino. Dentro, el ambiente estaba cargado de la tensión previa a la misión. El olor a café rancio y aceite de armas se mezclaba en el aire estancado.
Enid, con su tableta táctil sobre las rodillas, estudiaba los planos del club Berghain. Sus dedos se deslizaban sobre la pantalla, ampliando secciones críticas.
—Bien, escuchen —dijo, alzando la vista—. Las entradas VIP están aseguradas. Una vez dentro, nos dividimos en parejas. Marcus conmigo en la barra principal. Vanessa y Lucian, cubrirán los pasillos traseros y las salas privadas. Recordemos: extracción de información, no confrontación. Viktor no debe sospechar.
Marcus, reclinado en su asiento, jugueteaba con una moneda que hacía girar sobre sus nudillos.
—Entrar, coquetear, buscar datos y salir. Lo de siempre —dijo con una sonrisa despreocupada, aunque sus ojos escudriñaban cada detalle del equipo a su alrededor.
Fénix, sentado junto a la ventana, ajustaba su corbata con movimientos bruscos. Su traje, arrugado y mal ajustado, parecía una parodia de elegancia. De repente, un espasmo lo sacudió. Una tos seca y áspera le arrancó del pecho, tan violenta que se dobló por la cintura. Cuando se llevó la mano a la boca, al retirarla, los dedos estaban manchados de rojo oscuro.
Vanessa, sentada a su lado, se inclinó hacia él, su rostro pálido de preocupación.
—¡Fénix! ¿Qué te pasa? —Su voz era un susurro alarmado.
Fénix negó con la cabeza, limpiándose la sangre que ahora le goteaba de la nariz con el dorso de la mano.
—No es nada. Solo… el polvo de este maldito lugar —mintió, evitando su mirada.
Enid lo observó con frialdad analítica.
—Eso no es polvo, Fénix. Estás tosiendo sangre. No puedes entrar así. Si Viktor te ve en este estado, no solo arruinarás la misión, sino que serás un blanco fácil. Yo tomaré tu lugar.
Fénix apretó los puños, sus nudillos blanqueando.
—¿Qué? No, esta misión es mía. Estoy perfectamente capacitado —protestó, pero otra arcada violenta lo traicionó, salpicando el suelo de gotas escarlata.
Lucian, que revisaba su pistola, alzó la vista con gravedad.
—Fénix, parece que te atropelló un tren. Enid tiene razón. No es solo por la misión; es por ti.
Vanessa asintió, colocando una mano en el hombro de Fénix.
—No sabemos qué te está pasando. Podría ser un virus, un veneno… algo que Viktor anticipó. Quédate aquí.
Fénix maldijo entre dientes, pero la debilidad que sentía en las piernas le decía que no tenía opción.
—Está bien. Pero si algo sale mal, no duden en llamarme.
Enid asintió, recogiendo las entradas VIP.
—Bien que comience la mision.
El resto del equipo descendió de la furgoneta, dejando a Fénix.
Interior del Berghain - Evento Eclipse
El club era un caleidoscopio de luces estroboscópicas y sombras danzantes. La música, una banda sonora industrial pulsante, vibraba en el pecho. Seres sobrenaturales de todas las clases se mezclaban en un ballet de decadencia: vampiros con trajes impecables, lycans con miradas feroces disimuladas bajo capuchas, y criaturas más ambiguas cuyas formas parecían cambiar con la luz.
Enid y Marcus avanzaron hacia la barra principal, un largo mostrador de obsidiana pulida donde los cócteles brillaban con líquidos de colores innaturales.
—Mantén los ojos abiertos —murmuró Enid—. Cualquier señal de Viktor.
Marcus asintió, su mirada escaneando la multitud con precisión militar.
No tardaron en aparecer. Viktor, con un traje de seda negra que parecía absorber la luz a su alrededor, se acercó con una sonrisa de depredador. A su lado, una mujer de cabello azabache y ojos azules glaciales lo acompañaba.
—¡Pero qué sorpresa! La gran Enid en mi humilde reunión —dijo Viktor, su voz un susurro sedoso que cortaba el estruendo de la música—. Pensé que este lugar era demasiado… vulgar para tus refinados gustos.
Enid mantuvo su expresión impasible.
—Siempre es educativo ver cómo se divierte la competencia, Viktor.
Viktor rió, un sonido frío y calculador.
—¿Competencia? Qué término tan anticuado. Pero dime, ¿dónde está tu lobo favorito? Ese Fénix… siempre es tan entretenido cuando pierde los estribos.
Enid no pestañeó.
—Ocupado en asuntos más importantes que tus juegos.
Viktor extrajo un estuche de cigarrillos de plata, ofreciéndole uno a Enid.
—¿Un cigarrillo? Una mezcla especial… tabaco envejecido en barriles de sangre de bruja. Te dará una perspectiva única.
—No, gracias —rechazó Enid con un gesto secos.
La mujer a su lado, Irene, sonrió con malicia.
—Viktor me ha hablado tanto de ti, Enid. Es admirable cómo intentas mantener el control sobre tu… operación. Aunque últimamente parece que se te escapa de las manos.
En ese momento, Viktor chasqueó los dedos. De entre la multitud emergió Darem, un hombre de dos metros de altura, con cara de pocos amigos.
—Lástima que Fénix no esté —dijo Viktor—. Traje a mi mascota para que jugaran.
Darem gruñó, mostrando colmillos afilados.
—Siempre estoy listo para un juego.
Marcus tensó los músculos, pero Enid lo contuvo con una mirada.
—Envíale mis saludos a Fénix —dijo Viktor, dando media vuelta—. Estoy seguro de que los necesitará.
En los pasillos Traseros Vanessa y Lucian se deslizaban por los corredores laterales, donde la música era un eco lejano y las sombras se multiplicaban. Las paredes estaban tachonadas con símbolos ocultistas grabados en la madera, y el aire olía a incienso y hierbas amargas.
—Esto no me gusta —murmuró Vanessa—. Demasiado silencio. Demasiado… fácil.