CAPÍTULO 61 : El Incidente en Washington - Parte XI
El ambiente dentro del búnker había comenzado a relajarse, y el equipo caminaba por los pasillos que conducían hacia la salida. Fénix caminaba al frente, medalla en mano, mientras sus compañeros empezaban a hacer comentarios entre ellos.
—Bueno, bueno... parece que ese premio debería ser para todo el equipo, ¿no? —dijo Lucian con una sonrisa amplia—. No solo para el solitario de Fénix.
—Exacto —intervino Vanessa, levantando una ceja en tono juguetón—. Yo también estuve ahí, haciendo tiempo mientras tú llegabas para que todo funcionara a la perfección. Esta medalla, técnicamente, es para todo el equipo.
—Claro —agregó Enid, soltando una pequeña risa—. Porque ser la que mantiene todo bajo control mientras todos ustedes intentan no destruir el lugar es igual de importante, ¿no?
Fénix los miró, una sonrisa pequeña curvando sus labios, antes de sacudir la cabeza.
—No estuvieron ahí soportando los golpes de Adán, contrarrestando su fuerza y regenerándose al mismo tiempo —respondió, haciendo una pausa dramática—. Lo que hicieron fue admirarse el uno al otro mientras yo salvaba el día.
Lucian se rió, mientras Vanessa y Enid intercambiaban miradas cómplices.
—¡Oye! Si no fuera por nuestro apoyo moral, no habrías podido hacer nada —bromeó Lucian—.
—Y no olvidemos que, mientras tú recibías todos esos golpes, alguien tenía que mantener la calma y la organización. ¡Casi te desmayas después de cada impacto! —añadió Enid, sonriendo en tono de burla.
Fénix se echó a reír.
—Está bien, está bien —dijo, alzando la mano en señal de rendición—. Creo que todos ustedes tienen derecho a una pequeña porción del crédito. Pero no me hagan olvidar lo que realmente pasó. Sin mí, Adán estaría aquí dándoles una charla sobre cómo conquistar el mundo.
El grupo continuó caminando hacia la salida del búnker, riendo y dejando atrás la solemnidad del momento. La medalla de honor seguía brillando en las manos de Fénix, quien al final añadió:
—¿Saben qué? Al final, es todo un equipo. No hay forma de hacer esto solo.
La luz de la ciudad de Berlín brillaba a través de la gran ventana de la oficina de Viktor. La noche había caído, pero las luces de los rascacielos iluminaban la vida nocturna que nunca parecía detenerse. Viktor observaba pensativo, mientras Darem permanecía junto a él, expectante.
—Ya me enteré. Fénix le ganó a Adán —dijo Viktor, con voz baja y calculadora—. Esto cambia las cosas.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Darem, sin apartar la vista de Viktor.
Viktor giró lentamente hacia él, con una determinación gélida en la mirada.
—A partir de ahora, todo va a volverse mucho más interesante. Fénix ha mostrado lo que es capaz de hacer, y eso lo convierte en una verdadera amenaza. Pero tranquilo, Darem... muy pronto, Berlín conocerá el verdadero infierno.
Darem asintió lentamente.
—Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? —inquirió.
—Vamos a ver qué tan fuerte es realmente Fénix —respondió Viktor, con una sonrisa fría y cruel—. Él y su equipo no tienen idea de lo que les espera. Berlín será el escenario, y nosotros, los que manejamos las sombras, estamos a punto de hacerles conocer la oscuridad en su máxima expresión.
El ambiente se tensó. Viktor se dirigió a su escritorio y comenzó a revisar los últimos informes, mientras pensaba en cada movimiento que debía hacer.
—Berlín será testigo de un infierno que ni siquiera Fénix podrá imaginar —murmuró para sí mismo, con una ligera sonrisa.