Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 59 : El Incidente en Washington - Parte IX

CAPÍTULO 59 : El Incidente en Washington - Parte IX

En la devastada sala de la Casa Blanca, el aire estaba cargado de tensión y polvo. Fénix se tambaleaba, su cuerpo al borde del colapso, cubierto de heridas que se regeneraban con una lentitud inusual. Frente a él, el cuerpo de Marcus recuperaba su forma humana, aunque evidentemente marcado por las secuelas de la intensa batalla. Estaba inconsciente, pero estable.

A pocos pasos, una masa negra y viscosa se retorcía débilmente en el suelo: Adán, reducido a su estado más vulnerable. Su antigua arrogancia y poder se habían desvanecido, dejando solo un rastro de lo que alguna vez fue. Fénix avanzó lentamente hacia esa masa, sus pasos pesados resonando en la sala silenciosa.

—Así que... esto es todo lo que queda de ti, Adán —dijo Fénix, su voz baja pero firme, llena de cansancio y determinación—. Todo tu alarde, tus amenazas... y aquí estás, arrastrándote como un parásito moribundo.

La masa simbiotica dejó escapar un sonido extraño, una risa débil y burbujeante. Desde su interior emergió una pequeña forma parecida a un rostro, que miró a Fénix con desdén.

—¿Y qué... esperabas? —dijo Adán, su voz apenas un susurro, pero aún cargada de sarcasmo—. ¿Redención? ¿Suplicas? No, mocoso. Hasta el último aliento... soy lo que soy.

Fénix apretó los puños, su cuerpo temblando de frustración y agotamiento. —Podrías haberlo tenido todo, Adán. Una oportunidad de... no sé, algo mejor. Pero siempre elegiste el caos, el dolor, la destrucción.

Adán se rió nuevamente, aunque su "voz" comenzaba a desvanecerse. —¿Algo mejor? Eso es para débiles como tú, Fénix. Esa ridícula alma inquebrantable tuya... no es más que una maldición. Preferiría morir mil veces antes que volver a tu cuerpo como... como un tumor.

Fénix se inclinó hacia la masa, sus ojos fijos en los restos de su enemigo. —Entonces este es el final. No habrá regreso para ti esta vez.

Adán soltó una última carcajada, su forma comenzando a desintegrarse en cenizas negras que flotaban en el aire. —Tal vez... pero no creas que ganaste, Rogers. Siempre dejo algo atrás...

Y con esas palabras, lo que quedaba de Adán se desvaneció por completo, disipándose en la nada.

Fénix se quedó inmóvil, observando las cenizas desaparecer en el aire. Por primera vez en mucho tiempo, un extraño silencio lo rodeó. Sus hombros cayeron, agotados, y se permitió un breve momento para cerrar los ojos y respirar profundamente.

—Adiós, Adán —murmuró, más para sí mismo que para cualquier otra persona.

Fénix seguía mirando el lugar donde las cenizas de Adán habían desaparecido, sumido en un silencio introspectivo. La batalla había terminado, pero su cuerpo y mente aún no lo habían asimilado del todo. Entonces, un sonido de pasos detrás de él lo sacó de sus pensamientos.

—¿Qué se siente ser el ganador, hermano? —La voz sarcástica y familiar de Lucian resonó en la sala.

Fénix giró ligeramente, encontrando a Lucian de pie, con su característica sonrisa ladeada, aunque marcada por la evidente fatiga. Su traje estaba rasgado, y su rostro mostraba signos de las dificultades que había enfrentado para llegar hasta allí.

—Supongo que se siente como si me hubieran lanzado por diez paredes de concreto y luego me hubieran atropellado cinco veces —respondió Fénix con un toque de sarcasmo, aunque su voz sonaba cansada.

Lucian soltó una carcajada seca y luego avanzó hasta quedar junto a él. Miró hacia donde Adán había estado, su sonrisa desvaneciéndose un poco.

—Tengo que serte sincero, Fénix... pensé que Adán iba a ganar. Creí que no tenías oportunidad contra él.

Fénix asintió, sin rastro de ofensa en su rostro. —Eso habría pasado si Adán hubiera estado en su cuerpo original. Contra eso, no habría tenido ni una sola oportunidad. —Hizo una pausa, pasando una mano por su rostro ensangrentado. —Pero tuvo que conformarse con un recipiente, y eso le costó.

Lucian lo observó por un momento antes de dar un golpe amistoso en la espalda de Fénix, que, aunque ligero, hizo que Fénix gruñera por el dolor acumulado.

—Bueno, me alegra que haya sido así. Porque verte perder habría arruinado completamente mi día —bromeó Lucian, aunque su tono contenía un genuino alivio—. Vamos, es mejor que avisemos a los demás que ganamos.

Fénix dejó escapar una risa corta y dolorida. —¿"Ganamos"? Claro, porque fuiste de mucha ayuda.

Lucian levantó las manos en un gesto de falsa ofensa. —Eh, ¿acaso no soy el único que sigue aquí, intacto, para felicitarte? Algo cuenta.

Ambos compartieron una risa breve, casi aliviada, mientras se dirigían hacia la salida. La batalla había terminado, pero ambos sabían que su camino estaba lejos de acabar.

Fénix caminó con pasos pesados hacia el cuerpo de Marcus, quien estaba tumbado en el suelo, recuperando la conciencia. Aunque su cuerpo había vuelto a la normalidad, se veía claramente afectado por las secuelas del combate. A pesar de todo, sus ojos se abrieron lentamente, mostrando un destello de vida mientras intentaba enfocar a su alrededor.

—¿Marcus? —preguntó Fénix, inclinándose a su lado.

Marcus tardó un segundo en reaccionar, pero cuando lo hizo, logró esbozar una débil sonrisa.

—Fénix... ¿qué... qué pasó? —su voz era ronca, pero tenía un tono de alivio.

Fénix extendió su mano hacia él, ayudándolo a incorporarse con cuidado. Marcus dejó escapar un gruñido de dolor mientras trataba de levantarse.

—Te saqué del peor viaje de tu vida, hermano —respondió Fénix, con un tono que mezclaba cansancio y algo de humor—. Aunque parece que el viaje te dejó hecho pedazos.

Marcus negó con la cabeza, todavía procesando lo que había ocurrido. —Gracias... Gracias por salvarme, Fénix. Pero... tengo que admitirlo: cada centímetro de mi cuerpo me duele.

Fénix dejó escapar una risa seca y se cruzó de brazos. —Bueno, eso tiene sentido. Déjame explicarte por qué. —Hizo una pausa y comenzó a contar con los dedos, enumerando con calma. —Primero, una lluvia de puñetazos en las costillas. Luego, un rodillazo directo al abdomen. Después, un cabezazo que casi rompió una pared. Y por si fuera poco, mi brazo atravesó el pecho de Adán en un momento.




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