Las cosas para Lira mejoraron notoriamente durante la última semana, desde que conoció a Susan. Pareciera que recién comienzan sus clases de verdad, sin la horrible necesidad de ir corriendo por ahí, escapando y escondiéndose de alguien.
Realmente siente que quiere ir al instituto y mucho más al saber que llegará y alguien la va a esperar en la entrada para ingresar juntas al edificio, como ahora, que Susan la esperaba en la puerta, saludándola con la mano desde lejos para que la notase.
—¡Lira! ¡Por aquí! —gritó Susan de lejos, sin acercarse.
—¡Ya voy! —gritó devuelta—. Será mejor que entre, parece que me quiere contar un chisme… —mencionó. Su padre solo la volteó a ver con cariño.
—Parece que al fin te estás adaptando a este lugar… —reconoció. Aunque él no sabe nada del porqué de su poca adaptación, lo que significa, qué no sabe sobre Kira porque Lira no le ha contado nada al respecto.
—Si…, al fin —apoyó—. Ya debo irme, adiós —se despidió con un beso en la mejilla de su padre y se fue directo a donde Susan la esperaba.
—¿Ese era tu padre? —preguntó curiosa—. Se ve bastante amable… —Observó al hombre. Su porte era intimidante, pero su sonrisa lo hacía ver como un ángel caído del cielo. Su pelo negro azabache bien peinado, ni muy largo ni muy corto, y sus ojos grises, le daban un aire de misterio sin perder la cordialidad en su sonrisa. Sin duda, para Susan, Lira era igual a su padre, solo que en versión mujer y nada más, porque incluso tienen los mismos hoyuelos en las mejillas.
—Lo es…, al menos la gran parte del tiempo. No suele perder la paciencia muy fácilmente —apoyó— ¿Te parece si vamos a la biblioteca? —preguntó con genuina emoción—. Desde que llegué he querido entrar ahí, pero no he podido. Dicen que es gigante ese lugar…
—Si…, lo es —La miró alzando una ceja—. Me impresiona lo mucho de lo que te pierdes por los pasillos… ¿Cómo no te han suspendido todavía? Llegar tarde demasiadas veces es motivo de suspensión aquí… —La miró con sorpresa.
—En realidad nunca me suspendieron —sonrió con orgullo— porque me hice cercana a algunos conserjes del departamento —aclaró—. Ellos siempre son muy amables, me decían por donde era para llegar a mi clase. Pronto, la gran mayoría me conocía y me ayudaban, porque entendían a lo que me refería cuando les expliqué mi situación con Kira.
—Eso es bueno… Supongo —Sacó su celular de su bolso—. Le hablaré a Lisa y a Liam para que nos veamos ahí… —Comenzó a escribir a toda velocidad. Lira no sabía cómo no le daba algún calambre— ¡Listo! ahora vamos a la biblioteca.
Un particular gusto que Lira comenzó a desarrollar una vez que pudo deshacerse de Kira, fue admirar los pasillos del instituto. Estos eran muy altos y con columnas a los costados con molduras de oro y plata, recorriendo todo el pasillo, lo que lo hacía ver majestuoso. En las paredes se colgaban enormes cuadros de pinturas de personajes históricos muy importantes para la nación, como lo era “Madame De Peterman”. Al igual que en la actual familia de los De Peterman, no se sabe mucho de ellos, pero nadie duda jamás de su posición. Lira nunca entendió bien, el porqué del misterio de una familia completa hace que se ubiquen en la cúspide del orden de la jerarquía social, y no le gustaba demasiado aquellos temas que, para ella, eran tan aburridos y superficiales. Pero este cuadro en particular, se volvió su favorito.
De ella se dice que era la primera Madame De Peterman, la fundadora del apellido, pero más allá de eso no se sabía mucho. Pero para Lira, más allá de su estatus y de lo poderosa que se consideraba esa mujer, Lira veía con gran detalle los trazos de la pintura.
La dama del cuadro parecía estar bailando sobre un campo de flores silvestres y llevaba un vestido largo de color blanco, que solo hacía resaltar su ya pálida piel. Su cuerpo se balanceaba hacia la izquierda, mientras que, con sus brazos, el derecho estaba a la altura de la cintura, formando un semicírculo con su brazo, mientras que el izquierdo estaba alzado sobre su cabeza, dando la misma forma de semicírculo con este. Su rostro se veía tranquilo, con los ojos cerrados. Sin embargo, lo que más resaltaba, era el tatuaje de su cuello. La dama de la pintura tenía un tatuaje en todo su cuello, desde las clavículas hasta por debajo del mentó que resplandecían en colores, y con una estela rodeando su cuerpo entero del mismo color de su tatuaje en el cuello.
Sin siquiera darse cuenta, Lira se quedó más tiempo del que pensaba, admirando esa pintura en la pared.
—Lira… —habló Susan, quien se dio cuenta de la atención que su amiga le daba a ese cuadro— ¿Te gusta la primera Madame De Peterman?, Tienes buenos gustos —miró de igual forma la pintura, a ella también le gustaba, pero parecía que el gusto de Lira era algo más— ¡Fue suficiente! ya debemos irnos, Liam y Lisa ya nos están esperando —apresuró a mostrarle el mensaje de Lisa por su teléfono.
—Si…, vamos… —Le dio un último vistazo a la pintura y siguió a Susan, quien ya se había adelantado bastante.
La biblioteca estaba en el primer piso, por lo que no quedaba nada lejos, sin embargo, este edificio quedaba en la conexión de los cuatro departamentos. Las entradas de cada departamento son diferentes e ingresan por sectores distintos. Los de agua entran por el lado del este, los de tierra por el lado del sur y los del fuego por el lado norte. La biblioteca se ubica justo al centro de todos esos departamentos, haciéndolo un espacio común, al igual como lo es el comedor, por lo que el edificio es naturalmente enorme, o lo suficiente para albergar a todos los departamentos juntos.
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Editado: 28.12.2024