CAPÍTULO 88 : De vuelta con el Uber lycan
El susurro del viento agitaba las copas de los árboles, y la luz plateada de la luna llena se filtraba entre las hojas, creando patrones danzantes en el suelo. Fénix estaba de pie en medio del bosque, rodeado por el manto de la noche. El lugar estaba en calma, tan quieto que incluso el crujido de una rama bajo sus botas sonaba como un eco lejano.
Por un momento, permaneció inmóvil, como si escuchara algo que no estaba allí. Luego, comenzó a caminar despacio, sus manos metidas en los bolsillos de su abrigo mientras su mirada se perdía en las sombras.
—Curioso, ¿no? —dijo en voz alta, aunque no había nadie más allí para responder—. Todo lo que pasó... parece tan irreal, casi como una historia. Una de esas que escuchabas de niño y no sabías si creer o no. Pero no, fue real. Cada golpe, cada decisión, cada pérdida...
El silencio del bosque le respondió.
—Han pasado meses desde el incidente con Adán. La vida sigue, o al menos eso intentamos. Todo está, relativamente, normal. A mí me va bien, sorprendentemente. Y sí, todos los demás también están bien. Lucian, Vanessa, Marcus... incluso Enid. Seguimos trabajando en Enid Corp como siempre, pero con un aire diferente. No sé cómo explicarlo, es como si, después de todo lo que pasamos, algo en nosotros hubiera cambiado.
Fénix se detuvo junto a un árbol alto y robusto, apoyándose contra el tronco mientras contemplaba el cielo estrellado.
—A veces pienso que todo esto podría haber salido mucho peor. Que quizás Adán tenía razón en algunas cosas, pero... —suspiró, sacudiendo la cabeza con una leve sonrisa—. No, no voy a darle el gusto ni siquiera ahora.
Su mirada se endureció ligeramente, aunque el tono de su voz se mantenía tranquilo.
—Ustedes, los que siguen aquí conmigo, los que leen esto... Supongo que ya se habrán dado cuenta de que mi vida nunca ha sido sencilla. Ni lo será. Pero por primera vez en mucho tiempo, siento que hay algo de equilibrio. Aunque, bueno, ya sabemos cómo es esto. La calma siempre es el preludio de la tormenta.
Fénix sonrió de lado, sus ojos brillando con un destello de picardía mientras se alejaba del árbol y continuaba caminando por el bosque.
—Por ahora, me permito disfrutar este silencio. Quién sabe cuánto dure.
Mientras su figura se perdía entre las sombras del bosque, el eco de sus pasos resonaba como una melodía que anunciaba que, aunque esta parte de su historia parecía haber llegado a una pausa, la verdadera lucha estaba lejos de terminar.
Fénix se detuvo un momento, mirando al frente mientras el viento se levantaba ligeramente, agitando las hojas que caían suavemente a sus pies. La quietud del bosque, esa paz profunda que siempre lo rodeaba, parecía tan ajena a la violencia que lo había acompañado durante tantos años. Sin embargo, él sabía que la calma nunca dura mucho.
—Bueno, —continuó hablando consigo mismo mientras comenzaba a caminar de nuevo, sus pasos crujían sobre la hojarasca—, no es que no haya pasado nada. Algunas cosas sí sucedieron... claro, no todo fue tan apacible como puede parecer. Claro, no me equivoqué al decir que todo esto parece una historia, una rara historia que, si alguien me la contara, probablemente pensaría que está demasiado cargada de fantasía como para ser cierta. Pero, ya saben, eso me pasa mucho. Lo que más me sorprende es cómo en la vida, después de tantas batallas, uno termina apreciando los momentos de calma como si fueran oro.
Fénix echó una mirada al cielo estrellado.
—Pelearme con mi propio padre en una batalla a muerte, no lo olviden... Eso pasó. A veces, cuando lo pienso, no puedo evitar sonreír amargamente. La última vez que vi a mi viejo, fue como ver a un reflejo de todo lo que temía ser. Su poder, su determinación, sus ideas... todo. No era solo que peleáramos, era la representación de lo que era mi vida antes de todo esto. Un ciclo interminable de destrucción, repetido una y otra vez, hasta que la última parte de él, la que me quedó, simplemente desapareció. La verdad es que si hubiera sido otro tipo de batalla, uno con otro resultado, podría haberme salido peor. Pero ya saben, no me voy a poner sentimental. La guerra contra él terminó, y aunque hubo dolor, al menos ya se sabe quién ganó.
Fénix levantó la cabeza, como si pensara en algo distante.
—Y luego, bueno, los reptilianos. ¿Quién los hubiera visto venir, eh? La verdad es que el mundo está lleno de sorpresas. Pensaba que lo peor ya había pasado. Después de todo, uno siempre espera que los peores enemigos sean esos que te buscan personalmente, o aquellos que tienes cara a cara. Pero no, los reptilianos resultaron ser uno de esos enemigos a los que uno no sabe ni cómo definir. ¿Son alienígenas? ¿Son parte de alguna conspiración secreta? ¿Realmente existían antes de que me topase con ellos? Es una locura pensar que, en medio de todo esto, tuve que luchar con una raza que ni siquiera debería estar en este planeta. En fin, no soy experto en esas cosas, ni quiero serlo. Solo sé que estuvo cerca, mucho más de lo que habría querido. De hecho, en ese momento, me vi obligado a usar casi todo lo que había aprendido en los años de lucha. Y después de todo, fue solo eso. Un enfrentamiento fugaz, pero intenso. Nada que no pudiera manejar, por supuesto.
Un suspiro escapo de su pecho mientras su mente volvía a centrarse en los recuerdos más recientes.
—Pero, bueno... al menos la diversión no me faltó. Después de todo, ¿quién puede negar que un poco de caos siempre ayuda a mantener las cosas interesantes? No estoy diciendo que lo busque a propósito, porque sé que mis días de aventuras no siempre se dan como uno los espera. Algunos de esos enfrentamientos, como los de Adán, son cosas que simplemente... suceden. No tienes control. Pero sí, hubo un par de peleas más que podrían haber sido aún más destructivas si no hubiera jugado mis cartas adecuadamente. Y esas son las que más me sorprenden. Nunca pensé que me vería tan involucrado en las luchas por el poder, por la supervivencia, por todo eso que al final ni importa tanto.