10:53 pm 4 de Enero 2013 Valencia, Venezuela
Fran caminaba por delante de sus compañeros, asegurándose de que no hubiera ningún peligro a la vista. Él era el más ligero de los tres, y por lo tanto, el más veloz. Rápidamente, amartilló su AK-103 con fuerza, y escrutó los alrededores con la mirada. Por suerte, todo estaba despejado, y en seguida, le hizo señas a Robert y Ricardo para que lo siguieran.
Se encontraban en un hotel de varios pisos, o mejor dicho, su estacionamiento. Habían decidido ir por allí, debido a que solo unos pocos podían pagar el precio del alojamiento, y con el toque de queda, posiblemente no habría nadie en las inmediaciones.
El lugar estaba muy oscuro, y de no ser por la luz de su linterna, no verían más allá de sus narices. De repente, creyeron que algo se movía, y Ricardo lo iluminó, pero para tranquilidad de todos, no había nada.
En ese momento, Robert se tropezó con algo, y al bajar la mirada, distinguió un cuerpo totalmente despedazado. Se trataba de un hombre joven que no pasaría de los veinte años, caucásico, y de estatura mediana. La poca piel que quedaba sobre su rostro estaba completamente destrozada, le faltaban ambos ojos, una mano y la mitad de la pelvis, incluyendo la pierna derecha. Eso solo podía significar que los infectados ya habían entrado en el hotel.
Inmediatamente, todos empuñaron sus armas y se prepararon para lo peor. Esa escena les era muy familiar, y nunca presagiaba nada bueno. Una vez más, Ricardo recorrió los alrededores con la luz de su linterna, y según lo poco que pudo ver, no había ningún peligro.
Sin embargo, a causa de la oscuridad que imperaba en aquel sitio, Robert no pudo evitar tropezarse con un auto; esto activó su alarma, y en cuestión de segundos, llegaron esas cosas. No obstante, fue una en particular la que causó horror en los muchachos; esta tenía medio cuerpo dentro de un auto, las tripas se le escurrían a través de una herida en el abdomen, y gruñía con desespero al ver que no podía alcanzarlos. Finalmente, cayó al suelo, y empezó a arrastrarse hacia ellos, aunque un pisotón en el cráneo bastó para detenerlo en seco.
Otros caminantes empezaron a salir de sus escondites, a la vez que Robert, Fran y Ricardo corrían hacia la entrada del hotel. Al fin y al cabo, no tenían suficientes balas para acabar con todos, por lo que huir era la única opción viable. Desafortunadamente, las puertas del hotel estaban rodeadas por al menos dos docenas de infectados, y al verse en aquella encrucijada, no tuvieron más opción que disparar para abrirse camino entre aquella multitud.
Montones de entrañas, sesos y sangre salieron disparados por los aires, y luego de un par de minutos que les parecieron eternos, lograron entrar al edificio que, por fortuna, estaba completamente vacío, y sin ninguna señal de lo hubieran invadido.
Sin embargo, el horror estaba lejos de terminar. Desde allí pudieron ver cómo aparecían más zombis, y en cuestión de segundos, estos comenzaban a rodear su única salida.
—¡Rápido! ¡Ayúdenme a buscar algo para trancar la puerta! —ordenó Robert, escrutando el lugar con la mirada.
Sin perder tiempo, los tres unieron fuerzas, y comenzaron a crear una barricada con todos los muebles que encontraron. Eso les permitiría ganar tiempo para conseguir una vía de escape.
Al terminar, Ricardo iluminó toda la zona con su linterna, y pudo ver que ya solo quedaban la marcas de los muebles; también observó que había al menos una docena de balas en el suelo, y eso quería decir que, o se había producido un enfrentamiento, o se habían colado algunos zombis. Aunque, si se trataba de la primera y aún quedaba algún sobreviviente, brillaba por su ausencia.
A su vez, todas las ventanas del lugar estaban trancadas con tablones de madera resistente, las escaleras se hallaban despejadas, y además, una puerta blanca se erigía al fondo del sitio, probablemente sería una oficina en desuso.
Robert se quedó vigilando las escaleras, a la vez que sus compañeros atravesaban aquella puerta misteriosa. Esta los condujo a una pequeña habitación, y en seguida, Ricardo se encargó de iluminarla. Todo en orden. Unas cuantas sillas de plástico, un sofá, una nevera portátil, y un infectado rasgando la pared... ¡Un infectado! Fran apuntó con rapidez, y logró derribarlo con un disparo en el medio de las cejas.
Por su parte, Robert seguía vigilando las escaleras; aunque recordó que no habían revisado el resto del hotel, y así sería imposible saber si tenían más compañía.
La luz de la luna le servía como linterna, iluminando por completo la estancia, y debido a ello, vio que algo se movía en el piso de arriba. Sin titubear, apretó el rifle contra su pecho, y optó por ir a investigar...
Una vez más, Ricardo iluminó cada rincón de la estancia, y para su buena suerte, estaba despejado. Fran presionó el interruptor sin esperanzas de que funcionara, pero para su sorpresa, después de que el bombillo parpadeara un par de veces, la luz se encendió, permitiéndoles así una mejor vista de la estancia.