Escalo el montón de arena y piedras, tratando de no resbalar o enredarme con la maleza y tropezar. Ya está claro que no soy muy de deportes, por lo que este día de "integración familiar" ha sido lo más cercano a una tortura para mí.
La montaña se alza frente a mis ojos, imponente y llena de trampas naturales; raíces que se esconden bajo tierra y otras que crecen en la superficie listas para causar una caída catastrófica, ramas de árboles demasiado bajas, animales que se arrastran haciendo ruidos extraños. Miro hacia abajo, allí el riachuelo corre constante, escondiendo por momentos las piedras afiladas del fondo.
Voy a caer, estoy segura de eso.
El sol se esconde en el horizonte, es poca la luz que logra iluminar el camino, cosa que me pone aún más nerviosa porque la oscuridad y yo no somos las mejores amigas. Detesto sentir que estoy en peligro, odio saber que no tengo el control y justo ahora estoy más expuesta que nunca a la ira de la madre naturaleza.
Me aferro a una de las ramas de un árbol y tomo impulso para poder pasar una grieta enorme que aparece en el suelo, pierdo el equilibrio por unos segundos y me tambaleo, aunque, para mi buena suerte, la situación no pasa a mayores. Frederik, quien se ha mantenido a mi lado, hace lo mísmo, pero con una sola mano, pues con la otra sostiene sus tulipanes.
A unos cuantos metros por delante de nosotros las dos familias se divierten mientas siguen al guía de la excursión, Maya se ha agachado para recoger lo que parece ser una rana y luego persigue a los demás, amenazándolos con lanzarla directo a sus rostros. No obstante, Helen, la prima de la novia, no está dispuesta a dejarse asustar y regresa la amenaza con un insecto repugnante.
Me causa gracia cómo la actitud de padres responsables de Klaus y Max no se limita a sus hijos, sino que también se muestran preocupados por mantener el orden entre los adultos atemorizados.
—Klaus siempre se ha tomado muy en serio su papel de hermano mayor— dice Frederik, mirando en la misma dirección—. Fue quien mantuvo todo bajo control durante los tiempos oscuros de esta familia, es un mandón sin remedio. Es el favorito de madre, supongo que no te sorprenderá saberlo.
En lo absoluto, basta con ver cómo Soren se mantiene la mayoría del tiempo cerca de su hijo, y la manera en que parece transformarse de reina del hielo a la criatura más cálida cada que sus nietos abren la boca.
—¿Cómo conoció a Max?.
—Hay muchas versiones de la historia, cada quien cuenta la que le conviene— arrugo el entrecejo, no comprendo la necesidad de tanto misterio para contar cómo conociste a tu pareja—. Personalmente, prefiero la versión simple. Klaus es abogado, en ese entonces era un principiante, ansioso por conseguir un caso grueso y popular. La familia de Max es acaudalada, lógicamente buscaban mantener su fortuna y poder a la antigua, así que vieron en su único hijo la ficha perfecta para conseguir lo que querían. Klaus salvó a Max de una vida miserable junto a una jovencita inmadura y moldeada a los estándares de lo que es una buena esposa de la alta sociedad; se enamoraron entre juicios, se casaron una vez que salieron victoriosos, la familia ultraconservadora de Max se opuso y terminaron por repudiarlo. Mis padres y la abuela decidieron apoyarlos, un acto ejemplar ante los ojos de las personas y los lentes de la prensa.
—Un clásico.
Me da la razón con un asentimiento. Esquivamos un hormiguero siendo sigilosos, Frederik por poco resbala, pero logra estabilizarse y continúa hablando como si nada.
—Pueden decir lo que sea, pero estoy seguro de que no lo hicieron con la intención que todos creen, al menos no madre. Soren sólo ve a Max como un trofeo, uno que hace que la atención recaiga en ella.
La forma en que se expresa de su madre me desconcierta, es como si se estuviera refiriendo a una desconocida, a una intrusa vacía y ególatra. A una mujer que sólo se preocupa por las apariencias y la atención de los medios.
—¿Por qué odias a tu madre?.
Enseguida me arrepiento de haber dicho eso, ya es la segunda vez que meto la pata en cuanto a este tema.
—La pregunta no es por qué, sino desde cuándo.
—¿Qué signifi...?— caigo al suelo antes de terminar la pregunta. El dolor punzante se hace presente rápidamente y el calor se extiende por toda mi pierna. Me mareo cuando me siento en la arena y veo la piedra enterrada en la piel de mi rodilla y el pantalón ensangrentado.
***
—¿Te duele mucho?— Maya ajusta la venda con cuidado, hago una mueca y aspiro aire con los dientes apretados.
—Puedo soportarlo.
—Una chica fuerte, me gusta.
Toma las tijeras y corta lo que sobra de gasa, luego las devuelve a su bolso y se levanta, limpia la arena de sus jeans, para después acomodarse en la silla junto a mí.
La última actividad del día es por mucho mi favorita, estamos junto a la playa, con una fogata y rodeados por el delicioso aroma de la carne cosinandose. Todo es tan placentero que no me importa nada mi rodilla herida o el pantalón arruinado.
Las sonrisas en los rostros de cada persona son imposibles de ignorar, los niños corren de aquí a allá, contagiando a los más grandes de esa libertad inocente. Frederik y Einar se encargan de la comida, mi novio falso se ve tan relajado y a gusto que parece ser una persona diferente.
Por otro lado, Soren sostiene una conversación acalorada con Helen, se muestran tan unidas que no puedo evitar sentir un poco de celos, porque la señora me trató como insecto indeseado y no con la amabilidad angelical que usa hacia la ex de Frederik. De vez en cuando miran a los invitados, a los hombres que manipulan nuestra cena y vuelven a susurrar entre ellas.
—¿Qué pasó entre ellos?.— la pregunta sale sin querer, Maya junta sus cejas con confusión, mientras sigue mi mirada en busca de eso a lo que me refiero.
—No me corresponde a mí decírtelo.— dice pícara, agacho la cabeza avergonzada al tiempo que una risita nerviosa se me escapa.