10:02 am 24 de Diciembre 2012 Amazonas, Venezuela
—¡Levántense, montón de vagos! —gritó Fran, mientras corría a encender la radio.
Inmediatamente, levantamos nuestras miradas mientras que nuestro compañero luchaba por obtener buena señal, finalmente, lo logró y comenzamos a escuchar atentamente.
''...Para sorpresa de muchos, todos los refuerzos enviados a África se han devuelto a sus países. Los Estados Unidos de América fueron los primeros en llegar, pero fueron recibidos con tal hostilidad que solo unos pocos sobrevivientes lograron ser rescatados por Venezuela, México y Argentina.
Estos países auxiliarán a los americanos para luego regresarlos a su patria. Los equipos venezolanos se encuentran a unas pocas horas de su país, no tenemos detalles de México, Argentina está casi en su destino, y nos acaban de informar que los rusos ya llegaron. Se le recomienda a todos los ciudadanos obtener comida, refugio y no salir más de lo necesario de sus hoga...''
De repente, la radio se quedó sin baterías. Sin decir una sola palabra al respecto, corrimos a desmantelarlo todo, colocamos nuestras cosas en la camioneta y nos subimos lo más rápido posible. De inmediato, Carlos tomó el volante y aceleró a fondo.
24 de Diciembre 2012 1:01 pm Frontera de Amazonas, Venezuela
Carlos manejaba con suma rapidez mientras que nosotros vigilábamos que no hubieran policías ni obstáculos en el camino. Los supermercados se veían abarrotados, y la gente compraba desesperadamente todo lo que podía, a su vez, nosotros aprovechábamos que no había nadie en la vía para ir a toda velocidad.
24 de Diciembre 2012 4:26 pm casi en la Frontera de Carabobo, Venezuela
Increíblemente, al no haber casi nada de tráfico, habíamos llegado bastante cerca de nuestro objetivo en muy poco tiempo. Ahora, el plan era muy simple, llegar, recoger las cosas necesarias, y en caso de emergencia, correr a nuestro refugio —la casa de Robert y Fran que, por cierto, no sé si lo había mencionado pero son hermanos—, y prepararnos para lo peor.
24 de Diciembre 2012 5:15 pm Valencia, Carabobo, Venezuela
Bajé del auto, corrí hacia la guardería canina y recogí a mis dos perros. Un pastor alemán de dos años llamado ''Titán'' —debido a su tamaño—, que había entrenado cuando apenas era un cachorro, y un cocker spaniel que se llamaba ''Keeper'', en ese tiempo tendría unos once meses y apenas lo había podido entrenar.
En fin, fui a casa rápidamente, recogí ropa, enlatados, baterías, medicamentos, los cargadores de todos mis aparatos, herramientas, vendas, mi Desert Eagle, munición y todo lo demás que consideraba útil. Alimenté a mis perros, me preparé una cena bastante pesada, y comencé a recolectar toda el agua potable que pude.
24 de Diciembre 2012 7:03 pm Valencia, Carabobo, Venezuela
Luego de haber limpiado mi hogar en búsqueda de objetos útiles, mi teléfono comenzó a sonar. Al ver que era una llamada de Ricardo, contesté en seguida.
—¡Corre, enciende la televisión!
—Me debes un par de Tímpanos, ¿sabes? ¡No soy sordo! —le reclamé.
''Estamos Transmitiendo desde el Aeropuerto Internacional 'Maiquetía', aquí podemos ver que se aproximan los sobrevivientes -dijo la reportera, acercándose a uno de ellos.
Ese sujeto se veía pálido y tenía gran parte de la ropa destrozada, pero aún se veía el símbolo de los Estados Unidos en ella. El hombre se tambaleaba como si estuviera mareado, así que uno de los militares venezolanos se acercó para asegurarse de que este se encontraba bien. Por desgracia, se llevó una terrible sorpresa...
El americano, sin ninguna provocación previa, mordió el antebrazo de aquel soldado. Sus compañeros intentaron detenerlo, pero a pesar de que lo tenían rodeado, dio un giro brusco y mordió al hombre que tenía más cerca.
—Debemos evacuar —informó la reportera.
Dicho esto, se escucharon gritos desde adentro del avión. Luego, todos los espectadores vimos cómo unos 17 soldados salían de su interior cubiertos de sangre fresca. La escena era aterradora.
—Hermano, ¿sigues allí? —preguntó Ricardo.
—Sí, aquí estoy.
—Mejor corremos a casa de Robert ¡Ya mismo! —escuché un azote de puerta muy fuerte.
—¡Te veo en la plaza! —indiqué recogiendo el equipo que había conseguido, colocando el arma en mi bolsillo y trayendo a mis dos perros.
Apagué todas las luces, cerré los cuartos bajo llave y salí hacia el punto acordado con Ricardo. Corrí todo lo que pude, le amarré un pequeño botiquín en la espalda a Titán, a la vez que yo llevaba las maletas a cuestas. Mientras tanto, Keeper se esforzaba para seguirnos el paso, hasta que el pastor alemán tomó su cuello con suavidad y lo llevó todo el rato.