Alina sintió un escalofrío recorrer su espalda.
"Corre ahora."
Esas dos palabras brillaban en la pantalla de su comunicador como una sentencia. Alguien la estaba advirtiendo. Pero ¿quién? ¿Y cómo sabían que estaba en peligro?
Entonces, las luces de su apartamento parpadearon.
El aire se volvió denso. El sistema la había encontrado.
Su respiración se aceleró, pero no podía entrar en pánico. El Código Cero monitoreaba cada reacción. Si el sistema detectaba miedo, activaría un escaneo inmediato.
Piensa, Alina. Piensa.
Se movió rápido. Tomó su chaqueta, su comunicador y deslizó un pequeño destornillador en su bolsillo. No sabía qué estaba pasando exactamente, pero una cosa era segura: quedarse allí no era una opción.
Se acercó a la ventana y echó un vistazo a la calle. Todo parecía normal. La ciudad seguía bañada en la luz azul de los anuncios holográficos, la gente caminaba sin preocupaciones, drones de seguridad flotaban en el aire con su zumbido inconfundible.
Pero entonces, lo vio.
Un escuadrón de Vigilantes del Código estaba en la entrada de su edificio.
Vestidos de negro, con sus visores reflejando datos en tiempo real, se movían con precisión. Venían directo hacia ella.
El pánico amenazó con apoderarse de su cuerpo, pero lo empujó hacia el fondo de su mente. No podía perder el control ahora.
Se giró rápidamente, analizando su apartamento. La puerta principal estaba descartada. Si intentaba salir por ahí, la atraparían en segundos.
La ventana.
No era la mejor opción, pero era la única.
Con movimientos ágiles, deslizó el seguro de la ventana y miró hacia abajo. Cuatro pisos. No sería una caída mortal, pero tampoco sería agradable.
Un estruendo la hizo voltear.
Estaban entrando.
No lo pensó dos veces. Se deslizó por el borde de la ventana y, con un impulso, saltó al balcón del piso inferior.
Su cuerpo impactó con fuerza, haciendo que su respiración se cortara por un segundo. Se aferró a la baranda, evitando hacer ruido.
Arriba, las voces mecánicas de los Vigilantes llenaron el aire.
—La ciudad entera es el sistema. No hay dónde esconderse.
Alina se obligó a seguir moviéndose. Bajó por la estructura del balcón, usando cada borde y tubería para descender hasta el callejón detrás del edificio.
Cuando sus pies tocaron el suelo, una oleada de adrenalina la invadió. Estaba fuera.
Pero esto era solo el comienzo.
La ciudad era un laberinto de vigilancia, y el Código Cero no perdonaba errores.
Si quería sobrevivir, tenía que descubrir quién le había enviado el mensaje… y por qué.
Sin mirar atrás, Alina se hundió en las sombras de Blackridge.
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Editado: 12.04.2025