Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 45 : El Fugitivo Parte-16

CAPÍTULO 45 : El Fugitivo Parte-16

La furgoneta se detuvo en un camino de tierra, oculta entre la maleza espesa a unos doscientos metros del complejo abandonado. El aire frío de la noche olía a tierra húmeda y abandono. Fénix y Marcus bajaron en silencio, equipados con mochilas ligeras llenas de equipo de vigilancia.

—Allá —señaló Marcus en un susurro, apuntando hacia las siluetas oscuras de los edificios industriales. Frente a la entrada principal, como manchas de lujo en medio de la decadencia, había tres automóviles negros, impecables, de vidrios polarizados. Audi A8. Vehículos de alguien con dinero y poder.

—Primero los coches —murmuró Fénix, su voz tensa. El reloj en su muñeca marcaba las 21:15. Le quedaba menos de una hora. «Rápido. Tiene que ser rápido.»

Se arrastraron entre la maleza, moviéndose con sigilo. Marcus cubría mientras Fénix, con movimientos rápidos y expertos, colocaba dispositivos de rastreo magnéticos en los chasis de cada vehículo. Cada segundo que pasaba sentía que la luna subía más en el cielo, presionándolo.

—Listo —susurró Fénix, retrocediendo—. Ahora, adentro. Solo escuchar y ver.

Marcus asintió. Encontraron una ventana rota en la parte trasera de uno de los edificios y se deslizaron dentro. El interior era un esqueleto de hierro oxidado y hormigón desnudo. Polvo y escombros por todas partes. El silencio era absoluto, roto solo por el crujido ocasional de sus pasos cuidadosos.

Siguiendo el sonido de voces lejanas y reverberantes, ascendieron por una escalera de servicio oxidada hasta llegar a una pasarela metalica que overlookeda una vasta nave industrial. Abajo, en el centro del espacio vacío, un círculo de figuras encapuchadas vestidas con túnicas oscuras estaba de pie alrededor de lo que parecía un altar improvisado con cajas de madera. Velas altas proyectaban sombras danzantes y siniestras en las paredes.

—Qué demonios... —murmuró Marcus, ajustando los binoculares de visión nocturna.

Fénix no necesitaba los binoculares. Su vista lycan captaba cada detalle. Y entonces, ella apareció.

Irene descendió por una escalera lateral, elegantemente vestida con un traje de negocios negro y tacones altos que resonaban en el silencio como disparos. Su cabello negro azabache estaba recogido en un moño severo. No llevaba capucha. Su rostro, sereno y con una sonrisa de triunfo contained, estaba iluminado por la luz de las velas.

—Hermanos —su voz, clara y fría, cortó el aire y resonó en la nave vacía—. El día ha llegado. La noche del renacimiento de nuestro Alfa. La noche en la que Adán caminará entre nosotros una vez más, encarnado en un vaso de poder verdadero.

Fénix sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Adán. Ella lo dijo. Lo sabían.

«No. No, no, no.» El pensamiento era un grito ahogado en su mente. «No es una reunión. Es una trampa. Una maldita trampa para MÍ.» Miró a su alrededor, buscando salidas, evaluando amenazas. Su piel empezaba a picar, una sensación familiar y terrorífica. La luna. Estaba cerca. «Tengo que salir de aquí. AHORA.»

—Marcus —susurró, agarrando el brazo de su compañero con fuerza—. Tenemos que irnos. Ahora mismo. Es una trampa.

Marcus bajó los binoculares, frunciendo el ceño en la oscuridad.
—¿Qué? ¿Qué dices? Tenemos que escuchar, Fénix. Esto es oro puro. ¡Están hablando de Adán!

—¡Ellos saben que estamos aquí! —insistió Fénix, su voz un susurro desesperado—. ¡Todo esto es para mí! ¡Para atraerme! ¡Tenemos que salir YA!

—¿Para ti? ¿Estás delirando? —Marcus se resistió, quitándose el brazo—. ¡Fénix, cálmate! ¡Tenemos una misión!

Abajo, Irene alzó la cabeza lentamente, como si olfateara el aire. Su sonrisa se amplió, volviéndose predatorya y afilada. Sus ojos, de un azul glacial, se dirigieron directamente hacia la pasarela donde ellos estaban escondidos en las sombras. No podía verlos, pero sabía.

—Hermanos —dijo, su voz ahora cargada de una emoción triunfal—. No estamos solos esta noche. Tenemos... invitados de honor. —Hizo una pausa dramática, disfrutando del momento—. Mirad hacia las sombras. Allí, observando cobardemente... se encuentra el Recipiente. El vaso elegido que lleva dentro el espíritu de nuestro Alfa, Adán. ¡Y lo ha traído directamente a nosotros!

Todos los encapuchados giraron al unísono. Decenas de pares de ojos, brillando con fanatismo y algo más oscuro en la penumbra, se fijaron en la pasarela. Las túnas cayeron, revelando rostros marcados con el mismo símbolo que Fénix había visto en el Hotel Sakura, y armas que reflejaban la luz de las velas.

Fénix sintió el peso de todas esas miradas. El pacto en su interior se agitó, como si Adán se riera de él desde las profundidades de su alma.

—Marcus... —su voz fue solo un hilillo de sonido—. Ahora es demasiado tarde.

La cacería había comenzado. Y ellos ya no eran los cazadores.

El silencio se rompió con el estruendo de diez cerrojos accionándose al unísono. No eran pistolas comunes; el sonido era más grave, más pesado. Armamento de alto calibre.

—¡Fénix, después de esto me debes una maldita explicación! —rugió Marcus, empujando a Fénix para que se moviera justo cuando una andanada de proyectiles perforantes destrozó la barandilla de metal donde estaban segundos antes.

El mundo se redujo a un infierno de ruido y metal retorcido. Corrieron por la pasarela, las balas silbando a su alrededor, impactando contra el hierro oxidado y creando un concierto de muerte. Fénix lideraba el camino, sus sentidos lycan en alerta máxima, esquivando y zigzagueando. Marcus corría tras él.

—¡Por la izquierda! —gritó Fénix, señalando una escalera de escape medio derruida que descendía hacia un costado del edificio.

Pero era demasiado tarde. Un lanzagranadas que uno de los encapuchados había sacado hizo su trabajo. El proyectil impactó contra los soportes de la pasarela justo delante de ellos.




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