Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 56 : El Incidente en Washington - Parte VI

CAPÍTULO 56 : El Incidente en Washington - Parte VI

Fénix estaba arrodillado en el suelo, respirando con dificultad. Su cuerpo temblaba, al borde del colapso. Cada herida ardía como si estuviera siendo quemado por dentro. Apenas podía mantener los ojos abiertos, pero su determinación seguía intacta.

Adán, de pie a pocos metros, observaba con desdén. Una sonrisa cruel se dibujó en su rostro mientras levantaba su mano derecha, apuntando directamente a la cabeza de Fénix.

—Ya no hay más juegos, Fénix. —La voz de Adán era un eco de crueldad—. Esto se acaba aquí.

La presión invisible comenzó a acumularse alrededor del cráneo de Fénix. Un dolor punzante y devastador explotó en su cabeza. Su piel se tensó, y sus ojos comenzaron a hincharse, mientras líneas de sangre oscura corrían por su rostro desde sus ojos, nariz y oídos.

—Ah... ¡argh! —Fénix intentó resistir, pero el dolor era insoportable. Sus manos temblorosas trataron de sostener su cabeza, aunque sabía que era inútil.

Adán disfrutaba del espectáculo.

—¿Ves esto, Fénix? Este es tu límite. Un rey de mentiras, un líder débil.

De repente, un destello plateado cruzó el aire, y un sonido seco resonó en la sala. La mano de Adán fue cortada limpiamente de su muñeca, cayendo al suelo con un ruido sordo.

Adán retrocedió por la sorpresa, su rostro torciéndose en un gruñido de rabia y dolor.

—¡¿Qué demonios...?!

Fénix, tambaleante, recuperó sus sentidos justo a tiempo para ver quién había intervenido. Allí estaba Lucio, sosteniendo su espada enfundada con ambas manos temblorosas. Su cuerpo era un desastre: músculos expuestos, sangre goteando de innumerables heridas, y su respiración era un silbido entrecortado.

—No... toques... a mi... amigo. —La voz de Lucio era apenas un susurro, pero su determinación llenaba la habitación.

Fénix sintió una oleada de alivio y gratitud. Una sonrisa débil, aunque teñida de sangre, apareció en su rostro.

—Lucio... tú siempre sabes cómo hacer una entrada.

Lucio, apenas en pie, le lanzó una mirada agotada.

—Ya... sabes... me gustan las cosas dramáticas.

Adán miró la muñeca de su brazo derecho, que ya comenzaba a regenerarse con rapidez. Su expresión cambió de ira a una fría admiración.

—Tienes agallas, humano. Pero sabes que no va a durar mucho, ¿verdad?

Lucio no respondió. Apenas podía mantenerse en pie, y su visión comenzaba a oscurecerse. Pero aun así, permaneció firme frente a Adán.

Fénix aprovechó la distracción para levantarse, aunque su cuerpo protestaba con cada movimiento.

—Adán, estoy de pie. Vamos a terminar esto.

Adán soltó una carcajada, sacudiendo su cabeza.

—¿Nunca aprendes, Fénix? Muy bien. Te daré lo que deseas.

En un movimiento casi invisible, Adán lanzó un golpe devastador con su mano recién regenerada. Primero conectó con Lucio, enviándolo volando contra la pared con un impacto tan fuerte que dejó un cráter. Antes de que Fénix pudiera reaccionar, recibió un puñetazo en el pecho que lo catapultó junto a Lucio, ambos atravesando varias paredes como si fueran de papel.

Finalmente, aterrizaron en una sala amplia y destrozada, un gran salón que alguna vez debió haber sido majestuoso. Los escombros caían del techo, y el polvo llenaba el aire. Fénix se tambaleó, tosiendo sangre mientras intentaba localizar a Lucio, que yacía inmóvil cerca de él.

Adán apareció entre las ruinas, caminando con una calma inquietante.

—¿Cuántas veces tengo que decirlo? —gruñó mientras miraba a los dos caídos frente a él—. Ninguno de ustedes tiene una oportunidad contra mí.

Fénix, a pesar del dolor insoportable, apretó los puños y levantó la mirada desafiante hacia Adán.

—Si eso es verdad... entonces ¿por qué seguimos de pie?

Fénix, temblando pero desafiante, logró ponerse de pie. Cada músculo de su cuerpo protestaba, pero su mirada permanecía fija en Adán. Junto a él, Lucio, cubierto de sangre y apenas consciente, también se incorporó lentamente.

—Fénix... —La voz de Lucio era apenas un susurro—. Si lo intentamos juntos, podemos... ganar.

Fénix lo miró, notando el estado deplorable de su amigo. Aunque sabía que las probabilidades estaban en su contra, asintió.

—Entonces luchemos.

Ambos se lanzaron al ataque. Fénix cargó con un rugido salvaje mientras Lucio, con su espada aún enfundada, lo seguía. Golpe tras golpe, lograron conectar ataques certeros en el cuerpo de Adán. Garras desgarraron su piel, la espada de Lucio dejó cortes profundos, y los puñetazos de Fénix resonaron con fuerza. Por primera vez, el cuerpo de Adán mostraba signos de daño, con su piel desgarrada y manchas de sangre oscura empapando el suelo.

Pero entonces, como si todo fuera un juego, Adán dejó de moverse. Su cuerpo comenzó a regenerarse a una velocidad aterradora. Las heridas desaparecieron una a una, y en cuestión de segundos, estaba como nuevo. Más que eso, incluso las cicatrices de los golpes iniciales habían desaparecido.

Adán sonrió con satisfacción, mostrando sus colmillos.

—¿Ven lo inútil que es esto? Solo me estoy divirtiendo. Si quisiera verlos muertos... ya lo estarían.

Fénix apretó los dientes, furioso e impotente.

—¡Basta de juegos, Adán!

Adán levantó una mano, deteniéndolo con un gesto casual.

—No tan rápido. Creo que es hora de que te enseñe lo que realmente significa el poder, Fénix. Tal vez un ejemplo sea más educativo.

Antes de que Fénix pudiera reaccionar, Adán desapareció en un parpadeo. De pronto, apareció detrás de Lucio, quien estaba apenas consciente. El cuerpo de Lucio, agotado y desangrándose, se tambaleó al sentir la presencia de Adán.

Fénix dio un paso hacia adelante, gritando desesperado.

—¡Lucio, muévete!

Lucio giró la cabeza hacia su amigo, una sonrisa débil cruzando su rostro ensangrentado.

—Fénix... —Su voz era un susurro, apenas audible—. Hazme un favor... no dejes que todo esto sea en vano.




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