CAPÍTULO 104 : Revelaciones oscuras
Mientras Marcus y Anna se recuperaban de la sorpresa de la aparición de Alex, este último se acomodó en la penumbra del ala norte de la prisión, disfrutando del momento como si fuera un espectáculo. Su sonrisa era casi burlona, una expresión que transmitía tanto diversión como un peligro inminente.
—¿Se han preguntado alguna vez por qué soy tan difícil de eliminar? —comenzó Alex, con un tono ligero, como si compartiera un secreto con viejos amigos—. Es porque no soy un vampiro común y corriente. Fui… modificado, por así decirlo. Los laboratorios tienen formas de potenciar nuestras habilidades, y yo soy el resultado de uno de esos experimentos.
Anna frunció el ceño, aún alerta.
—¿Modificado? ¿Qué quieres decir con eso?
Alex dio un paso adelante, como si la oscuridad lo abrazara.
—Una de las habilidades que ya conocen es que mi sangre, cuando entra en contacto con una herida, no sana instantáneamente. La magia detrás de ello provoca que quien sufra esa herida no pueda regenerarse correctamente. Lo que le pasó a Fénix no fue casualidad; fue un efecto directo de mi sangre.
Marcus asintió, procesando lo que escuchaba.
—Eso es lo que intentaste hacerle a Fénix en su última confrontación. Pero, ¿qué más puedes hacer?
La risa de Alex resonó en la sala, como un eco burlón.
—Oh, eso es solo el principio. Hay algo aún más interesante. Si recito ciertas palabras y tomo la sangre de alguien, puedo dibujar un pentagrama en el suelo. Y aquí viene lo divertido: cualquier daño que yo me haga a mí mismo, lo recibiría esa persona. Es como un intercambio de dolor.
—¿Estás diciendo que puedes herir a alguien solo dañándote a ti mismo? —preguntó Anna, con incredulidad.
—Exactamente —dijo Alex, con una sonrisa satisfecha—. Es una habilidad fascinante, ¿no? Puede que no pueda curarme en un instante como algunos vampiros, pero puedo jugar con la vida de mis enemigos de maneras que jamás imaginaron.
Marcus sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
—¿Qué planeas hacer con eso? ¿Intentar acabar con nosotros de esa manera?
Alex se encogió de hombros.
—No estoy aquí para hacer promesas. Simplemente disfruto de los juegos que se presentan. Pero, como siempre, no me subestimen. El dolor es un camino de dos vías, y podría ser muy divertido explorar esa posibilidad.
Anna y Marcus intercambiaron miradas, comprendiendo que se enfrentaban a un enemigo más astuto y peligroso de lo que habían anticipado.
La charla se tornó pesada, y Alex, con una expresión de aburrimiento, decidió que las palabras eran solo un obstáculo. Sin previo aviso, se lanzó hacia ellos.
Marcus reaccionó con rapidez. Con un salto ágil logró esquivar el golpe y contraatacó con un giro, quebrando el brazo de Alex. El crujido del hueso resonó, pero para Alex fue solo un inconveniente menor. En segundos, el hueso roto se regeneró con un chasquido siniestro.
—¿Eso es todo lo que tienes? —se burló Alex, con un tono despectivo.
Con furia, se lanzó otra vez contra Marcus. Esta vez lo alcanzó. Sus garras cortaron el abdomen del hombre con precisión escalofriante.
—¡Mierda! —gritó Marcus, cayendo hacia atrás mientras la sangre brotaba.
Anna contuvo el aliento, paralizada un instante, viendo a su compañero herido.
Marcus, con dolor punzante, alcanzó su pistola con una mano temblorosa y disparó. Los tiros resonaron en la prisión, pero Alex esquivó cada bala con agilidad sobrenatural.
—¿Eso fue un intento de matarme, o simplemente estás jugando a ser el héroe? —se burló, mostrando sus colmillos en una sonrisa arrogante.
Su risa retumbó en las paredes… hasta que el edificio decidió intervenir. Varias estructuras inestables se tambalearon y, de pronto, unos escombros cayeron sobre Alex, sepultándolo bajo su peso. La risa se cortó de golpe, dejando una mueca de sorpresa y furia.
Marcus, respirando con dificultad, miró hacia los restos.
—No importa cuánto poder creas tener. Siempre hay algo más grande que tú.
En ese instante, Lucian y Vanessa aparecieron desde la penumbra.
—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó Lucian, con la vista fija en el lugar donde Alex había estado.
—¡No hay tiempo! ¡Debemos irnos! —exclamó Vanessa, con urgencia.
Marcus, tambaleante, asintió.
—Estamos de acuerdo. Es hora de salir de aquí antes de que esto se vuelva aún más peligroso.
El grupo se reunió y comenzó a retroceder por los pasillos oscuros, con el eco del caos aún resonando a su alrededor.