Arreglo mi cola de caballo y doy un último vistazo al reflejo en el espejo, creo que me he encogido unos centímetros, o quizá sólo es que todo en este lugar está diseñado para gigantes como Frederik. No hay justicia ni siquiera en eso.
Guardo el maquillaje en el bolso y obtengo el frasquito lleno de píldoras, tomo una y la paso junto a un sorbo de agua caliente. Me cuesta tragarla, es como pasar un dulce sin masticar antes, pero este, en vez de ser un manjar delicioso, resulta ser amargo y molesto. Hago un mohín por el horrible sabor.
Mientras lavo el vaso vacío y dejo todo en su lugar, escucho el golpeteo en la puerta del baño, así que me apresuro a agarrar mis cosas para después ir a abrirla.
Frederik está ahí parado, apoyado en el marco, con la camisa desabotonada y la toalla en el hombro. Parece desorientado, las profundas ojeras y lo mucho que le cuesta mantener los ojos abiertos lo delatan, no ha dormido nada.
—Se terminó tu turno.— arrastra las palabras con la voz ronca, algo así como el ronroneo de un gato; uno muy gruñón, por cierto. Bosteza contra su voluntad.
—Solo no vayas a lastimarte en la ducha.
—Entonces tendrías que dar muchas explicaciones.
—Aparte de que me vería obligada a ser la heroína y terminaría siendo testigo de un plano bastante comprometedor. No, gracias— él toma mi brazo y de un suave tirón hace que camine fuera del baño, de modo que cambiamos lugares—. Quiero decir, no me importaría ver un cuerpo desnudo si se tratara de otra persona; incluso creo que, si nuestra relación fuese normal, podría aceptarlo sin problema. No eres tan feo, pero...
—Se nos hace tarde, Grace.
Entonces cierra la puerta sin más, dejándome ahí, mirando la madera con la boca medio abierta. ¿Cuánta maldad albergan esos músculos?.
Qué grosero.
—¿Sigues ahí?— pregunta, casi puedo verlo sonreír socarrón.
Es mi turno de cortar la conversación y prefiero hacerlo con dignidad y estilo, así que no respondo y me alejo, aunque no sé exactamente a dónde quiero ir, ¿Sentarme en la cama a esperar, tal vez?, ¿Alguien podría llamarme para demostrar que tengo mejores cosas que hacer aparte de hablar con una puerta?.
De pronto, se escucha un grito alarmante proveniente de la habitación de al lado, la cual ha estado cerrada y sin movimiento desde que llegamos.
Sucede otra vez.
Voy hacia la cama y alcanzo mi teléfono con prisa, puede que esté ocurriendo algo grave y deba llamar a la policía. Acto seguido, me dirijo al balcón, abro la puerta-ventana y me asomo por la verja que comparten ambos cuartos.
Lo veo ahí en pie, mirando en dirección a la playa con los brazos abiertos y sosteniendo una taza de café. Deja salir un tercer grito.
Está intacto, qué alivio.
—¿Jack?.
El mencionado voltea y me mira, una sonrisa de verdadera alegría aparece en su rostro cuando se percata de que se trata de mí.
—Buen día, Grace.— prueba su café, luego me ofrece la taza pero niego con la cabeza, a lo que él se encoge de hombros. No soy fanatica de esa bebida.
—¿Está todo bien?.
—Esa es una pregunta demasiado amplía, querida hermana— arrugo el entrecejo con confusión—. Pero si te refieres a mis gritos matutinos te aseguro que no pasa nada, sólo libero energías.
Asiento, un tanto perdida todavía, al tiempo que voy dando pasos sigilosos hacia atrás. Jack se acerca a la verja y reposa los brazos en esta, quedando con el torso encorvado. Usa una sudadera y tennis, lo que no encaja mucho con su imagen bohemia.
—También leía mi café.— dice mientras analiza el interior de la taza con semblante serio, ¿Estará ebrio?.
—Leyendo...¿El café?— asiente sin levantar la mirada—. ¿Y qué dice?.
—Que no va a llover.
¿Qué rayos?.
Un paso más.
—¿Cómo puede decir el café si lloverá o no?.
—Las burbujas. Si las burbujas están en el centro es porque lloverá. Para nuestra suerte, las de este café están dispersas; a los novios no les gustaría que lloviera hoy. Ni mañana.
¡Es una locura! Alguien que se lo diga, por favor.
Otro paso. Falta poco para volver a la habitación.
De repente, sus ojos con delineado envidiable me observan fijamente; la gelidez de aquella mirada logra inquietarme de inmediato. Se endereza y después me apunta con el dedo índice.
—Y te leo a tí— su voz ha cambiado de tono, este es menos relajado, más grave e intrigante.
Me detengo, de hecho regreso a la verja y quedamos frente a frente.
—Eso es imposible.
—¿Prefieres las cartas?.
¡Santo cielo!.
Esto es una completa pérdida de tiempo. Giro sobre mis talones para volver a la habitación sin mucho rodeo. No obstante, continúa diciendo cosas sin sentido.
—Has cometido muchos errores, puedo verlo. Escondes muchas cosas, al mísmo tiempo te escondes de ellas, pero siemore consiguen encontrarte. No te preocupes, aquí todos somos expertos en el arte de los secretos— me cuesta creer que de verdad está diciendo eso, ¿Lo sabrá todo?; la rabia comienza a crecer, aprieto los dientes para evitar insultarlo sin filtros—. De hecho, el haber venido es otro error. Nadie más debía involucrarse en esto, sin embargo aquí estás, mezclándote con la familia.
Un escalofrío me recorre la espalda, empiezo a ponerme nerviosa porque no entiendo nada de lo que está hablando, ¿Qué es lo que sabe?, ¿Está jugando con mi mente para conseguir algo?.
—¿Qué significa eso?.
—¿No te parece extraño que una boda cuente con tan pocos invitados?.
En realidad no lo había pensado, y tiene razón, se supone que debería haber una multitud, pero aquí sólo están las dos familias que no suman más de catorce personas. ¿Debería preocuparme?.
—Sigo sin entender.
El ambiente está helado, como si el invierno hubiera empezado de un momento a otro, ¿Es normal que me sienta amenazada?.
Separo los labios para preguntar algo, pero Frederik aparece en el balcón, cortando la tensión de la situación. Se ve tan sereno que me hace dudar.