Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 112 : Infierno en Berlín-5

CAPÍTULO 112 : Infierno en Berlín-5

De repente, la rejilla de una alcantarilla cercana se levantó con un chirrido metálico, y alguien emergió desde las sombras. Era Fénix. Subió con calma, estirándose como si acabara de despertar de una siesta, su expresión irónica enmarcada por la cicatriz reciente sobre su ceja.

—Bueno, bueno... —dijo mientras se sacudía un poco de polvo—. Hace un momento sentí un escalofrío. Supongo que, como siempre, soy el centro de la conversación. ¿Cuánto tiempo sin verte, Darem? ¿Cinco minutos?

Vanessa arqueó las cejas, sorprendida por la inesperada aparición, mientras Lucian esbozaba una sonrisa socarrona. Enid, por su parte, lo observó con una mirada neutra, como si lo hubiera estado esperando.

Darem rió con una intensidad feroz, como un depredador que finalmente ha encontrado a su presa. Sus ojos brillaban con un placer desquiciado.
Por fin. Aquí estás, maldito. No sabes lo mucho que he esperado este momento.

Fénix lo miró de arriba abajo, como si evaluara a un niño emocionado por su primer juguete. Metió las manos en los bolsillos, su gesto tan despreocupado que resultaba insultante.

—¿Así que tú eras la gran amenaza? —comentó con sarcasmo—. Qué decepción.

Darem dio un paso adelante, crujiendo los nudillos.
Esta vez no te vas a escapar. Vamos a resolver esto aquí y ahora. Solo tú y yo.

Fénix suspiró con fingido cansancio.
—¿De verdad quieres pelear? Te advierto que me pongo insoportable cuando me aburro. —Una sonrisa ladina se formó en sus labios—. Pero está bien, siempre me ha gustado darle a la gente lo que pide... aunque eso incluya un poco de dolor.

Darem mostró los colmillos en una sonrisa salvaje, ansioso por el enfrentamiento.
—Voy a disfrutar cada maldito segundo de esto.

Darem lo observó con atención, preparándose para el enfrentamiento y entonces...

El rugido de la ciudad rota sacudió el subsuelo. Un estruendo ensordecedor se abrió paso cuando un edificio cercano, consumido por el fuego, colapsó como un castillo de naipes. La estructura cayó entre Darem y el resto del grupo, separándolos con una lluvia de escombros y polvo. Varias de las criaturas de laboratorio quedaron aplastadas bajo el peso, mientras las llamas se extendían con violencia por la brecha recién creada.

—¡FÉNIX! —gritó Darem desde el otro lado, su silueta apenas visible entre las llamas y el humo—. ¡Nos volveremos a ver, maldito! ¡Te lo juro!

Fénix, con los reflejos afilados, tiró de Enid en el último segundo, salvándola de un bloque de hormigón que habría caído directamente sobre ella. Cuando el polvo se asentó, ambos quedaron en el suelo, ella sostenida en sus brazos.

Por primera vez en mucho tiempo, Enid pareció perder esa máscara fría que siempre llevaba. Sus ojos se clavaron en los de él, intensos, casi temblorosos.

—Siempre llegas en el maldito segundo exacto… —susurró ella, dejando escapar una media sonrisa.

Fénix arqueó una ceja y le contestó con ironía, aunque su voz cargaba un matiz más suave.
—Ya sabes… no me gusta repetir funerales.

Ella rió entre dientes y apoyó por un instante la frente contra la suya, un gesto breve pero cargado de complicidad, casi como si se permitiera olvidar, solo por un segundo, la guerra a su alrededor.

Fénix la bajó despacio, con cuidado, antes de ponerse de pie y sacudir la ceniza de su saco. El resto del equipo, Vanessa y Lucian, se acercó rápidamente, tosiendo por el polvo.

—¿Y ahora qué? —preguntó Lucian, aún jadeando.

Fénix recorrió el lugar con la mirada, su expresión endurecida.
—¿Dónde está Marcus?

Enid respondió sin dudar, con un tono serio.
—Se quedó atrás. Insistió en buscarte, debe de estar en algún lugar de Berlín.

Fénix apretó los dientes.
—Entonces hay que encontrarlo. Voy a sacarlo de aquí.

Vanessa lo miró incrédula, agitando la cabeza.
—¿Estás loco? La ciudad es un infierno ahora mismo, no vamos a durar ni cinco minutos buscándolo.

Fénix dio un paso hacia ella, sus ojos brillando con determinación.
—No pienso dejarlo abandonado. Marcus es uno de los nuestros, y mientras yo respire, no lo va a consumir esta maldita ciudad.

Un chirrido metálico interrumpió la tensión. De la misma alcantarilla por la que salio Fénix emergió Anna, cubierta de hollín, pero con una sonrisa que no dejaba de ser traviesa.

—Vaya… —dijo, sacudiéndose las manos—. ¿Por qué tan tensos?

Fénix la miró de reojo, aún con la sangre caliente por la discusión.
—Voy a buscar a Marcus.

Anna arqueó las cejas y asintió sin pensarlo.
—Entonces voy contigo.

Él intentó detenerla, su voz más dura de lo normal.
—No. Es demasiado peligroso. No voy a cargar con otra persona en medio del caos.

Anna dio un paso adelante, clavando sus ojos en los de él con firmeza.
—Aprendí de ti a no retroceder, ¿recuerdas? No pienso dejarte ir solo.

Fénix la sostuvo con la mirada, midiendo su convicción. Finalmente suspiró, rindiéndose con una leve mueca resignada.
—Está bien. Pero si vienes conmigo, obedeces mis órdenes. Ni una discusión.

Anna sonrió de medio lado.
—Hecho.

Lucian resopló, fastidiado.
—Genial, un par de suicidas.

Enid levantó la voz, imponiéndose como líder.
—Nosotros encontraremos un refugio y aseguraremos la zona. —Sus ojos se detuvieron en Fénix un segundo más de lo necesario—. No tardes.

Vanessa, Lucian y Enid se giraron y comenzaron a alejarse, perdiéndose entre el humo y la oscuridad, mientras Fénix y Anna quedaban de pie, listos para lanzarse a las entrañas de Berlín en llamas.




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