Codiciados

Capítulo 15

—Eso fue… —Me detuve en seco—¿Demasiado fácil?

Con mi respiración entrecortada, agitado por lo de recién.

Las Runas en mis brazos no desaparecían, seguían igual de brillantes que siempre. Pero no es algo que realmente se salga del parámetro de lo “normal” para mí este último tiempo.

Con ese tipo con medio cuerpo congelado y con picos de hielo, amenazando con matarlo si se mueve frente a mí, es algo…

No se siente bien…

Debería ordenar a buscar a mis hermanas de inmediato. Ellas deberían saber que está pasando, y realizar un juicio con este tipo.

—…L-Lo… d-detuvimos… —Los, apenas susurros, de Lira me hicieron voltear a verla. Esta lucha no duró mucho, pero ella se veía muy agotada. Su rostro sudado, su vestido intacto pero incómodo para moverse, y su cuerpo que cada vez parecía llegar más cerca del piso.

Liam la recostó en el suelo, mirando al techo. Pero él no estaba mejor…

Las marcas de las muñecas de Lira, y la marca en la frente de Liam parecían querer desaparecer, por lo que asumo que sus cuerpos aun recienten el shock de poder que sintieron. Y Susan…, bueno, ella parecía estar bien, aunque respiraba con dificultad, por lo que se sentó en lo poco de suelo intacto para respirar. Mis marcas ya las he tenido desde antes, por lo que, aunque me sienta cansado, no es comparado al resto.

Tomé la iniciativa de quedarme a vigilar al sujeto de cerca, con mis marcas aun brillando en mi piel. Liam no pareció quejarse, asique se acercó a Susan para ver cómo estaba, dejando a Lira descansando recostada.

—Debes decirme quién eres… —murmuré frente al tipo. Intentando verme más intimidante—Y que haces aquí…

No respondió. Solo se sacudió un momento antes de darse por vencido por el hielo.

Finalmente decidí ir a las entradas del salón para dar las órdenes a mis guardias, y finalmente comenzar a despedir al resto.

Ya no podría continuar la fiesta.

—Guardia… —El sargento de la zona central acudió a mí de inmediato—Necesito que, con calma, despachen a todos. No diremos nada de esto aún.

—Joven Jasper… —Titubeó bastante antes de hablarme—. Debemos esperar a las Señoritas ¿No cree?

—Lo sé… —Mi frustración era clara—. Pero mis hermanas no están. Ordene a un grupo a buscarlas, necesito que también se explore la mansión. Las veces que sean necesarias, y debemos averiguar qué pasó con las barreras de seguridad. El resto que se encargue de poder despedir a todos… —Suspiré—. Y-ya habrá momento de explicar todo esto ¿De acuerdo? —El sargento, dudando, acató mi orden y fue de inmediato. Me froté la cien mientras intentaba pensar con calma—. Bien… ¿Qué hago ahora? —murmuré para mí.

Mis hermanas no están…

Hay un tipo que atacó la mansión, preso con… Hielo…

Los chicos que me acompañaron están agotados por una extraña energía que, por alguna razón, nos conectó a los cuatro.

Mi casa está… Un poco destruida.

El Suveran desapareció de la vista.

Ahora la gente sabe de las marcas en mis brazos…

Los Murian Verlo…

Esto no parece que haya acabado para nada, no puede ser así de fácil. No lo creo.

¿Qué estoy pasando por alto?

—Yo tampoco sé que pasa Jasper…, pero ahora debemos mantenernos en calma… —Liam me miró con duda—Parece que no soy el único que siente que pasamos algo por alto…

—¡Jasper! ¡Estás bien! —Ámbar corrió a abrazarme por la espalda. No la noté hasta que llegó a mí—. ¿Te hicieron daño? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué pasó aquí? —Mientras soltaba una pregunta tras otra, me comenzó a revisar que no tuviese ninguna herida.

Esmeralda llegó minutos después, luciendo cansada y desaliñada. Respiraba de forma agitada y nos observaba con una sonrisa mientras se nos acercó. Me abrazó apenas pudo, pero yo no tenía ánimos de fingir un minuto más.

—Suéltame Esmeralda… —Hablé bajo, para que los chicos no nos oyeran—. No sé qué pasó aquí… Pero ustedes si… —Las confronté, sin dudar.

Caminé despacio hasta aquel hombre con el rostro de sombras, quien se removía un poco.

—¿Saben quién es él? —Esmeralda quedó estática en su lugar, mientras que ámbar no supo que decirme—. Lo saben… —Sentí mis dientes crujir por la presión de mi mandíbula—. Pudimos haber muerto… —Señalé a Lira en el suelo—. Alguien pudo haber muerto ¡Y las que sabían lo que estaba pasando no estaban!

Ambas no me miraron en ningún segundo. Solo hasta que Ámbar pareció darse cuenta, al fin, de mis brazos.

—¿Desde cuando tienes esas marcas en tus brazos? —Temió acercarse tan repentinamente. Cosa que odié— ¿Por qué no nos dijiste nada de eso?

Estaba hirviendo por dentro del coraje de todo esto. ¿Qué por qué no les conté? ¿Hace cuanto tengo estas marcas? ¿Es una jodida broma?

—¡LIRA PUDO MORIR! ¡LIAM Y SUSAN TAMBIÉN! —Esmeralda se apresuró a intentar calmarme—¡YO PUDE MORIR! ¡¿Y LO QUE MÁS IMPORTA SON LAS PUTAS MARCAS EN MIS BRAZOS?!

Me di la vuelta sin ganas de siquiera mirarlas. Corrí donde Lira, quien parecía querer levantarse al escuchar mis gritos.




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