4:53 pm 4 de Enero 2013 Isla de la Juventud, Cuba
El pequeño almacén tenía un par de carretillas, las cuales llenamos a tope con todo lo que conseguimos. Acto seguido, derribamos la puerta a golpes, y recorrimos el trecho hasta el barco sin inconvenientes.
Una vez allí, nuestros compañeros hicieron descender una desgastada red de pescar, donde colocamos todas las provisiones que habíamos recolectado, y ellos se encargaron de subirlas a cubierta.
07:03 pm 4 de Enero 2013 Costas de Cuba
El mar estaba bastante tranquilo, así que decidimos cenar en la cubierta. Desde donde podíamos observar las estrellas que, sin contaminación lumínica, lucían mucho más hermosas...
El sonido de un desgarrón de tela se escuchó en toda la cubierta, haciéndonos salir del trance. Habíamos perdido la vela secundaria, y sin ella nos costaría mucho más llegar a nuestro destino.
—Chicos, en el almacén del que venimos hay una lona que podríamos utilizar de reemplazo —propuso JDM.
—Es cierto —lo apoyé—, podemos ir a buscarla.
—Pero, chicos —se quejó Itay—, ya es de noche, y saben lo peligroso que puede llegar a ser.
—Por favor, no había ni un solo ser vivo en toda la isla —repliqué, a lo que José asintió varias veces.
—Como quieran, después no digan que no les advertí —gruñó Itay, volviendo a centrarse en su comida.
08:01 pm 4 de Enero 2013 Isla de la Juventud, Cuba
Una vez más, JDM y yo caminamos al almacén sin ningún tipo de problemas; doblamos la lona, y la guardamos en su mochila. Cuando nos dirigíamos de vuelta a la salida, encontré un libro que rezaba: "Historias de fantasmas y fenómenos Poltergeist en Latinoamérica", y estaba marcado en el capítulo: "La chica de negro''. Iba a dejarlo de vuelta en su puesto, pero mi compañero lo iluminó con la linterna, y sosteniéndolo en sus manos, comenzó a leer en voz alta:
"Hace años, durante la guerra civil de Cuba, Teresa Fidalgo, mejor conocida conocida como la chica de negro, y sus padres, se escondían en casa para no llamar la atención. Un día, varios guerrilleros trataron de reclutar a su papá; quien se negó rotundamente, y como consecuencia de esto, él y su esposa fueron ejecutados ante los ojos de Teresa.
La chica se volvió completamente loca, y no hizo nada más que llorar durante varios días seguidos; hasta que finalmente murió de hambre.
Cuenta la leyenda que su fantasma sigue vagando a lo largo de la isla, con el único propósito de atacar a todas las personas que porten armas. Les arranca el corazón mientras aún late, y entonces se dedica a llorar la muerte de sus padres. El único escape que se conoce, es salir de Cuba y jamás regresar, pero casi nadie lo logra.''
—Bah, patrañas promocionales —le quité el libro y lo coloqué donde estaba.
—Sí, mejor nos vamos —tragó saliva—. Los chicos deben estar preocupados.
Rápidamente, abandonamos el almacén y emprendimos el camino de regreso al muelle. No obstante, sentí un nudo en el estómago al ver que, en medio de una de las calles que debíamos atravesar, había aparecido el cadáver ensangrentado de un hombre joven. Este tenía un enorme agujero en el pecho, específicamente donde va el corazón, y un retazo de tela negra en su boca.
Cambiamos de vía para no tener que pasar junto al cuerpo, y continuamos caminando hacia nuestro destino. De improviso, la temperatura descendió considerablemente, y vimos cómo una chica esquelética y vestida de negro se colocaba frente a nosotros para impedirnos el paso. Algunos mechones de cabello caían sobre su tez morena, y desde esa distancia pude distinguir cómo su boca se deformaba en una mueca de odio.
—Escucha, seas quien seas no te haremos daño —levanté ambas manos en un gesto conciliador—. Solamente venimos a...
—Tienen armas —espetó una voz gutural—. Odio las armas.
—José... creo ella es la chica de negro —balbuceé, dando un paso hacia atrás.
—Corre —ordenó él.
—No creo que eso... —un grito agudo retumbó en mis tímpanos, y entonces la chica estiró los brazos en nuestra dirección.
No fue necesario que me repitieran la orden, e inmediatamente salí disparado hacia el muelle. En seguida, un cadáver arrojado con una fuerza monstruosa, pasó rozándome el hombro y atravesó la pared de una casa. Aquella escena parecía sacada de una película de terror.
Me giré por un par de segundos, y a pesar de que la chica apenas se movía, no lográbamos alejarnos de ella. Finalmente, llegamos a nuestro destino, y casi sufro un infarto al observar que la red que usábamos para subir al bote no estaba en su sitio.