—¡Despierta, borracha!— le grito a la morena que se encuentra desparramada en mi sillón, pero ella no hace más que removerse y levantar la cabeza, para luego darse cuenta de que no vale la pena empezar el día ahora y volver a dormir.
La sala está hecha un desastre, hay cerveza regada en el suelo y las cajas de pizza destrozadas esparcidas por todas partes. La mesita de café está repleta de restos de frituras, botellas vacías y vasos llenos de agua porque los hielos se derritieron.
Para ser sincera no tengo idea de cómo terminó así este lugar, juro que bebí poco alcohol, no más que una botella; además, Emma pasó muy mala noche y me dediqué a cuidar de ella. Ninguna de las dos estuvo realmente presente en la fiesta improvisada. Parece que Laura ahogó las penas por mí, o quizá ella también tenía cosas por reprimir.
«Tendrá que limpiar, me vale si despierta con resaca y tampoco me importarán sus sentimientos.»
Recuerdo que fue una locura, tendré que hablar con los vecinos más tarde y dar explicaciones en su nombre.
Laura puede llegar a ser tan caótica que no me sorprende ver a mi vecino saliendo del baño con la camisa desabrochada, descalzo, los labios hinchados y el cabello desaliñado. Es bastante joven. Estoy segura de que ni siquiera ha acabado la universidad, es quizá unos cuatro o cinco años menor que nosotras, ¿Será que...?
Por supuesto.
¿Nos sorprende? Ni un poco.
—Oh... Hola, Murphy.— le sonrío para ocultar la sorpresa ante lo grave que suena su voz. Qué rápido pasa el tiempo, aún puedo escuchar esa vocecita chillona de antes en mis pesadillas.
—Hola, Louis.
El chico rasca su cuello nervioso, también empieza a moverse frenéticamente, además de que se truena los dedos una y otra vez, provocándome escalofríos. Quiero que pare, me desespera.
De repente se percata de la bandeja con comida que sostengo, entonces abre los ojos de una forma tan cómica que por poco dejo caer los platos al soltar una carcajada. Louis se apresura a ayudarme, arrebatándome todo de las manos y evitando así un accidente.
—Eso estuvo cerca— dice en un susurro mientras limpio mi pijama, que ha logrado ensuciarse con la salsa de las salchichas—. ¿Necesitas que te ayude con esto? Puedo llevarlo por tí.
«Qué sujeto más simpático».
Estoy a punto de responderle, sin embargo los quejidos de dolor de Laura se roban toda la atención. La pobre lucha por mantenerse sentada, con la mente en esta misma realidad. Sostiene su cabeza entre ambas manos, como si estuviera hecha de acero y fuera a caerse en cualquier momento; la agonía se hace tan evidente cuando se masajea las sienes, que casi puedo predecir cada maldición antes de que salga de su boca.
De un momento a otro sus ojos saltones se posan en mí y luego en el chico, el proceso se repite unas cuantas veces más, hasta que su rostro adquiere una expresión de pánico inigualable.
—No es lo que parece.
—Yo creo que sí.
Vuelvo a apoderarme de la bandeja y me dispongo a continuar victoriosa con mi camino. Puedo sentir sus almas sufriendo por la vergüenza y eso, amigos míos, me divierte muchísimo.
—¡Gracias, Louis. Por favor, cuida de ella!.
Los modales ante todo.
Al llegar a la habitación me encurntro con que Emma ha despertado. Las ojeras bajo sus ojos le dan un aspecto lamentable y está tan pálida que me preocupa que tenga algo mucho peor de lo que dice ella.
Emms es doctora, cirujana para ser específica, así que he decidido creer en su diagnóstico sin detenerme a analizar las cosas. Pero...
Separa los labios para decir algo, no obstante acaba agarrando el cubo de la mesa de noche con rapidez y vomita en él una vez más. Luego, deja el recipiente en su lugar y se recuesta en las almohadas cual alma derrotada.
—¿Estás segura de que no es nada grave?— indago mientras le acerco la bandeja.
—Sí, completamente. ¿Podrías pasarme el botiquín?.
Obedezco sin dudarlo. Observo cómo toma un termómetro y otras cosas para después actuar como médico y paciente al mismo tiempo. Resulta satisfactorio ver que sabe lo que hace y la destreza con la que maneja todo es impresionante.
La mueca de horror que aparece en su rostro cuando comprueba lo que dice el termómetro logra preocuparme. Así que me apresuro a recuperar las toallas y el tazón con agua que usamos anoche para intentar que le bajara la fiebre.
Humedezco el paño y se lo pongo en la frente, tal y como una madre cariñosa haría.
—Se supone que tú deberías estar cuidando de mí— ella rie ante mi comentario, lo que me alivia un poco—. Qué interesante forma de sobrellevar una ruptura.
—Buen punto, lamento haberte robado el protagonismo— dice mientras le da un sorbo al suero que ha estado bebiendo para la deshidratación—. Entonces...¿Cómo te sientes?.
—Mejor que tú, claro está.— aprovecho para robar una uva de la ensalada que le he preparado. Emma pone cara de pocos amigos, por lo que me veo en la obligación de agregar algo más—. Estoy decidida a escribír una historia increíble, pero para eso debo vivir algo más increíble aún. Ya sabes, una aventura inolvidable que me marque para siempre. Entonces triunfaré y podré ganar lo suficiente como para darme una buena vida.
Mi amiga guarda silencio por unos segundos, pero finalmente sonríe con complicidad.
—Me gusta la idea. Podrías obtener algo de dinero con el anillo de compromiso y gastarlo en ese viaje qué planeas desde la universidad y no te has atrevido a hacer.
He ahí el problema.
—Sí...eso no se va a poder, ¿Recuerdas las deudas acumuladas de las que te hablé? Bueno, en ellas se fue todo el diamante.
De acuerdo, en realidad eso no suena tan mal.
—¿De veras? ¿Por completo? Entiendo...
—Algo parecido, sí.
El silencio incómodo se hace presente. Sé a dónde vamos a llegar, así que hago todo lo que está en mis manos para que no suceda.