Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 67 : El Uber Lycan-2 Conclusión

CAPÍTULO 67 : El Uber Lycan-2 Conclusión

Enid Corp — Dos horas después.

El olor a desinfectante llenaba la enfermería. Fénix estaba sentado en una camilla, la camisa destrozada y la espalda desnuda, todavía marcada por los agujeros ennegrecidos de las balas de plata. El dolor era insoportable, como brasas incrustadas en su carne.

Enid, con guantes puestos y una bandeja metálica al lado, sostenía unas pinzas quirúrgicas.

—Tranquilo... —dijo en voz baja, apoyando la mano libre en su hombro—. Tengo que sacarlas una por una.

Fénix apretó los dientes.

—¿Tranquilo? —soltó con sarcasmo—. Me estás arrancando brasas encendidas de la espalda, Enid... ¿qué parte de "tranquilo" te parece realista?

Ella reprimió una sonrisa y, con pulso firme, introdujo las pinzas en la primera herida. El metal chocó contra la bala, y Fénix gruñó, golpeando con la mano la camilla.

—¡Mierda! —escupió, con la frente cubierta de sudor.

—Shhh... —Enid lo miró de reojo, con cierta ternura disfrazada de profesionalismo—. Aguanta. Ya falta poco.

Sacó la primera bala de plata y la dejó caer en la bandeja con un clink metálico.

—Una menos.

Fénix soltó el aire por la nariz, intentando recomponerse.

—Te juro que prefiero enfrentarme a diez Olivas antes que a tus pinzas.

—No seas exagerado —replicó Enid, preparando la segunda extracción.

—Exagerado mis... ¡Aghhh! —gritó cuando la segunda bala salió y su cuerpo entero se estremeció.

Ella dejó la bala junto a la otra y se inclinó para mirarlo.

—Mírame, Fénix.

Él giró un poco el rostro, jadeando.

—¿Qué?

—Fue otra misión exitosa. —Su tono era suave, sincero, muy distinto al que había usado en la carpa con los políticos—. Lo lograste, como siempre.

Fénix la miró con los labios curvados en una sonrisa cansada.

—Lo dices como si yo hubiera tenido opción de fallar. Ya sabes que cuando se trata de ti... no la tengo.

Enid se quedó un segundo en silencio, y luego volvió a trabajar para esconder la emoción que brillaba en sus ojos. Sacó la tercera bala, esta vez un poco más rápido.

—¡Joder! —gruñó Fénix, apretando los puños.

—Última. —Enid se inclinó sobre él, con voz baja, casi un susurro—. Solo una más, y se acaba.

Las pinzas entraron de nuevo, y el dolor arrancó otro rugido ahogado de la garganta de Fénix. La bala salió y cayó en la bandeja con un sonido metálico que, por fin, significaba alivio.

Enid dejó las herramientas a un lado y apoyó ambas manos en su espalda. Frente a sus ojos, las heridas comenzaron a cerrarse lentamente, hasta no dejar más que cicatrices rojizas que se desvanecieron por completo.

—Ya está... —susurró, acariciando la piel ahora intacta—. Como nuevo.

Fénix se dejó caer hacia delante, respirando con fuerza, y luego la miró por encima del hombro.

—Te debo una, doctora Drakewood.

Ella rió suavemente y le dio un ligero beso en el cuello.

—Me debes muchas, Rogers.

Él sonrió, aunque todavía con el cansancio en el rostro.

—Mientras sigas estando ahí para cobrarlas... no me importa.

Días después...

El eco seco de los disparos retumbaba en la sala de tiro subterránea. El aire estaba impregnado de pólvora, aceite de armas y el ligero zumbido de la ventilación industrial. Fénix mantenía la mirada fija en la silueta metálica al fondo del pasillo. Su brazo extendido, firme. La pistola temblaba apenas con cada detonación, como si respondiera más a sus pensamientos que a sus músculos.

Vacío el cargador. Recarga sin mirar. Dispara de nuevo.

No pensaba. No quería pensar. Pero lo hacía igual.

"Cuando no sé en qué pensar, me obligo a recordar."

La mirada de Fénix se perdió en el humo leve que flotaba frente a él, como una cortina borrosa que lo transportaba a siglos atrás. A su verdadero origen. A su tiempo.

"Siglo XVIII... qué ironía. Nací en una época que ya ni siquiera se estudia con detalle. Una nota al pie en los libros. Pero para mí fue todo. Fue barro, hambre, miedo... y ella."

El arma descendió lentamente. Fénix respiró profundo, con el ceño fruncido. El sudor resbalaba por su sien, no por el esfuerzo físico, sino por los pensamientos que lo apretaban desde dentro.

"Madre... Cómo nos sacaste adelante, con las uñas, con el alma hecha jirones. A mí y a Karick. Dos hijos no deseados. Dos errores que el mundo no se dignó a perdonar. Nunca tuvimos padre, solo tus manos heridas y esa mirada que nunca se rendía, aunque el pueblo nos despreciara como si lleváramos peste en la sangre."

Disparó de nuevo, sin apuntar con precisión. El proyectil rebotó cerca del blanco. No le importó.

"Karick... once años mayor. Se fue. Viajó por el mundo. Quería algo más, algo diferente. Y yo me quedé. Solo contigo. Solo con todo."

Guardó el arma con un movimiento mecánico. Cerró los ojos un instante.

"El resto... el resto es historia."

Silencio. El sistema electrónico de la galería pitó dos veces, señalando el fin del tiempo asignado para su práctica. Pero él no se movió. Se quedó allí, quieto, como una estatua en medio del eco y la memoria.

"No sé por qué sigo recordando todo esto. Tal vez porque no sé a dónde voy... y porque no dejo de preguntarme de dónde vengo."

La voz metálica del sistema de tiro sonó por los altavoces:

—Fin de sesión. ¿Desea reiniciar el módulo?

Fénix abrió los ojos. Su expresión no cambió.

Fénix guardó su arma en la funda y salió de la sala de tiro sin decir una palabra. El sonido metálico de la puerta deslizándose quedó atrás, tragado por el silencio clínico de los pasillos de Enid Corp. Aquel subnivel, iluminado por luces blancas impasibles, tenía algo de quirófano abandonado. Todo era pulcro, funcional, frío.

Caminaba despacio, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el suelo brillante. Cada paso resonaba como un eco lejano dentro de su propia cabeza.




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