Code Fénix Maximum

CAPÍTULO 119 : Infierno en Berlín-12

CAPÍTULO 119 : Infierno en Berlín-12

En el fondo oscuro del metro, donde el aire era denso y frío como la muerte misma, una figura se acercó a Fénix.
El cuerpo del hombre caído seguía apoyado contra la pared, con la tubería aún atravesando su pecho, la sangre filtrándose lentamente y formando un charco bajo él. Fénix estaba inconsciente, apenas respirando.

Vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? —murmuró Alex, inclinándose hacia él con una sonrisa torcida, llena de malicia. Sus ojos brillaban con esa crueldad infantil que no necesitaba razón para existir. El mundo era un juego, y las piezas siempre terminaban rotas.

Alex observó a Fénix como si estudiara un lienzo a punto de ser destruido.
¿Sabes? No voy a mentir, esto es un poquito decepcionante. —Dijo en un tono meloso, casi divertido, mientras daba unos golpecitos con el dedo en la tubería que atravesaba el pecho de Fénix. —Podría haberme divertido más si estuvieras despierto... Pero así es la vida, ¿no? A veces, los mejores juguetes llegan rotos.

Se sentó a su lado, como un niño con demasiado tiempo y demasiada curiosidad.
Aunque... ¿Quién soy yo para quejarme? Al menos me has ahorrado el esfuerzo de ensuciarme demasiado las manos.

Levantó la mano, jugueteando con sus dedos en el aire, como si practicara los movimientos que usaría para acabar con él.
Es una pena, la verdad. Podría matarte lentamente, saboreando cada segundo, pero... mmm. —Torció los labios en una falsa mueca de lamento. —No hay tiempo. Tengo que darte una muerte rápida. Qué aburrido, ¿no?

Alex suspiró teatralmente, como si estuviera tomando una gran decisión.
Rápido y eficiente, supongo. No es mi estilo, pero no siempre se puede tener todo en esta vida, ¿verdad, Fénix? Aunque tú ya no tienes que preocuparte por eso, claro.

Levantó la mano derecha, acariciando con los dedos el borde de la tubería que seguía en el pecho de Fénix, girándola lentamente como si probara su resistencia.

Sabes, a veces pienso en lo injusto que es este mundo. Los fuertes como tú suelen durar más, pero al final, todos caen. Y ahí es donde entro yo. —Sonrió, los ojos brillando con ese toque sádico. —Siempre es más divertido ser quien da el golpe final.

Se inclinó más cerca de Fénix, como un depredador saboreando su presa, y en voz baja, como si le confesara un secreto, susurró:
Bueno, amigo, creo que ya es hora. Lástima que no estés consciente para despedirte. Pero supongo que... así es mejor.

Alex levantó una mano, lista para rematarlo.

Alex sonrió con deleite retorcido, levantando lentamente su mano, sus uñas alargadas brillando bajo la tenue luz del metro, afiladas como dagas listas para atravesar carne.

Adiós, Fénix... Será rápido, te lo prometo. —murmuró con voz suave, como un amante despidiéndose.

Justo cuando su mano descendía en un movimiento mortal...

Fénix ya no estaba allí.

Alex parpadeó, atónito, y su expresión cambió del sadismo al desconcierto. El cuerpo había desaparecido como por arte de magia.

¿Qué demonios...? —susurró, mirando alrededor rápidamente, hasta que una voz tranquila y burlona se dejó escuchar detrás de él.

¿Buscabas algo, chico?

Alex giró la cabeza bruscamente, y allí estaba él: Alucard.
El vampiro más poderoso del mundo sostenía el cuerpo inconsciente de Fénix como si fuera un saco de ropa vieja, agarrándolo de la camisa sin ningún esfuerzo. Alucard sonreía como si todo esto fuera la cosa más entretenida del mundo.

Qué curiosa escena... un intento de asesinato en las sombras del metro, y el asesino termina mirando al más grande salvador. —Alucard ladeó la cabeza, mostrando una sonrisa lobuna. —Y con tan malas intenciones... ¿No te enseñaron modales, niño?

Alex lo miró con desdén, pero su sonrisa no desapareció.
Tú debes ser Alucard, el mito hecho realidad... No esperaba encontrarme contigo tan pronto. ¿Te importa que termine lo que empecé? No debería tomarme mucho.

Alucard rió suavemente, un sonido profundo y elegante.
Oh, claro que me importa. No puedo dejarte matar a este idiota. No por ahora, al menos.

Alex frunció el ceño, su diversión dando paso a un aire más calculador.
¿Y por qué no? ¿Qué lo hace tan especial?

Alucard alzó una ceja, como si la pregunta fuera ridículamente obvia.
Primero, muchacho, porque Fénix todavía tiene trabajo que hacer. Él es más útil vivo que muerto.

Alex chasqueó la lengua, aburrido.
¿Y la segunda razón? Estoy escuchando.

Alucard sonrió, mostrando sus colmillos con diversión descarada.
La segunda razón es Enid.

Alex alzó una ceja, genuinamente intrigado.
¿Enid? ¿Qué tiene que ver esa bruja con todo esto?

Alucard se acercó, manteniendo a Fénix colgando con una facilidad desvergonzada.
Ah... chico, no tienes idea. —Se inclinó ligeramente hacia Alex, su tono grave y burlón. —Si tocas a Fénix, desatarías algo peor que todos los vampiros de Berlín juntos. Enid lo necesita, y créeme... no querrás ver lo que pasa cuando ella se enfada.

Alex rió suavemente, pero había un brillo calculador en sus ojos.
Huh. Me pregunto qué tan terrible puede ser esa Enid. Aunque... suena interesante.




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