Alina caminaba por los pasillos de la Academia, intentando ignorar el cosquilleo que sentía en la muñeca, donde el chip la marcaba como una simple pieza más del sistema. El murmullo constante de voces y pasos la rodeaba, pero nadie parecía notarlo. Nadie veía más allá de las pantallas de sus dispositivos. Todos seguían su día como si nada hubiera cambiado.
Pero ella lo sabía. Algo dentro de ella lo sentía. El mensaje había sido real. El sistema podía fallar.
Se detuvo frente a la puerta del aula, tomando una respiración profunda antes de entrar. Las paredes eran grises, las luces frías. Como siempre. Como cada día. Solo que hoy había algo diferente. Su mente no podía dejar de pensar en las palabras que había visto: "El código puede fallar."
Alina entró al aula y se dirigió a su asiento, un rincón donde solía sentarse en silencio, sin llamar la atención. La profesora, la siempre impasible Ms. Ryder, comenzó a hablar sobre las últimas estadísticas de comportamiento ciudadano, pero Alina apenas la escuchaba. Sus pensamientos iban a mil por hora.
¿Quién había enviado el mensaje? ¿Por qué ella? Y, sobre todo, ¿por qué ahora?
Todo en la Academia, todo en la ciudad, parecía funcionar como una máquina perfectamente engrasada. El Código Cero aseguraba que nadie tuviera secretos. Nadie podía esconderse. Cada uno estaba vigilado, cada movimiento y cada palabra registrada. Pero ¿y si el sistema no era tan infalible como todos pensaban?
Una sombra se movió en la esquina de la sala. Alina levantó la vista, encontrándose con los ojos fríos de uno de los Guardias del Código. Estaba parado cerca de la puerta, observando a los estudiantes. Como siempre, parecía impasible, pero algo en su postura la hizo sentirse incómoda. Quizás era su manera de mirar, de escanear a todos con la misma intensidad. Como si supiera que algo estaba fuera de lugar. Como si estuviera buscando a alguien.
Alina desvió la mirada rápidamente y se concentró en la pantalla frente a ella, intentando esconder la inquietud que comenzaba a apoderarse de su mente. La profesora hablaba sobre la eficiencia del Código Cero y cómo había erradicado las amenazas al sistema, pero para Alina, cada palabra sonaba vacía.
"No hay escapatoria", murmuró la profesora. "El Código está diseñado para mantenernos a salvo. A salvo de nosotros mismos."
Alina apretó los puños bajo la mesa. ¿A salvo de nosotros mismos? pensó. El Código Cero no la mantenía a salvo. La controlaba, la monitoreaba. Y ahora, el sistema había comenzado a mostrar fallos. Algo estaba mal, y ella sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que alguien lo descubriera.
Al final de la clase, Alina salió del aula lo más rápido que pudo, sin detenerse a hablar con nadie. Necesitaba pensar, planificar, entender qué estaba pasando. Cuando llegara a casa, revisaría su comunicador. Necesitaba saber si había más mensajes.
Con el corazón acelerado, salió a las frías calles de Blackridge. El sol ya se había puesto, y la ciudad estaba bañada por la luz de los anuncios holográficos que brillaban en cada esquina, mostrando imágenes perfectas de una vida sin preocupaciones. Pero esa perfección era solo una ilusión.
De camino a casa, vio a un grupo de estudiantes reunidos cerca de un parque. No era raro, pero algo en la forma en que hablaban entre ellos la hizo sentirse más alerta. Algunos susurraban, y otros se apartaban rápidamente al ver que Alina se acercaba.
"¿Qué están haciendo?" se preguntó. Decidió ignorarlos y siguió caminando, pero algo en su interior le decía que tal vez, solo tal vez, esos estudiantes sabían algo que ella no.
Al llegar a su edificio, Alina subió las escaleras rápidamente y entró en su apartamento. La luz tenue iluminaba su sala, y se sintió aliviada por un momento de calma.
Sacó su comunicador y revisó los registros. Nada nuevo. Solo las notificaciones oficiales del gobierno. Pero entonces, algo llamó su atención: una dirección de mensaje oculta. Era un enlace a un sitio que no reconocía. "Haz clic solo si estás lista para conocer la verdad."
Su respiración se aceleró. ¿Debería hacerlo? ¿Era una trampa? Pero entonces, recordó las palabras del mensaje: "El código puede fallar."
Con decisión, tocó el enlace.
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Editado: 12.04.2025