Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 47 : El Fugitivo Parte-18

CAPÍTULO 47 : El Fugitivo Parte-18

La luz blanca y estéril fue lo primero que registró. Un zumbido bajo, el olor a antiséptico y limpieza agresiva. Fénix parpadeó, sus párpados pesados como plomo. El techo blanco del hospital de Enid Corp se enfocó lentamente. Dolor. Era la segunda sensación. Un dolor sordo y generalizado que envolvía todo su cuerpo.

Giró la cabeza, un movimiento que le costó un esfuerzo titánico. Enid estaba sentada en una silla junto a su cama. No estaba leyendo, no miraba su cara. Solo estaba allí, sentada muy recta, con las manos entrelazadas sobre su regazo. Su rostro estaba pálido, sus ojos, usually llenos de una determinación incansable, estaban oscuros, con profundas ojeras y una furia contenida que helaba la sangre.

—Despierto —dijo ella. Su voz no era un susurro suave de alivio. Era plana, fría, cortante como el filo de un cuchillo.

Fénix intentó hablar, pero solo salió un sonido áspero y quebrado de su garganta seca.

—No hables —lo interrumpió ella, levantándose—. No tienes derecho a hablar todavía. Solo vas a escuchar.

Caminó hasta la cabecera de la cama, mirándolo desde arriba. Su expresión era impenetrable.

—Los dispositivos de audio en los autos de Irene que colocaron Marcus y tu. Lo escuché todo, Fénix. Cada maldita palabra. La trampa. La transformación. Esa... cosa de cuatro brazos. La voz de ese sujeto saliendo de tu boca. —Hizo una pausa, y Fénix pudo ver cómo temblaba levemente la mano que apretaba la baranda de la cama—. Escuché cómo te golpeaba. Escuché cómo se transfería a Marcus. Escuché cómo te dejaba tirado como basura.

Su voz se quebró por una fracción de segundo, no de dolor, sino de rabia pura.
—¿Por qué, Fénix? —la pregunta sonó como un latigazo—. ¿Por qué carajos no me lo contaste?

Fénix cerró los ojos, desbordado por la vergüenza, la culpa y el dolor. No podía esconderse más.

.

..Las palabras salieron a trompicones al principio, luego en un torrente imparable. Le contó todo. La muerte en el Berghain. El limbo. El pacto con Adán. El precio: la luna llena, el tumor, el simbionte. El miedo. La vergüenza de ser un peón, un recipiente. El terror de que lo vieran como un monstruo. Le contó sobre la voz en su cabeza, las burlas, la amenaza constante. Le confesó cada secreto, cada pedazo de verdad podrida que había cargado solo.

Cuando terminó, estaba exhausto, jadeando, como si hubiera corrido una maratón. La habitación quedó en silencio, solo rota por el sonido de su respiración entrecortada.

Enid no dijo nada. Durante un largo minuto, solo lo miró, procesando el torrente de confesiones dementes. Luego, su expresión severa se quebró. No en llanto, sino en una comprensión profunda y devastadora. Todo encajaba. La transformación extraña, su comportamiento errático, la desesperación.

Se sentó en el borde de la cama con cuidado. Lentamente, con una ternura que contrastaba brutalmente con su furia de minutos antes, extendió la mano y acarició su mejilla, alejando un mechón de sudor de su frente.

—Oh, Fénix... —susurró, su voz ahora suave y cargada de una pena inmensa—. Idiota. Mi idiota valiente y terco. ¿Por qué no viniste a mí? ¿Por qué cargaste con esto solo?

Fénix no pudo contenerse más. Un sollozo seco y doloroso le escapó del pecho. Luego otro. Y otro. Las lágrimas que había estado conteniendo durante semanas, el miedo, la impotencia, la rabia, todo brotó en un llanto silencioso y convulsivo que sacudió su cuerpo debilitado. Enterró su rostro en la almohada, avergonzado, pero incapaz de detenerse.

Enid no intentó callarlo. Solo se inclinó y lo envolvió en sus brazos, rodeando sus hombros con fuerza, permitiéndole desmoronarse contra ella. Lo sostuvo mientras temblaba, acariciando su cabello suavemente.

—Ya está —murmuró contra su oído—. Ya está. No estás solo. Nunca más.

Cuando los sollozos amainaron, dejándolo vacío y exhausto, Enid se separó lo suficiente para mirarlo a los ojos. Sus propios ojos brillaban con lágrimas no derramadas, pero su expresión era de una determinación férrea y terrible.

—Fénix, escúchame —dijo, su voz era suave pero inflexible, como el acero—. Entiendo ahora. Entiendo todo. Pero hay una verdad que no podemos evitar. —Hizo una pausa, buscando las palabras—. Adán... tiene que ser detenido. Extirpado. Para siempre.

Fénix asintió débilmente, limpiándose los ojos con el dorso de la mano.
—Sí... lo sé.

—No —Enid apretó su mano, su mirada era intensa, implacable—. No creo que entiendas. Para detenerlo a él... —su voz se quebró por un instante, pero se recuperó—... puede que no haya otra opción que... terminar con el recipiente que habita.

Fénix se quedó helado. Los ojos se le abrieron de par en par, el dolor y la fatiga reemplazados por un horror renovado.
—¿Q-qué? No... Enid, ¡no! ¡Es Marcus! ¡No podemos! ¡Hay otra manera, tiene que haberla!

—¡FÉNIX! —La voz de Enid cortó como un truco, firme y llena de una angustia que él nunca le había escuchado—. ¡Escúchame! —Le agarró la cara con ambas manos, obligándolo a mirarla fijamente—. ¡Ese que está ahí dentro ya no es Marcus! ¡Es la cosa que te torturó, que usó tu cuerpo, que mató a quien sabe cuántos! ¡Que nos manipuló a todos! ¡Si no lo detenemos, hará cosas mucho, mucho peores! ¡Y usará el rostro de nuestro amigo para hacerlo!

—¡Pero es él! —gritó Fénix, desesperado—. ¡Debe haber algo de él todavía ahí dentro! ¡No podemos rendirnos! ¡No podemos ser como ellos!

—¡A veces la elección no es entre lo bueno y lo malo, sino entre lo terrible y lo apocalíptico! —replicó Enid, sus lágrimas finalmente escapando y recorriendo sus mejillas—. ¡Yo no quiero hacer esto! ¡Créeme que no! ¡Pero mi trabajo es proteger a esta ciudad, a este mundo, de amenazas que no pueden contenerse! ¡Y Adán es la mayor amenaza que hemos enfrentado! ¡Y está usando el cuerpo de Marcus como un escudo!

Fénix quería seguir protestando, gritar, maldecir. Pero vio el dolor absoluto en los ojos de Enid. La horrible certeza. Ella no lo decía por crueldad o por pragmatismo frío. Lo decía porque era la verdad más devastadora que cualquiera de ellos había tenido que enfrentar.




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